Urgente Óscar Puente anuncia un AVE regional que unirá toda la Comunitat en 2027
Vista del incendio desde las calles de Bejís. DAMIÁN TORRES

Una comarca que contiene la respiración

Asediados por las llamas. Oscurecido el sol por una inmensa nube de humo, los vecinos del Alto Palancia trataban de mantener la normalidad antes del desalojo, ya por la tarde, de localidades como Bejís, Torás o Teresa

SARA BONILLO | ÁLEX SERRANO

Miércoles, 17 de agosto 2022, 00:14

En un atardecer eterno, Bejís y el resto del Alto Palancia contenía el aliento este martes. Las terrazas de los bares, donde los vecinos intentaban mantener la normalidad del día a día, estaban llenas, pero en cualquier mirador decenas de personas observaban con el ... corazón en un puño el avance del humo sobre las laderas de las montañas. «Mira, mira, hay fuego allí arriba», decía un vecino mientras señalaba la parte superior de una loma cercana, coronada ya por el naranja de las llamas. Sumido en una luz mortecina y gris, Bejís suponía, ya por la mañana, que el desalojo era inminente. El fuego, como hace dos años, corría sin control por las montañas, como un corzo particularmente agresivo, los bomberos bajaban a por agua al pueblo y Bejís se preparaba para un martes casi interminable bajo la opresiva luz de un sol que luchaba por abrirse paso entre el humo.

Publicidad

Desde la carretera de Castellón se comenzaba a ver el cielo gris que cubría el pueblo de Bejís. Un trajín de camiones de bomberos, medios aéreos que surcaban las alturas, vecinos preocupados y un cielo cubierto de un humo ceniciento se convirtieron en el decorado del escenario del municipio. La banda sonora de esta particular película de terror era el ruido de los aviones que trabajan sin descanso desde el pasado lunes. Mientras despegaba un helicóptero una niña abrazaba su peluche y cogía a su madre, con los ojos fijos en el suelo con miedo y tristeza.

Las calles y la plaza principal del pueblo que a estas alturas de mes tendrían que estar preparándose para las próximas fiestas medievales se encontraban este martes repletas de vecinos que intentaban mantenerse unidos y distraídos para no imaginar lo que podía suceder durante las próximas horas, cuando los vientos del suroeste se preveía que jugaran un papel muy importante. Mientras el humo se acercaba uno de los jóvenes, sentado en una mesa, advertía a sus amigos, «oye, esto se está poniendo mucho más negro».

«Mi hermana se fue ayer conforme vio el tema», dice una vecina de Bejís antes de ser evacuada

Vaya que sí. Conforme el tiempo pasaba y el humo se observaba cada vez más cerca, coches llenos con lo imprescindible se dirigían hasta la salida del pueblo con tal de llegar lo antes posible a un lugar seguro. Y aún quedaban tres horas para la orden de evacuación, que llegó al filo de las tres de las tarde, «Voy a llamar a mi abuela que estará nerviosísima», decía una joven. Evidentemente, no era la única. «Nosotros habíamos venido a pasar el verano aquí, pero mi hermana conforme vio la situación ayer se volvió a Valencia», afirmaba una de las jóvenes. Paula, que lleva toda su vida veraneando en Bejís, se emocionaba al ver cómo el fuego se acercaba cada vez más a las calles que la vieron crecer. Del mismo modo, indicaba que la situación era muy complicada ya que el camino por tierra es «muy estrecho e impide que los bomberos puedan acceder con facilidad», aseguraba la joven.

Publicidad

Noticia Relacionada

En la parte más alta del pueblo se observaba de lejos cómo las llamas del fuego arrasaban con gran parte del bosque. Allí, entre mucha gente, se veía a una pareja cogida de la mano que observaba en silencio el incendio, un silencio que escondía preocupación, miedo y tristeza. No era el único enclave en el que se encontraban los vecinos. Desde cualquier rincón de Bejís se podía ver a los habitantes contemplando la encogedora escena. En una de las terrazas, donde se reunía un grupo de amigos se escuchaba un hombre que advertía, «dicen que esto está viniendo hacia abajo». La entrada del viento en dirección sur y del poniente, a lo largo de la mañana, envió el fuego ladera abajo, de tal manera que a lo largo de la tarde las llamas llegaron a las afueras de la localidad.

Antes de todo ello, se vivió una mañana atípica en un pueblo inmerso en una suerte de atardecer eterno. El puesto de mando avanzado se encontraba cerca de la piscina de Bejís y los vecinos se agolpaban en la rotonda de entrada del pueblo. Desde ahí controlaban el continuo trajín de coches y bomberos, así como helicópteros que aterrizaban en una pista de baloncesto cercana, en cuyas gradas un grupo de chavales mataba el rato. En los rostros, y también en las conversaciones nerviosas, siempre con los ojos fijos en las montañas de alrededor, traslucía un sentimiento de agradecimiento a todo el despliegue de medios que luchaba contra las llamas.

Publicidad

Pero la virulencia del incendio era tal que rápidamente una leve lluvia de ceniza comenzó a cubrir los uniformes de los bomberos. Sin importar el calor o el cansancio acumulado, el cuerpo de bomberos continúa luchando contra las llamas sin descanso. Además de Bejís, el avance del fuego hacia el este obligó a evacuar Torás y Teresa. En la primera de estas localidades, la piscina seguía abierta y los más pequeños se agolpaban contra la valla metálica para observar, ladera arriba, hacia el monstruo de humo y cenizas que se cernía sobre su verano. Una aventura para ellos, claro, pero una preocupación para los más grandes, que tienen, por desgracia, experiencia en este tipo de sucesos: la zona sufrió un incendio similar hace ahora dos años.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad