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Un grupo de chavales juega al fútbol en una cancha situada junto a la piscina de Bejís donde el martes aterrizaban y despegaban los helicópteros que iban al Puesto de Mando Avanzado. Este domingo, se echaban unas carreras detrás de una pelota con la ... imagen de fondo de una montaña arrasada por las llamas y mientras el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, visitaba la planta embotelladora de agua y prometía apoyo. En la piscina terminaban de limpiarla para abrirla cuanto antes. La vida, como siempre, inasequible al desaliento.
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El viaje por el país del hollín en que se ha convertido el Alto Palancia es uno de contrastes. Terrazas llenas en Bejís, pero caras largas en sus ocupantes. Campos cultivados totalmente salvados del fuego junto a otros convertidos en enormes extensiones de ceniza. Granjas que se libraron milagrosamente del fuego a pocos kilómetros de otras en un estado ruinoso. Bejís y las localidade de alrededor intentaban este domingo recuperar la normalidad, pero el olor a quemado se te mete en la nariz y atraviesa las ventanas cerradas.
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Lo pudo comprobar de primera mano el presidente Puig, que visitó la planta embotelladora de agua. No ha resultado afectada por el fuego, aunque todavía no ha reanudado su producción a la espera de que se realicen análisis sobre el caudal del manantial para descartar que haya resultado contaminado debido al incendio. Puig ha visitado las instalaciones este domingo acompañado por la alcaldesa, María José Madrid, y ha señalado que la intención es que las ayudas que permitan aumentar la capacidad, lo que generará más puestos de trabajo, se aprueben en el pleno del Consell del próximo lunes 29, junto a otras iniciativas urgentes como las relacionadas con los daños en terrenos agrícolas y explotaciones ganaderas.
«Tenemos que apoyar al máximo la economía de la comarca para que hagamos de estas desgracias también una palanca de desarrollo. La Generalitat se va a involucrar absolutamente en el mantenimiento y en la perspectiva de futuro de la planta, que da un agua de la máxima calidad. Si ahora produce un tercio de lo que se puede se aspira a que llegue al 100%, generando mayor empleo y capacidad de desarrollo», ha señalado ante los medios. Para el medio plazo se ha referido además a un plan «de desarrollo comarcal que dé más fortaleza al Alto Palancia». La alcaldesa, por su parte, ha agradecido el interés, incluso desvelando que la participación de la Generalitat ya se sondeaba antes de la catástrofe, y ha recordado que la planta embotelladora «es la fuente económica de nuestro pueblo».
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Por otro lado Madrid ha instado a los vecinos a que documenten los daños sufridos en terrenos y propiedades antes de realizar labores de limpieza y mantenimiento, por ejemplo con fotografías, teniendo en cuenta que serán básicas para poder beneficiarse de las ayudas prometidas por la Generalitat.
El incendio no ha terminado, aunque falta poco. Deja detrás un paisaje de película. Desde Barracas, el camino hacia Bejís atraviesa una inmensa extensión de tierra quemada junto a las vías del tren, muy cerca, por cierto, de donde el fuego sorprendió al convoy entre Valencia y Zaragoza en la tarde del martes. A primera hora de este domingo, todavía rompían el silencio las hélices de los helicópteros que sobrevolaban la zona y lanzaban agua sobre los conatos de incendio, fácilmente detectables en medio del negro de las laderas por los penachos de humo que se levantaban hacia el cielo azul.
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En algún punto entre Barracas y El Toro, el fuego cercó una granja. Tanto que la tierra quemada quedó a muy pocos centímetros de un enorme depósito de gas. Un milagro, uno más, en el Alto Palancia. En otras zonas de la misma granja, sin embargo, el fuego destrozó naves enteras. Historias de contrastes, como los que se ven en los campos cultivados. En toda esa zona, en el epicentro del incendio, es fácil ver campos cultivados que han sobrevivido al fuego sin un solo brote abrasado al lado de otras parcelas totalmente negras, como si el fuego se hubiera desaplazado sobre raíles o como si el incendio se hubiera dibujado sobre tiralíneas.
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Y en Bejís pueblo, más de lo mismo: árboles destruidos por el fuego conviven junto a otros indemnes, algunos muy cerca del casco urbano, que si se salvó fue, en parte, porque está en una especie de loma rodeado por peñas más altas que en la tórrida tarde del martes se convirtieron en teas de dimensiones colosales. El viaje por el país del hollín demuestra que lo que ocurrió pudo ser mucho peor, y también que si no lo fue, es gracias al trabajo constante de esos bomberos que, al filo de las 16 horas, descansaban en un merendero junto a Teresa, sus caras manchadas de hollín y ceniza, pero satisfechos de la labor realizada.
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