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El Poyo, lleno de agua el día de antes de la barrancada. IRENE MARSILLA

Embalses al límite, barrancos desbocados y falta de vigilancia: así fue la peor tarde de nuestra historia

Un informe de la Confederación Hidrográfica del Júcar evidencia lo cerca que se estuvo de una tragedia aún mayor

Viernes, 17 de enero 2025, 00:09

Usted recuerda lo que estaba haciendo en la tarde de la dana. Nosotros también. Quien lo vivió en primera persona, por supuesto, jamás podrá ... olvidarlo. La cicatriz de la peor tarde de nuestras vidas tardará en desaparecer, si es que lo hace en algún momento, pero los informes científicos nos permitirán explicarla. Van saliendo con cuentagotas, pero llegan. El último, y el definitivo, ha sido el de la Confederación Hidrográfica del Júcar, cuyo presidente, eso sí, sigue sin dar explicaciones. Este tipo de informes se hacen siempre que hay un grave episodio de lluvias o avenidas. Ha tardado un poco más que otros, pero el episodio también fue peor que otros. Su lectura evidencia que esa tarde y en la madrugada posterior se esquivó una tragedia mayúscula, inconmensurable, de esas que hacen que se acaben los adjetivos. Y eso que lo que sufrió l'Horta Sud en la peor tarde de la provincia de Valencia es material para las pesadillas de cientos de miles de valencianos.

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El informe técnico, de 31 páginas, analiza los caudales de los ríos y barrancos, cómo se llenaron y cómo se vaciaron los embalses y qué pasó en las cuencas del Poyo y del Magro hasta que la fuerza del agua se llevó los sensores y la CHJ y, por tanto, cientos de miles de valencianos se quedaran sin información sobre el monstruo de agua y cañas que bajaba desde Chiva. El informe, por tanto, pone en negro sobre blanco que la crecida fue muy superior a lo esperado. «Se observaron precipitaciones muy elevadas en la Plana de Utiel-Requena, la Hoya de Buñol, la Ribera Alta y los Serranos, con períodos de retorno estimados superiores a 2.000 años», indica el informe.

No es extraño, por tanto, que la dana provocara la peor tarde de nuestras vidas. Y lo hizo porque las tormentas estacionarias provocaron que el cielo se abriera sobre Chiva, Real, Chera o Siete Aguas, anegadas durante horas por una cortina constante. «No se ve nada», decían quienes ese día avisaban desde las localidades afectadas de que la lluvia no cesaba. Ni los más viejos del lugar recordaban algo así.

Ante esas tormentas constantes, los barrancos, ramblas, arroyos o escorrentías pronto dejaron de poder absorber el agua, que comenzó a correr con fuerza empujada por la gravedad hacia la pobladísima Horta Sud. Mientras, en el Magro, y ese fue el principal problema, la crecida ya había anegado Utiel, bajo las aguas desde las 15 horas, que es más o menos cuando empezó a llover con fuerza en los Serranos. El Magro llenó Forata, una presa situada en Yátova, y se temió, y mucho, por la integridad del embalse. Tanto es así que la principal preocupación en la tarde de la dana en el ya famoso Cecopi era que reventara Forata, lo que había provocado que 35.000 millones de litros de agua y cañas se abatieran sobre una Ribera indefensa que habría vivido una tragedia similar, cuanto menos, a lo que sufrió por Tous.

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Pero Forata aguantó. Mientras la CHJ, que había perdido los sensores en el Poyo a las 18.55 horas, y el Cecopi estaban centrados en mantener piedra sobre piedra en Forata (a las 18 horas empezaron a desaguar), en el Poyo se creaba un monstruo enorme, con más de 2.000 metros cúbicos por segundo. Si el Poyo ya había asustado en Chiva, donde a eso de las 16 horas ya prácticamente se había desbordado, cuando se encontró con el barranco de la Horteta, que baja de Godelleta y Turís, se convirtió en una pared de agua de varios metros de agua. El de la Horteta, que en Turís se conoce como de Cortichelles, venía de una zona donde ese día cayeron, según datos de la Agencia Estatal de Meteorología, más de 800 litros por metros cuadrado. Según los primeros cálculos, el Poyo se vio alimentado por unos 3.000 metros cúbicos por segundo que venían de la Horteta, escorrentía donde la CHJ no tienen ningún sensor. Tampoco, claro, escaleros a pie de barranco que puedan avisar. La tormenta perfecta, tanto meteorológica como de errores de gestión, provocó la peor tarde de la historia de la provincia de Valencia.

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