Paula Hernández
Sábado, 26 de agosto 2023, 18:36
Equipadas con sillas, abanicos y algo de comida bajan las vecinas al que consideran ya su banco la altura del número 41 de la calle Padre Ferris, en el barrio de Tendetes en Valencia. Para ellas, las tres horas que discurren entre las seis ... y las nueve de la tarde simbolizan la antítesis de las prisas. No hay reloj. Tampoco agobios. No se pierden una. Escapan sin mirar atrás de su sofá pegajoso por el calor. De este modo, ocupan un pedazo de calle con sus sillas de playa e incluso alguna mesa de plástico para cenar, jugar a juegos de mesa y charlar de todos los temas que surjan.
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Desde hace unos años, son los pueblos los que se encargan de mantener viva una tradición valenciana en peligro de extinción. En la ciudad son muchos los que prefieren combatir el calor con el ventilador, piscinas y viajes a lugares más frescos. Aunque no es el caso de todos. Todavía es posible ver en algunos barrios de Valencia la sana costumbre de reunirse con amigos y vecinos al aire libre en plazas, calles o junto a los portales. Ocurre así en Campanar, pero también en Benimaclet o el Marítimo. Las tardes se resumen en jugar a juegos de mesa, cenar bocadillos o cualquier otra comida casera preparada para compartir y contar algún que otro cotilleo.
«En casa tengo aire acondicionado pero prefiero bajar porque así paso la tarde con mis amigas», dice Tere desde el número 41 de la calle Padre Ferris, en el barrio de Tendetes: «Aquí estamos muy bien, nos olvidamos de la televisión, charlamos y cada una da su opinión». Así, cuenta la mujer de 76 años, «estamos en contacto con el barrio, lo cuidamos y vigilamos para que no pase nada». Están atentas a todo «por si acaso». Aunque lo que realmente les preocupa es el estado de 'su banco', desgastado y repleto de astillas. «Un día de estos nos sentaremos y se caerá», asegura Pilar.
Estas amigas no son las únicas de la zona. En el barrio de Campanar, un grupo de amigos que se reúne en los bancos centrales de la calle Aparicio Albiñana no se conforma sólo con bajar sillas. La mesa blanca de plástico es indispensable para ellos durante este mes. «En agosto nos cierran el bingo y nos trasladamos a un hueco de la calle donde no molestamos a nadie», comentan. Empezaron a jugar un día en la calle, preocupados por si les llamaban la atención. Pero «ya bajamos hasta la mesa», dice Carmen. «Nunca nos han dicho nada y tan solo nos jugamos 5 céntimos el cartón», añade para justificar el bajo premio.
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La mujer de 86 años recuerda cómo, hace quince años, constituyeron esta costumbre al comprar tres tortas de aceite y sal para repartirlas entre los que estaban sentados «a la fresca». Ahora no hay ola de calor que les frene. «En casa no tenemos aire acondicionado. Este huequito es como nuestro chalet de verano», cuenta Carmen.
Pese al tórrido verano que vive la Comunitat, este grupo de amigos no se da por vencido. En los días más calurosos las quedadas se pueden retrasar, pero nunca se cancelan. Para algunos el invierno tampoco es un impedimento. «Como anochece antes, cambiamos este momento a las mañanas y bajamos a tomar un poco el sol hasta la hora de comer», explica Toni, que baja con sus amigas cerca de un bar en esa misma calle. En las conversaciones de Concha, Toni, Amparo y Gudelia hay un asunto recurrente: el doble robo de su banco. Recuerdan haberlo encontrado una de las veces sobre un montón de arena mientras paseaban por otra avenida.
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Salir en busca del fresco que se esconde entre los días de verano es una tradición que poco a poco se desvanece. «Lamentablemente, creo que no va a perdurar», asegura Maruja, una mujer de 90 años que añora cuando era niña y quería crecer para participar en las conversaciones entre su madre y sus amigas. «Las nuevas generaciones están criadas de otra manera», dice Maruja. «Nosotros jugábamos en la calle mientras nuestros padres se sentaban a hablar y lo mismo hacíamos nosotras con nuestros hijos, pero ahora ya es diferente», añade.
Los deportistas tampoco miran con buenos ojos a las altas temperaturas. Borja se levanta cada día rutinariamente a las seis de la mañana para salir a correr cuando el sol todavía no ha alcanzado su máximo. «Lo mejor es levantarse muy pronto para hacer ejercicio porque por la noche, a parte de acumular en cansancio de todo el día, se nota más humedad», asegura.
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