«Hay clientes que compraban simplemente por ayudar»

Margarita Piqueras encarna al comercio de toda la vida. El del centro de Valencia. Con 61 años, asoma su sonrisa en el mostrador de Guantes Piqueras, comercio de 1886 en la Plaza de la Reina. Abanicos de ceremonia, sombreros o paraguas lucen en los estantes, esperando al turista, la boda, el desfile de fiestas...

«Cerrar fue tremendo», rememora Margarita. «Estábamos ya preparados para Fallas, para recibir clientes de todas partes. Era la temporada alta». Se perdió también la Semana Santa y la venta de guantes peinetas y capirotes de Semana Santa».

El 14 de marzo bajó la persiana. Así lo revive: «Se me vino el mundo encima, no pensaba que iba a ser tan largo». Iba a la tienda de vez en cuando para comprobar que todo estaba bien, «por si habían robado». Y sus ojos se empañaban. «Esto se nos va, a ver cómo salimos de esta...», vacilaba. Pese al agujero en los ingresos «al menos no tuve que pasar por los despidos porque estamos en el negocio mi hija y yo».

El negocio resucitó el 18 de mayo. «Cuando abrí aún sentía miedo». Días de mascarillas, desinfección y aforo de dos personas en un local 30 metros cuadrados. Y hasta un sombrero de celulosa para las pruebas de clientes. «Entraba muy poca gente. La caja bajó un 70%. He pasado días enteros sin una sola venta». En la plaza había cuatro tiendas abiertas. «Era horrible la sensación de soledad. En esos primeros días llegaron clientes que compraban por el simple hecho de ayudar».

¿El futuro? «Gracias a Dios tenemos salud y voluntad de seguir. Mis primeras fotos de bebé son en la tienda». Ahora «nos apretamos el cinturón al máximo y agradecemos la rebaja en el alquiler del local». Es la solidaridad invisible de la pandemia. De momento, «está dando lo justo para vivir, pero otro confinamiento creo que ya no lo aguantamos». Y todo con estrictas medidas ante el virus. «Una cliente se enfadó por no dejarle entrar sin mascarilla, pero yo prefiero perder dinero que la salud».