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A. RALLO
Jueves, 26 de octubre 2017, 00:39
Imaginen el trío. Juan Soler, expresidente del Valencia CF. Arruinado y desesperado. No hay forma de que Vicente Soriano, quien también fue máximo mandatario del club, le pague los cerca de 80 millones de euros que le adeuda por la fallida venta de las acciones de la entidad blanquinegra. Otro de los acusados: Ciro d'Anna, hostelero italiano con un cuarto de siglo en Valencia. Cogió fama con la conocida pizzeria Pavarotti, cerca de Mestalla, punto de reunión habitual de los futbolistas del Valencia. En sus mesas también se sentaba Juan Soler y su familia. En el momento de los hechos, en 2014, regentaba un local en el Mercado de Colón, zona noble de la ciudad en la que residía el propio Soler. El banquillo de los acusados lo completa Abdellatif Laarouibi 'Tati', un hombre 'de la noche', personal de seguridad de una conocida discoteca del puerto de Valencia, hoy desaparecida.
En esos mimbres se coló Rachid Behdaoui, delincuente habitual, viejo conocido de la policía que hoy se mantiene huido de la justicia. En su curriculum delictivo cuenta con una ristra de robos en domicilios, algún secuestro e incluso como apunte más sangriento el haber cortado la oreja a un hombre. Sin embargo, Tati, que dijo desconocer ese pasado, creyó que Rachid trabajaba para Bill Gates (Microsoft) y manejaba contactos en fondos de inversión árabes. Era un mentiroso excepcional, explicaron ayer en el juicio.
Hasta aquí los personajes y sus circunstancias. Lo que ocurrió en los inicios de aquel 2014 sigue siendo hoy un tremendo embrollo. La versión de los acusados coincide. Tati enlazó a Rachid con Soler porque este le dijo que era capaz de encontrar a un comprador para la deuda del expresidente. El empresario acumula dos sentencias contra Soriano de 40 millones de euros. Pero la deuda total suma 80. El negocio sería que Rachid vendiera los derechos sobre estas cantidades a cambio de una quita, una rebaja de los pagos. Esto se trata en una reunión en el despacho profesional de Soler. «Le di un informe de un detective donde se explicaban las cuentas en el extranjero que tenía Soriano», explicó ayer Soler. Se comentaron «porcentajes», pero respecto a la comisión de cada uno por el éxito de la operación comercial.
Los problemas comenzaron en un segundo encuentro, en marzo de 2014, siempre según los acusados. El plan había variado. «Hay otras formas de cobrar», propone Rachid. Es entonces cuando ya se nombra lo del secuestro. A partir de ese momento, Soler y el resto de los ahora acusados, supuestamente desconcertados ante tal anuncio, tratan que el intermediario desista de sus intenciones. «Intentamos asustarlo», indicó el expresidente. Por eso le dicen que la Policía le sigue los pasos. En realidad ya lo estaba haciendo, pero no sólo a él. Todos eran ya sospechosos. «A finales de mes, cuando le digo de abortar todo esto...Me dice que él ya ha tenido unos gastos y pide 300.000 euros por olvidarse de todo». En aquel momento, el expresidente del Valencia tiene un tremendo lío a sus espaldas. Más tarde, tras las detenciones, el confidente policial reitera su oferta: «Se presentó con un Jaguar nuevo en el despacho de mis abogados. Ofreció cambiar su versión a cambio de 300.000 euros».
El indicio más contundente contra el empresario es una conversación que Rachid graba en un piso de la calle Conde Salvatierra, propiedad del empresario. Soler no ofrece una explicación convincente de por qué se produjo aquello. «Me estaba empezando a amenazar. Sólo quería salir de allí por eso le dije que sí a todo».
La fiscal, que pide nueve meses de cárcel, no se mostró convencida de esta historia. En alguna ocasión expuso su incredulidad sobre el relato. El presidente del tribunal también dudó de esa estrategia de defensa. «En ese momento en el que estaban tan asustados... ¿No se les ocurrió acudir a la Policía?», preguntó el magistrado. Soler se arrepiente de no haberlo hecho. Tati no pensó que todo aquello desembocaría en esto. Grave error de cálculo. El verdadero temor para los acusados, no obstante, es la calificación del abogado de Vicente Soriano, que eleva su petición de cárcel a ocho años. Los acusados rechazaron su interrogatorio.
Las perspectivas de Soler mejoraron tras la declaración de uno de los policías que lideró la investigación. Las defensas lograron evidenciar las debilidades de unas pesquisas que fueron iniciadas y dirigidas por el confidente. «Le dimos credibilidad porque nos dio muchos detalles de cómo era la rutina de Soriano». Desgranó los planes, el rapto tras el almuerzo en un bar de la calle Isabel la Católica y su traslado en una furgoneta a un bajo de un población cercana a Valencia.
El plan continuaba con su salida al extranjero en una camioneta y un hipotético abandono en una gasolinera rodeado de droga. La información se la proporcionó Rachid a cambio de un trato de favor en otros asuntos. «Nos negamos porque estaban judicializados». Pero este continuó en esta labor de agente doble. Les avisó de los colombianos y a continuación se reunió con ellos, fue él quien ordenó el alquiler del bajo. Siempre guió a los agentes. Finalmente, el policía admitió: «Llegamos a pensar que todo era una invención de Rachid, si no llega a ser por la grabación». Un audio para el que también se ofreció el confidente, que manejó a su antojo el aparato de grabación.
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