Que el monte es un polvorín es un dicho manido y muchas veces por ello tomado como tópico y exagerado. Pero las cifras no mienten. ... Y lo que dicen las estadísticas es que la Comunitat vive este 2024 el arranque de año más trágico en cuanto superficie forestal quemada de los últimos seis años. De hecho, en la última década, sólo en 2018 y 2014 se había vivido un arranque de ejercicio más nefasto en nuestros montes que en el inicio de este año.
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La endémica falta de lluvias abundantes que arrastra la Comunitat, el extremo estado de sequedad de los montes y la imperiosa falta de limpieza de los parques naturales (los más preciados), como denunció este miércoles LAS PROVINCIAS, han convertido nuestros bosques en una yesca en la que cualquier imprudencia o fuego intencinado acaba convirtiendo en eriales parajes de gran valor ecológico.
La evolución y el alarmante juicio los constatan las cifras de la Conselleria de Justicia e Interior. Sólo entre enero y febrero (los dos únicos meses de los que dispone datos completos la administración) se han producido 88 incendios en nuestros montes. Casi el doble de los 47 registrados en los dos primeros meses de 2023.
La situación no es más halagüeña si contemplamos la superficie forestal calcinada. En el citado bimestre de este año se elevó a 174 hectáreas. Casi cuatro veces más que las 48 que ardieron en el mismo periodo de 2023. Y es aquí cuando la vista atrás revela un panorama desolador: jamás en los últimos seis años se había alcanzado a estas alturas una cifra tan elevada de monte quemado. Y eso que falta por contabilizar marzo y abril, con el primer gran incendio forestal de la temporada, el que ha castigado Tàrbena y ha ennegrecido alrededor de 700 hectáreas.
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La realidad que hay detrás es precisamente la que este miércoles subrayaron desde la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en la Comunitat: la cada vez mayor «desestacionalización» de los incendios como consecuencia del cambio climático. «Los tres grandes incendios de 2023 y de este año se han registrado fuera del verano: al principio de la primavera el incendio de Villanueva de Viver y el de Tàrbena, y en mitad del otoño el de Montitxelvo, los tres después de tres anómalos periodos muy secos y muy cálidos».
La tremenda escasez de lluvias en los últimos dos años, agravada en 2024, hace que en muchos de los últimos siniestros registrados, «la capa superficial del suelo estuviera muy seca en el 100% del territorio», detallan desde Aemet.
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Y en Tàrbena aún ha habido algo de fortuna. La ausencia de fuertes vientos es lo que ha impedido que la zona se convirtiera en un auténtico infierno. Ello pasó en anteriores siniestros. «Con la gran sequedad del terreno, los índices de ignición son altos, pero con viento flojo y brisas, la propagación de los incendio no es muy alta, ya que las condiciones meteorológicas no favorecen esa rápida propagación», algo que por suerte se ha dado en Tàrbena, como señala el ente climático.
El análisis de los datos de los incendios forestales de comienzo de año que posee la Conselleria de Interior y Justicia confirman otra triste realidad: la mano de los pirómanos está detrás de la mayor parte de los fuegos. Los fuegos intencionados suponen el 37% de los siniestros forestales. Es la causa más elevada, por encima de las negligencias, y con un 19% de esos incendios acaecidos durante enero y febrero todavía en investigación.
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Valencia se lleva la palma negativa en cuanto a la superficie de monte quemado, aunque estos registros variarán cuando se contabilicen en Alicante las hectáreas quemadas en Tàrbena. En los dos primeros meses del año, de las 174 hectáreas calcinadas, un centenar habían desaparecido en la provincia valenciana, frente a 59 en Alicante y sólo 7 en Castellón.
Uno de los elementos más alarmantes de cara a la sucesión de incendios en momentos más allá del verano es la tremenda escasez de lluvias caídas en los últimos meses. «Desde el pasado 1 de octubre se han sucedido seis meses y medio sin precedentes en cuanto déficit de lluvia y anomalía cálida en la Comunitat Valenciana», como sostiene el análisis de Aemet en la región.
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Y todo ello en un escenario bastante poco optimista: con los parques de bomberos mermados por la falta de efectivos (y que este miércoles llevo a las calles de Valencia a cientos de integrantes de las precarias plantillas), con el monte con una flagrante falta de limpieza, como consecuencia de años de política de no intervencionismo del Botánico, guiado por sus ideales ecologistas, y con la vista puesta en el cielo porque las previsiones meteorológicas no apuntan la caída de lluvias notorias en lo que queda de primavera. El diagnóstico, un verano y lo que queda de año, de alto riesgo en los montes valencianos.
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