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La lluvia ha cortado la sequía de los montes valencianos. Ha aportado humedad y favorecerá la floración de especies vegetales como el romero o el cantueso, que a las puertas de la primavera aún continuaban dormidos. El agua pinta la vida y con ella el monte será verde y volverá a ser reclamo esta próxima Pascua para miles de valencianos que acudirán a comerse la mona, a pasar una jornada entre pinares, hacerse una 'torrà' o una paella. Acudirán al campo y harán fuego, con el riesgo que ello implica, especialmente por el abandono de décadas que sufre.
De ahí que los ecologistas reclamen a la Administración autonómica que prohíba la circulación de vehículos por las pistas forestales con el fin de reducir la afluencia de visitantes.
«Riesgo va a haber siempre. Aumenta el riesgo porque aumenta el número de personas que visitan la montaña», ha asegurado Carles Arnal, miembro de la Comisión Forestal de Acció Ecologista Agró.
«El 80% de los fuegos tienen origen humano y la mayoría son por negligencias: una colilla, una hoguera, quema de restos de poda...», ha afirmado Arnal.
Con lo cual, reduciendo el número de visitantes que pueda acceder al monte, teóricamente también disminuye el riesgo potencial de que haya incendios forestales. Arnal ha recordado la Pascua de 2020, la del confinamiento. Aquel mes de abril «hubo tres incendios forestales y en 54 días de abril y mayo hubo cuatro».
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«No se trata de esperar otra pandemia. Si se restringiera el acceso a la montaña en coches y a las áreas de concentración de gente y se aumenta la vigilancia, se reduciría el número de incendios», ha asegurado Arnal. «Eso no quiere decir que se pueda ir a pie».
«Cuanta más gente entra hay más riesgo. Hay más basura, molestias e impacto. La gente suele ser más civilizada, pero su presencia entraña más riesgo», ha apuntado Santano Álvarez, presidente de la Asociación Profesional de Agentes Medioambientales de la Comunitat Valenciana.
Desde la Comisión Forestal de Agró también han defendido que «hay que prohibir las quemas de poda, darles una alternativa» para tratar de reducir la media de «400 incendios forestales que hay de media al año» en la Comunitat Valenciana.
En esa organización ecologista están en contra de eliminar la vegetación del monte bajo, de hacer cortafuegos, «porque después en ese mismo espacio crecen plantas más secas y propagan más el fuego», ha asegurado Carles Arnal.
Para los agentes medioambientales, el problema del monte es un asunto endémico y estriba en que hace décadas que ha dejado de ser rentable y no se trabaja. «Ya no hay vacas ni ovejas ni leñadores ni colmeneros», asegura Santano Álvarez, un veterano de la montaña valenciana.
«En los 70 y en los años 80, cuando éramos pobres, en cualquier pueblo de España había siempre trabajos que hacer en el monte, se hacían cosas, se trabajaba. Ahora estamos muy sensibilizados. Tenemos plantas protegidas y animales pero no nos damos cuenta de que el monte no se trabaja y con quererlo y hacerle fotos no es suficiente», ha declarado Santano Álvarez.
«La viruta forestal está por los suelos, es más barata que el petróleo y no interesa. En numerosos casos los árboles que derribó la tormenta 'Gloria' todavía están tirados, no se han aprovechado, no hay ninguna empresa que le rente llevárselos», ha afirmado el agente medioambiental.
«El mantenimiento que por ley y compromisos tendríamos que hacer, se queda todo en burocracia, en paseos en coche. Ya no vigilamos trabajos porque no se hacen. Nuestra función es la gestión forestal, pero ni se cortan pinos ni se oyen cencerros», ha asegurado Santano Álvarez.
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«No hay recursos públicos para la conservación del monte y la Administración debería de intervenir ahí. Si el sector ganadero no es rentable en el monte, la administración lo debería de incentivar. Pero el mundo rural está muerto y cuando se abandona una masía se acaba con las especies que viven alrededor», ha afirmado Álvarez.
En cuanto a las basuras, tanto Álvarez como Arnal no se muestran muy preocupados. Los desechos vertidos en el monte son cada vez menos, no así en las cunetas de las carreteras cercanas a las poblaciones, en especial residuos derivados de obras procedentes de grandes núcleos. Es el ejemplo de Náquera, una localidad de primeras y segundas residencias cercana a Valencia, enclavada en la sierra Calderona, cuyo alcalde, Damián Ibáñez, trata de impedirlas pero no tiene suficientes manos ni policías.
«Es una lucha continua y diaria», ha asegurado Ibáñez. La gran cantidad de caminos y recovecos con que cuenta esta población del Camp de Túria hace que haya numerosos espacios en los que los desaprensivos depositan «sobre todo restos de reforma. Mira que mantenemos abierto el ecoparque los sábados, pero no hay manera. La gente arroja los escombros donde mejor le parece y ya está», ha lamentado el primer edil. Ibáñez ha reconocido que para la Policía Local resulta muy difícil controlar todo el término municipal y más aún sorprender in fraganti a quienes realizan estas conductas incívicas.
En zonas del Mongó, en el término de Dénia, sí se pueden ver electrodomésticos y restos de obras en barrancos situados en zonas cercanas a urbanizaciones. El Ayuntamiento dianense suele contratar anualmente a una empresa para que limpie de estos enseres la montaña. Incluso hay propietarios de perros que salen a pasear con sus animales por el monte, recogen la deposición en una bolsa e incomprensiblemente la tiran a renglón seguido.
En cuanto a la incidencia de las actuales lluvias en la proliferación de la vegetación en los montes valencianos, ahora no es problema para los incendios, ha asegurado Santano Álvarez, «porque está húmeda y es más difícil propagarse el fuego. Ahora lo que hace es crecer la hierba verde. El problema vendrá cuando en el verano se seque, pero eso es lo normal Siempre que hay vegetación hay peligro de incendio».
Se quejan tanto desde los ecologistas hasta los antiguos agentes forestales que el Consell destina poco dinero a la prevención de incendios forestales y que hoy en día, en palabras de Santano Álvarez, «un incendio forestal se acaba cuando cesa el viento de poniente o se acaba el monte».
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