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Cerca de 100.000 personas, según la Delegación de Gobierno en la Comunitat, volvieron a salir a las calles para clamar contra las autoridades políticas por su «negligente» gestión de la riada que azotó la provincia de Valencia el pasado 29 de octubre. Bajo el lema «Mazón dimissió», los manifestantes criticaron tanto al presidente de la Generalitat, por su «inacción» durante las horas decisivas de la catástrofe, como al Gobierno central, al considerar los asistentes, que el Ejecutivo presidido por Pedro Sánchez «debió haber presionado de manera más contundente ante la inacción del Consell» y tardó demasiado en movilizar recursos y ayudas a los damnificados. En sus palabras, «hubo falta de agilidad y coordinación entre ambas administraciones». Aunque la convocatoria fue multitudinaria, se quedó lejos de las 130.000 personas que secundaron el primer acto reivindicativo para exigir responsabilidades políticas en la respuesta a la emergencia.
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La protesta se esperaba masiva, y lo fue, pero tuvo diferencias más que notables con respecto a la manifestación del pasado 9 de noviembre. Pese a la visible menor cantidad de afluencia, la indignación, la rabia o el enfado con todos los dirigentes políticos se hacía patente en el ambiente que se respiraba a lo largo de todo el itinerario de la marcha. Cabe recordar que, al finalizar la anterior protesta, hubo una serie de altercados violentos donde algunos de los participantes fueron detenidos por los cuerpos policiales tras el intento de asalto al Ayuntamiento de Valencia, la quema trajes EPI en las puertas mismas del Consistorio o las pintadas vandálicas en el Palau de la Generalitat.
En aquella ocasión, las heridas todavía estaban muy recientes y quedaba mucho barro por quitar en la vida de los habitantes de los municipios afectados. Sin embargo, 22 días más tarde de aquella histórica jornada y un mes después de la devastación provocada por el tsunami de lodo, las circunstancias que rodeaban la convocatoria eran algo diferentes. Hasta ayer, la cifra de muertos se situaba en 222 fallecidos y cuatro desaparecidos, pero ya se habían consumado importantes cambios en el seno del Consell con la remodelación para depurar responsabilidades y afrontar el proceso de recuperación. Lo que ayer no cambió, ni parece que vaya a hacerlo a corto plazo, es el dolor por la pérdida de familiares, amigos o conocidos en el desastre. Ese duelo también fue palpable en la atmósfera que envolvió la protesta:«Por la madre de mi amiga Laura, víctima de la DANA en Paiporta», enarbolaba el cartel de una asistente.
Hace 22 días, la entonces responsable Interior y Justicia, y por ende del área de Emergencias, Salomé Pradas, y la consellera de Turismo, Nuria Montes, dos de las dirigentes más señaladas durante la DANA, todavía formaban parte del Consell. Pero esta no es la única diferencia pues en la crisis de gobierno también se aprovechó para crear una nueva Vicepresidencia para la Reconstrucción Económica y Social encabezada por el teniente general Gan Pampols. Y, sobre todo, ahora la coordinación entre las distintas administraciones implicadas y el mayor despliegue de medios especializados han logrado rebajar en enfado y subir, aunque sea de manera mínima, la moral de una ciudadanía que ha pasado de estar hundida a empezar a arrimar el hombro para caminar de la mano hacia recuperación.
A pesar de que la convocatoria oficial era a las 18.00 horas en la plaza del Ayuntamiento de Valencia, la protesta empezó mucho antes en los pueblos afectados por el desastre. Los habitantes de las localidades más golpeadas marcharon unidos hace el corazón de la capital del Turia, teniendo aún todos ellos el alma partida. Y es que, tal y como rezaba una inmensa senyera sujetada por varios vecinos de estas poblaciones, «el poble no oblida». De hecho, la llegada de la comitiva al punto de inicio de la marcha consiguió convertir los cánticos de «el president, a Picassent» contra el jefe del Consell por aplausos a la resiliencia y entereza mostrada ante la catástrofe por los afectados.
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Mientras todo ello sucedía bajo el balcón consistorial, Beatriu Cardona, una de las coportavoces de la manifestación, denunciaba desde la cabecera de la protesta que el Consell «no ha tenido escrúpulos en repartir el dinero de las ayudas a empresas condenadas por corrupción». Cardona también criticó la «militarización» del Gobierno valenciano refiriéndose a la designación del teniente general Gan Pampols como vicepresidente y acabó su alegato definiendo de «catastrófica» la gestión de la emergencia.
Al filo de las 18.20, la marcha echaba a andar y en las primeras filas muchos manifestantes enarbolaban carteles en los que podían leerse los nombres de los municipios afectados junto al número de fallecidos cuya vida fue segada por la riada. Los primeros pasos de la manifestación estuvieron amenizados por una banda sonora en forma de gritos en recuerdo de las víctimas: «No son muertos, son asesinatos» o «mientras la alarma sonaba, la gente se ahogaba». Entre los aplausos de los transeúntes, la marea reivindicativa prosiguió su curso por un recorrido distinto al de la primera protesta al encarar Poeta Querol, Marqués de Dos Aguas, la calle de la Paz y la plaza de la Reina para acabar, eso sí se mantuvo igual, en la simbólica plaza de la Virgen.
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Allí, el pitido del sistema Es-alert también hizo acto de presencia, tanto en los adhesivos portados por algunos manifestantes en la solapa en los que podía verse la hora 20.12 como al final del acto. Pues cabe reseñar el estruendo que formaron los miles de teléfonos móviles de los asistentes que abarrotaban la plaza de la Virgen sonando al unísono cuando las agujas del reloj marcaron la fatídica hora en la que el aviso llegó a unos municipios en los que sus vecinos ya resistían heroicamente contra el lodo por salvar sus vidas.
La manifestación no acabó a las puertas del Palau de la Genralitat en la plaza Manises, pues las inmediaciones de la sede del poder Ejecutivo regional estaban atestadas de policías. Es por ello que la lectura del manifiesto, refrendado por más de medio centenar de entidades de índole sindical, procatalanista y ecologista, se produjo cerca del jardín del Palau, un espacio convertido en un altar de reivindicaciones una vez finalizado el acto pues muchos manifestantes depositaron allí pancartas y carteles.
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Las proclamas de los manifestantes giraron entorno al proceso de reconstrucción tras la catástrofe. Según las asociaciones convocantes, las políticas económicas y sociales deben poner «las vidas en el centro». Además, también rechazaron la «vorágine burocrática» en la que se ven inmersas miles de familias a la hora de acceder a los recursos de ayuda, la inclusión de militares en el Consell así como las adjudicaciones de contratos millonarios destinados al proceso de reconstrucción «a empresas vinculadas con tramas de corrupción».
Más seguridad y menos altercados en una manifestación altamente reivindicativa, pero que discurrió sin indecentes a diferencia de lo vivido el pasado 9 de noviembre. La delegada del Gobierno, Pilar Bernabé, ensalzó la labor de los 500 agentes de la Policía Nacional que integraron en la tarde de ayer el dispositivo especial que veló por la seguridad de los casi 100.000 asistentes a la protesta. «La convocatoria transcurrió con absoluta normalidad y como Gobierno de España mostramos todo nuestro respeto», aseguró la dirigente gubernamental en la región.
Bernabé aprovechó la ocasión para recordar el «despliegue sin precedentes» de los 6.500 efectivos del Cuerpo Nacional de Policía que se encuentran trabajando todavía en la extinción de la emergencia en los municipios afectados por la riada en la provincia de Valencia. La delegada del Ejecutivo central en la región agradeció a su vez «el comportamiento cívico de todos aquellos valencianos que salieron a manifestarse».
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