![Los vecinos del municipio protestan ante el confinamiento](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202208/19/media/cortadas/protesta-alcublas-damian-torres-kL4D-U1701018876066oGG-624x385@Las%20Provincias.jpg)
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El cielo luce azul brillante en Alcublas, el primer municipio de la provincia de Valencia afectado por el incendio que arrasa el Alto Palancia. Pasan las once de la mañana y la población hace acto de presencia en las calles, aunque teóricamente está confinada desde el jueves para prevenir problemas por la incidencia del humo y la ceniza.
No todos los vecinos esquivan la medida, pero sí muchos. Se ven trabajos de desmontaje de los vallados de los festejos taurinos, gente esperando para comprar en el supermercado, vecinos comentando la actualidad a las puertas del horno o en mitad de una plaza y algún bar abierto, con varios clientes en el interior. También se observan familias paseando y mayores sentados junto a sus casas. A la fresca.
La sensación es más de normalidad que de confinamiento y las primeras conversaciones con los residentes ya deslizan algo de incredulidad por verse obligados a encerrarse justo cuando ya no había señales del incendio. Sólo a lo lejos, mirando hacia Andilla, se alza una columna de humo. Pero en el caso urbano no hay rastro alguno del fuego. En cambio, el miércoles a última hora, cuando la ceniza sí afectaba a las calles y el cielo se tornaba rojizo por la cercanía de las llamas, no se tomó ninguna decisión. La medida también ha supuesto suspender, se confía que temporalmente, las fiestas de agosto, que esperaban desde 2019. La incomprensión de la decisión, que además deja al pueblo sin celebración, cargan el ambiente.
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El hartazgo explota a las 12 horas con una protesta en la plaza de la Iglesia que reúne a decenas de residentes, 'olvidando' el confinamiento decretado por la Conselleria de Justicia, la que asume las competencias en materia de emergencias. No están todos -hay vecinos críticos con la manifestación-, pero son bastantes. Y ruidosos. «Desconfinamiento», «manos arriba, esto es un atraco», «que limpien los montes o «menos opresión, más prevención», son algunas de las consignas que se corean. También se aplaude con ahínco cuando se suman a la concentración miembros de la comisión de festejos. «¿Ves humo? No hay, ni tampoco fuego. No hay peligro. Que no salgamos del pueblo lo veo bien, pero no que nos tengamos que quedar en casa», interpela Francisco Aragón, uno de los participantes.
«Antes de ayer (por el miércoles, sobre todo a última hora de la tarde) sí estaba lleno de humo y no estábamos confinados. Lo decidieron el jueves, cuando la situación era como la de hoy (por ayer) y sin que se vea peligro. No es lógico», tercia, a su lado, José Luis García, otro vecino.
La sensación entre los concentrados es unánime. «¿Estás respirando bien verdad?», pregunta Mamen al periodista. «El miércoles por la tarde sí nos tenían que haber confinado, cuando caía ceniza y se veía el cielo rojizo, pero luego llovió y la situación mejoró, pero seguimos igual, es injusto», continúa, antes de lamentar que la medida haya implicado cancelar las fiestas con el pueblo luciendo el lleno habitual de las vacaciones estivales.
«Desilusión» es la palabra que utiliza Belén Mañes para definir el estado de ánimo de la comisión de fiestas, que se esperaban con ganas tras el parón obligado por la pandemia. «Se han tenido que paralizar los últimos actos previstos, como los toros o las paellas, aunque nos gustaría recuperar lo que se pueda en los días que nos quedan y en función de lo que se decida. El domingo será la última procesión y el lunes, cuando finalizan, se organiza una pequeña comida», explica la joven. «En la comisión el desgaste es grande», revela.
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Tras la protesta, de una media hora, los vecinos se esparcen por el pueblo, aunque muchos forman corrillos para hablar con tranquilidad. «Estas cosas no se pueden decidir desde un despacho, hay que hacerlo desde el terreno», dice una mujer antes de abandonar la plaza. «Y la gestión de los montes debe dejarse en manos de los que saben, como los que trabajan la tierra, los pastores o los cazadores», añade.
En las calles se ve algún vehículo auxiliar de la Unidad Militar de Emergencias y varios camiones que parece que llenan sus depósitos de agua. No hay muchos más rastros de los servicios de extinción, aunque de vez en cuando se escucha el ruido de las avionetas que descargan en la zona de Andilla. Sí queda claro que el confinamiento les ha cogido en mitad de las fiestas estivales. Las calles se ven bonitas: hay casas decoradas con arreglos florales y muchos banderines entre las fachadas.
Dos horas después de la protesta la Generalitat decidió relajar la medida, autorizando el desconfinamiento domiciliario pero aplicando un cierre perimetral. Es decir, se les dejó salir de sus casas -muchos ya lo habían hecho- pero no del municipio.
«Es fundamental dejar las vías libres para los medios de extinción y para evitar posibles peligros de caída de ramas o de incursión en zonas peligrosas», en palabras de la consellera responsable, Gabriela Bravo. También advirtió de que en función de la evolución del incendio se podía revisar la decisión. Para el resto de municipios sobre los que se mantiene alguna medida de protección hay que esperar a la reunión de coordinación de hoy.
Horas antes de que la administración autonómica levantara la mano algunos ya habían tomado decisiones. Como Loli, una residente de Sedaví que cargaba su coche para volver a su localidad habitual. «Trabajo por las tardes y estos días volvía por la noche, un poco con la incertidumbre de si la situación haría que no pudiera pasar. Así será más cómodo. Si se recupera la normalidad volveremos aquí en los próximos días», explicaba.
Que en el pueblo exista incomprensión no impide que también se note la pesadumbre por la pérdida medioambiental que afecta a un término municipal que ya fue duramente castigado por el pavoroso incendio declarado en Andilla en 2012. Lo expresaba muy bien Rosario, vecina de Alcublas. «Hay tristeza, se nota cuando hablas con la gente. Tristeza porque nos toca sufrirlo otra vez», decía. «Cuando llegas a las proximidades ya se notan los efectos de lo que pasó, apenas se ve arbolado, sólo monte bajo», lamentaban a su vez su hijo y su nuera mientras la acompañaban.
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