Benimassot, con el incendio sobre la sierra de Almudaina.

«Estamos rodeados de fuego y no podemos salir»

Miles de vecinos de los municipios de la montaña alicantina llevan dos días pendientes de la dirección de unos vientos cambiantes que han convertido el incendio en una bestia incontrolable

Martes, 16 de agosto 2022, 00:29

Un resplandor rojo en lo alto de la sierra al anochecer. Una nube de humo descomunal al amanecer. Los comentarios en el bar a la hora del almuerzo: «el fuego está descontrolado», mientras el zumbido de las avionetas suena insistente, un soniquete amenazador de que ... esta vez no se trata de un pequeño incendio. Lo que empezó en la Vall d'Ebo el sábado por la noche es un fuego que está destruyendo los paisajes que generación tras generación han permanecido prácticamente inalterables al paso del tiempo. Un monstruo que avanza imparable, incontrolable, imprevisible.

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Las cenizas comienzan a caer en la piscina municipal de Alcalà el domingo a mediodía, el humo denso molesta en los ojos, los rumores son constantes y se suman al ruido de las sirenas. A media tarde, los altavoces de un vehículo oficial piden a la gente que desalojen lo más rápido posible. La Guardia Civil va puerta por puerta, llamando con urgencia, aporreando viviendas de personas mayores que prácticamente no se han movido de su casa en las últimas décadas, que en muchos casos no tienen ni siquiera dónde ir. Las ambulancias se llevan a personas mayores. Asustados, sin saber dónde van a dormir ni si van a volver.

¿Qué llevarse en diez minutos? ¿Qué dejar? Las llaves del coche, una maleta de ropa, dinero y documentación. Ni siquiera comida. Las lágrimas, incontrolables, la sensación de impotencia se la llevan puesta, porque en todos estos pequeños municipios del interior de la provincia de Alicante, agonizando la mayoría, despoblándose a marchas forzadas, tienen la certeza de que esta tragedia se veía venir. «Las sierras están abandonadas, nadie se preocupa por nosotros, las decisiones se toman en los despachos y no tienen ni idea de lo que pasa aquí», dice Francisco, de Balones. Un territorio víctima de «la inoperancia de las administraciones durante décadas». Que la riqueza medioambiental ganada a lo largo de los siglos desaparece en apenas unos días.

Lo que comenzó con un rayo prendió enseguida entre la maleza seca que lleva tiempo sin limpiar como si fuera gasolina. El barranco del Infierno, una de las zonas con mayor valor paisajístico de la Comunitat, destruido. Desalojan Ebo, Alcalà, Benialí, Benirrama, La Carroja, Benissivà, Margarida. Los lugares que los antepasados moriscos poblaron durante siglos, donde a la riqueza paisajística se suma la histórica. Al Azraq, la pesadilla de Jaume I en el sur de la Comunitat, nació en estas tierras. Los vídeos durante la noche que circulan por las redes son aterradores. Un fuego controlado por los bomberos para evitar que lleguen las llamas al municipio de Alcalà deja a la mayoría de vecinos pendientes del móvil en una madrugada en blanco. Algunos se niegan a irse de su casa. Otros, desesperados, sacan la manguera que usan para regar las plantas del patio.

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El lunes, el fuego cruza la Vall d'Alcalà hacia el Comtat. Primero, no salir de casa, quedarse confinados para no respirar humo. Al cabo de unas horas, la drástica medida de tener que abandonar el pueblo. Tollos, Fageca, Famorca. El siguiente, Benimassot, queda confinado. La piscina municipal, cerrada para evitar respirar el humo. En Balones y Millena no se habla de otra cosa, mientras el olor a quemado es cada vez más penetrante. Por la noche el viento cambia y los vecinos respiran aliviados, mientras que en La Vall de Gallinera regresan todos los temores. «Estamos rodeados de fuego, así hemos estado todo el día, con la maleta preparada porque hemos estado a punto de ser desalojados. Pero no sé por dónde podríamos irnos, están todas las carreteras cortadas», dicen en Alpatró, uno de los núcleos que forma parte de La Vall de Gallinera. Los grupos de whatsapp arden de mensajes oficiales, otros no tanto. Con salir a la calle ya se puede apreciar la tragedia, con una columna de humo que sube a varios kilómetros y el olor. Penetrante, consistente, denso. Con las llamas que se acercan a las casas. Dicen que la Cruz Roja pide voluntarios para atender a los desalojados en un albergue improvisado en Muro.

Los vecinos se ofrecen para atender a otros vecinos. La solidaridad aparece acompañada de enfado. La incertidumbre también. Es 15 de agosto y no hay sensación de fiesta entre los vecinos. «¿Se va a quemar Millena?», dice Martina, diez años, medio llorosa. La respuesta es negativa, pero en realidad nadie sabe qué va a pasar con este incendio en las próximas horas. «Estamos muertos de miedo», reconoce su madre, Gemma Osuna.

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