BELÉN HERNÁNDEZ
Martes, 12 de julio 2022, 00:59
«Nos gustaría que los alojamientos para los refugiados ucranianos que en teoría eran temporales no fueran tan permanentes». Al cónsul honorario de Ucrania en ... Valencia, Pablo Gil, le preocupa la situación de todas aquellas personas de origen ucraniano que vinieron a la ciudad para huir de la guerra y que ahora se encuentran estancados en la antigua Escuela de Enfermería del Hospital de la Fe vieja.
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Sin posibilidad de trabajar y sin perspectiva de futuro, lo que era un alojamiento temporal que se habilitó por parte de la Conselleria de Justicia y que se gestionó por Cruz Roja se ha convertido en 'el hogar' de los refugiados durante tres meses. Ahora, asediados por la incertidumbre de qué será de ellos con la llegada de septiembre cuando comience la rehabilitación del hospital y tengan que realojarlos.
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Cuando llegaron los refugiados, la ONG les ayudó a realizar los primeros trámites administrativos: la obtención de la tarjeta sanitaria y el servicio de asesoramiento jurídico. Pero aquí terminan las competencias que tienen las autoridades a nivel autonómico. El servicio de acogida temporal se estableció como una herramienta previa hasta avanzar en incluir a estas personas en el Sistema de Protección Internacional. Este servicio está destinado para los migrantes que han tenido que huir de sus países de origen por causas de fuerza mayor. Pero llevar a cabo esta 'segunda fase' para lograr una mayor integración de los refugiados es competencia del Estado y se gestiona a nivel nacional desde el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.
Alina, nombre ficticio para preservar la intimidad de la mujer, ya contó el pensamiento que le atormenta día y noche: «Si no trabajo no puedo criar a mi hija en condiciones». Son personas que no conocen el idioma. Apenas llevan una semana dando clases de español. «¿Quién me va a contratar así?» se preguntaba Vladimir, otro refugiado ucraniano de 23 años. Está terminando sus estudios de administración de forma telemática. Pero sin conocer la lengua, tiene pocas esperanzas de conseguir trabajar en España.
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Con una actitud comprensiva, el cónsul honorario de Ucrania en España comenta que no tiene críticas sobre la gestión. «Todo lo que se haga para ayudar es bienvenido, aunque todavía hay mucho margen de mejora».
La preocupación principal de Pablo Gil es que las personas que han buscado refugio en Valencia dispongan de las herramientas necesarias para salir adelante. Que sean autónomas y puedan reconstruir sus vidas en una nueva ciudad, lejos del peligro. «Nos gustaría que hubiera prestaciones económicas para los refugiados de la guerra de Ucrania como existe en Polonia o en otros países», comenta el cónsul.
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Todo con tal de sacar a aquellos que tuvieron que dejar atrás sus hogares para proteger sus vidas de la situación de 'stand-by' en la que se encuentran. Tienen días buenos. Excursiones a la playa o a la Albufera. También visitas al Oceanográfic o al Bioparc gestionadas con el gran esfuerzo que está haciendo Cruz Roja por hacer su estancia más amena. Pero una distracción temporal no es suficiente para encarrilar sus vidas. La incertidumbre y el miedo imperan en estas personas que salieron de su país con lo puesto y observan cómo sus planes de futuro están a la deriva.
«Queremos permitir que los refugiados ucranianos tengan un punto de partida. Tenemos que ayudarles a organizarse», enfatiza Gil. Desde el consulado de Ucrania en Valencia ya están trabajando de manera conjunta con el Instituto Valenciano de Finanzas (IVF) por hallar una solución. «Pero se está demorando».
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En palabras de Pablo Gil, la ayuda a los ucranianos se debe edificar sobre dos pilares fundamentales: el ingreso mínimo vital y la ayuda al acceso a viviendas de alquiler. «Son factores clave para que estas personas logren obtener su autonomía personal. Incluso a aquellos que están trabajando les cuesta acceder una vivienda al no tener un histórico bancario ni de nóminas y eso lo complica todo».
Su propuesta es que se dé algún tipo de solución para que el acceso a una vivienda de alquiler no sea 'misión imposible'. Para paliar la situación, Gil propone que se establezcan prestaciones básicas o un sistema de avales que tiendan una mano a aquellos cuya única voluntad es recuperar cierta normalidad tras haberte visto absorbidos por una espiral de violencia.
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Si hay un argumento común que defienden los refugiados alojados en la vieja Fe es: «Quiero trabajar».
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