«Esto es la crónica de una muerte anunciada, todo acabará ardiendo»

Por suerte, los vecinos encontraron su pueblo conforme lo dejaron. No les alcanzó las llamas, sólo la humadera. Dentro de la tragedia que ha supuesto el incendio de Viver, han sido de los menos afectados. Amelia cuenta con dulzura cómo su entorno sigue cubierto de color verde, sin rastros de que el fuego haya pasado por allí. Pero aun así, la incertidumbre les acecha. Con el incendio del verano pasado de Bejís, ya pasaron miedo de que un día les pudiera suceder a ellos. En esta ocasión, han visto las llamas más de cerca. No saben cuándo les tocará volver a coger corriendo las pocas pertenencias con las que puedan cargar y salir huyendo de sus casas. «Tenemos la mochila preparada por si acaso desde el pasado jueves. Yo tenía dos, una con mi ropa y otra con la impresora y con los nervios me equivoqué y cogí la segunda», dice chisposa.

Amelia y su familia han tenido la suerte de poderse quedar en su otra casa en la localidad de Caudiel, pero eso no implica que el miedo no se apoderara de ellos en los momentos de máxima tensión. «El monte está muy seco. Supuestamente nos hemos salvado esta vez. Veremos la siguiente», cuenta la propietaria del bar de Higueras. Vivieron el desalojo de un momento para otro. Este lunes no tenían ni conexión a internet y no sabían lo que había pasado. Cuando vieron los coches de la Guardia Civil decidieron ir a la plaza del pueblo a ver qué estaba ocurriendo, y allí les dijeron que tenían 20 minutos para coger sus cosas y abandonar Higueras lo antes posible. Cogieron a sus tres perros, aunque tuvieron que dejar a los gatos y al burro que tienen allí. «Mi hijo tuvo que ir tres veces al Puesto de Mando para que le dejaran ir a por el burro», recuerda Amelia. A pesar de la angustia que vivió, la mujer se siente animada. La misma noche que regresaron, abrió su bar para hacerles bocadillos a los guardias civiles que estaban por la zona.

En el bar de Amelia almuerza Iván Bolós, él es de Pavías, un pueblo que también han realojado después de que se controlara más el incendio de Viver. Para él, el momento del desalojo fue «un fallo total». «Nos hicieron salir corriendo y no pudimos ni coger las medicinas de mi padre que es una persona mayor y dependiente», narra con enfado. Ahora, le apena que sus poblaciones estén confinadas y no puedan ir a visitar el monte o salir fuera a dar un paseo. Tampoco puede ir a la huerta a trabajar.

Al igual que la vecina de Higueras, opina: «Esto es una crónica de una muerte anunciada. El fuego demuestra lo que hace y conforme están los huertos todo esto acabará ardiendo». En las conversaciones que ha mantenido este periódico con los afectados por el incendio de Viver siempre ha habido un argumento común: la falta de prevención que ha desembocado en una situación catastrófica. Por suerte, parece que el incendio se está controlando y los vecinos de Villanueva de Viver, Puebla de Arenoso y sus pedanías de Los Cantos y La Monzona, además de los municipios de Higueras y Pavías han podido regresar a sus viviendas. A estas localidades se les suman Arañuel, La Artejuela y Torralba del Pinar.