Ismael Cortell en uno de sus campo de cerezos en la Vall de Gallinera. R. González

Incertidumbre en el 'Jerte valenciano'

Los cerezos de la Vall de Gallinera presentan una floración débil y desigual por la sequía y el cambio climático que levanta las alarmas entre los agricultores, que no se atreven a hacer estimaciones sobre la cosecha o los precios de la fruta

R. González

La Vall de Gallinera

Jueves, 4 de abril 2024, 00:11

La flor de los cerezos tiñen de blanco el paisaje de la Vall de Gallinera cada mes de marzo. Cuando pasa San José son muchas las personas que se acercan a esta localidad y a otras próximas para admirar esa explosión de belleza en ... unas tierras que muchos califican como el 'Jerte valenciano'. Sin embargo, este año se cierne la incertidumbre entre los agricultores de esa zona la comarca de la Marina Alta porque la floración de estos admirados árboles es débil y desigual y, en lugar de estar los campos cubiertos por un manto uniforme de flores, sus ramas apenas muestran algunas pinceladas blancas.

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La variedad predominante en este paraje de Les Valls es la burlat, una cereza temprana de un color rojo intenso y dulce. Necesita un buen invierno con 700 horas de frío, que este año sí ha conseguido. Sin embargo, la sequía ha hecho que los árboles sufran un estrés hídrico ante la escasez de lluvias, lo que ha afectado a su fuerza. De manera que los cerezos han sido incapaces, de momento, de provocar esa explosión de flores, según explica Ismael Cortell, presidente de la Cooperativa Cerezas de la Montaña de Alicante.

También el cambio climático ha aportado su granito de arena a esta preocupante situación. A las altas temperaturas que se han registrado durante algunas semanas de este invierno hay que añadir que la lluvia de septiembre hizo que los árboles rebrotaran en octubre. Eso provocó que en enero se pudieran ver algunas cerezas rojas en los campos. De esta forma, los frutales se han debilitado y no han descansado y cogido la fuerza necesaria para alcanzar su máximo esplendor.

Aspecto que presentan ahora los campos frente al de hace años cuando estaban repletos de flores. R. G/T. R.

Los escasos litros que cayeron durante la Semana Santa tampoco han servido de revulsivo, pues sólo mojaron la capa superficial de la tierra. Esto hace que entre los agricultores crezca el desasosiego, especialmente cuando echan la vista atrás y recuerdan que las últimas cinco campañas fueron «catastróficas», como ellos mismo han reconocido tras cada cosecha. Un revés tras otro que ha hecho que algunos opten por abandonar los campos.

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El pasado año cerraron sin tener «ni para la familiar», recuerda Cortell. En 2022 sólo recogieron 3.000 kilos, muy lejos de los 700.000 que se alcanzaban en las temporadas buenas. Es precisamente la zona más montañosa, donde está la Vall de Gallinera, el área donde más se están notando los efectos de la sequía en los cerezos, como señalan desde el Consejo Regulador de la Indicación Geográfica Protegida (IGP) Montaña de Alicante. En cambio, en los campos de Villena, que también forma parte, la producción de su fruta, que es de media temporada, está teniendo buenos resultados y maquillan los de la parte más perjudicada, haciendo que la debacle no sea tan acusada.

Los datos que maneja el Consejo Regulador muestran que en la Montaña de Alicante se llegaron a cosechar en 2018 algo más de 3 millones de kilos de cereza, aunque menos de un tercio estaban dentro del marco del IGP. Al año siguiente el cómputo se dividió casi por tres en ambos casos, con 1.202.109 kilos y 338.181 kilos, respectivamente. En 2020 sufrió un nuevo bajón y tras dos campañas en las que se experimentó una mejoría, el pasado año se recogieron 551.227 kilos en total, la mayoría de ellos, algo más de 504.000 kilos, pertenecían a la IGP.

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De cara a esta año ni la cooperativa ni el Consejo Regulador se atreven a aventurar cómo irá la campaña, ni los resultados estimados o los precios que puede alcanzar la fruta en caso de escasa cosecha. Ismael Cortell dice que para que fuera un resultado «medio decente» haría falta que la cooperativa, que antaño llegó a reunir a un millar de personas y ahora apenas se ha quedado en unas 60, alcanzara por lo menos los 300.000 kilos.

De no ser así, los agricultores tendrían antes sí un panorama muy complicado. En caso de no encontrar soluciones para salir adelante, poco a poco muchos abandonarán definitivamente los campos porque no sólo no son rentables, sino que llevan varios años acumulados en los que gastos se comen las reservas y han llegado a situación insostenible.

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Las opciones para mantenerse a flote y seguir apostando por cultivar los cerezos pasarían por aspectos que Cortell considera cruciales. Uno de ellos sería la diversificación, plantando otras variedades que necesiten menos horas de frío y agua que la burlat. Ya están haciendo pruebas con la royal tioga, que no es tan dulce como la que ahora cultivan.

R. G.

Otro aspecto primordial, añade el presidente de la cooperativa, radica en el apoyo de las administraciones. Un respaldo que podría llegar a través de ayudas individuales, a estructuras o para que los agricultores colaboren en mantener limpio el territorio, algo que resulta de gran importancia en caso de incendio.

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