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Miguel Asins, conocido como 'Sendra', es agricultor, arrocero de Silla, en pleno parque de la Albufera. Allí tiene varios campos y gestiona el Tancat Els Germanets. Con la retirada del agua tras la inundación invernal se ha topado con la cruda realidad.
La paja del arroz no fue retirada ni se permitió quemarla. Se quedó en los campos y ahora cubre amplias extensiones de cultivos pudriéndose.
El mal olor, las aguas negras y los restos que bloquean las salidas del agua de los campos evidencian que el sistema orquestado por la Conselleria de Emergencia Climática para la recogida de la paja no ha funcionado.
Miguel ha intentado retirarla de las 'anguileras', los canales por donde sale el agua de los campos hacia la acequia, pero no lo ha conseguido. Hay demasiada. «Estos días ha tenido que venir la máquina a retirar las balas de paja», explicó. Eso sí a cargo del agricultor con un coste de 50 euros la hora. Cuando baje el nivel buscarán otras más pequeñas para depejar las 'anguileras'.
Mientras el camión con la grúa está recorriendo los campos cargando balas de paja húmedas y abandonadas en las explotaciones. En una de Catarroja todavía se ven amontonados bloques de más de metro y medio de altura a la espera de ser retirados para empezar a 'fanguejar'.
Las 'anguileras' de los campos están llenas de paja bloqueando la salida del agua y retrasando y el inicio de las labores agrícolas.
El problema es que la paja se está pudriendo y matando cualquier tipo de vida en el agua. No hay peces, cangrejos o insectos a la vista y las aves se van porque no tienen comida. «Hasta hace unos días había una bandada de flamencos y ya han volado. No tienen alimento», aclaró Miguel mientras señalaba la 'anguilera' bloqueada y llena de aguas negras y malolientes: «Aquí no puede vivir nada y hasta hace unos años podías pescar», afirmó.
Todo esto sucede en las inmediaciones del Barranc de Beniparrell que desemboca en la laguna y a menos de 500 metros en línea recta del lago. Mientras, el motor del Tancat sigue trabajando sacando el agua en mal estado de los campos y depositándola en el barranco. «Es un desastre», señaló el arrocero.
Estos campos se encuentran en el norte del parque, la zona A, donde este año estaba prohibida la quema. El sistema arbitrado por la conselleria se basa en que la administración contrata una empresa para la retirada. Según la conselleria, en este ejercicio se han recogido unas 2.000 toneladas. Pero una gran parte se ha quedado en las explotaciones.
El riesgo es que al humedecerse o ser cubierta por el agua genera metano y elimina el oxígeno acabando con la vida de peces y plantas como ya pasó en las primeras semanas de noviembre tras las lluvias. La paja fue arrastrada desde los campos hasta el mismo lago. «No nos tienen en cuenta. No nos escuchan pese a que somos los que mejor conocemos el parque», indicó Asins.
Por otro lado, los partidos del Botànic han rechazado esta semana en Les Corts una propuesta del PP para realizar quemas controladas y que la recogida se haga en zonas donde puedan acceder las máquinas.
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