«Hola, soy Ana, quiero hacerte una oferta por tu piso. Llámame». Esta frase, que va acompañada de un número de teléfono, está escrita en ... un papelito pequeño, como si Ana fuera la vecina del quinto que quiere hacerte un favor comprando tu arrasada planta baja tras la dana. Los trocitos de papel aparecen en los buzones, o debajo de las puertas de las viviendas que la barrancada ha dejado completamente destrozadas en el Parque Alcosa de Alfafar. «Yo no he hecho ni caso, y lo tenía ahí para tirarlo», dice Herminia Sánchez, cartera de profesión, que ya ha comenzado a reformarse la vivienda. «Como no quiero vender, no he llamado, a saber qué ofrecen». Pues lo que ofrecen son «200 o, estirando mucho, 250 euros por metro cuadrado». Fue lo que le dijo un individuo que apareció por la puerta de la casa de un vecino de Paiporta hace ya unas semanas. Es decir, un máximo de 25.000 euros por cien metros cuadrados, un precio muy por debajo del valor de la zona, que en Parque Alcosa está sobre los 1.500 euros por metro cuadrado de media, según el portal inmobiliario Idealista. Sí, hay una rebaja lógica por pisos sin reformar, pero la diferencia es abismal. «Yo compré una planta baja el pasado mes de mayo en Parque Alcosa y me costó más de 100.000 euros», asegura Jose Gramaje, que se niega a vender a esos precios. «Tengo la suerte de no necesitar esa casa para vivir, pero sé de gente que está vendiendo porque no tiene otro remedio», asegura.
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Antonio López sale del patio de uno de los edificios de Parque Alcosa, un barrio nacido obrero en Alfafar a finales de los sesenta, y que desde sus inicios se convirtió en símbolo de las luchas vecinales por conseguir servicios básicos. «Mi vecino ya ha vendido. A él le han dado 20.000. Es una pena porque se han aprovechado de que no tiene dinero para reformar, de que ya es una persona mayor». Ha acabado en casa de su hermana, y de ahí seguramente a una residencia, lamenta Antonio.
La mayoría de vecinos de Parque Alcosa conoce los famosos papelitos, pero claro, no ayuda que ahora haya enormes dificultades para encontrar una empresa de reformas. «Y también ahí hay quien se aprovecha, porque hay mucha demanda».
Entre los compradores de plantas bajas se ve merodear a quienes llaman a puerta fría, casa por casa. E incluso quienes se han llegado a instalar con una mesa plegable al lado del reparto de alimentos como si fueran unos voluntarios más, una práctica que cuando el sector inmobiliario fue conocedor rechazó de plano. «Se están aprovechando porque las ayudas son irrisorias, el consorcio todavía no les ha pagado o, directamente, los propietarios no tienen seguro. Encima, la gente está desesperada porque tampoco hay viviendas en alquiler», explica Pilar Martínez, gestora en uno de los municipios afectados por la dana.
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Vicente Díez es portavoz del Colegio Oficial de Administradores de la Propiedad Inmobiliaria de Valencia, y admite que el valor de una planta baja que ha quedado arrasada no puede ser nunca el mismo de una vivienda está en buenas condiciones. Sin embargo, deja claro que hay que asesorarse con profesionales del sector antes de vender. De hecho, Nora García, presidenta de la Asociación de Inmobiliarias de la Comunitat Valenciana, Asicval, alertaba hace unas semanas de las prácticas de los vendedores de algunas franquicias que atosigan a los potenciales vendedores para que acaben deshaciéndose del piso. «Por suerte, son una minoría, pero hacen daño al sector», asegura.
Javier Torrens es asesor inmobiliario en Paiporta, y mientras lucha por volver a abrir su propio local afectado por la dana, denuncia que ha habido grupos inversores de Madrid o Barcelona que «me han llamado para que les haga de intermediario con el objetivo de comprar plantas bajas a precios por debajo del valor. Yo me he negado, por supuesto, y siempre les digo a los propietarios que ahora quieren vender que no lo hagan, que esperen unos meses, porque hay oportunistas intentando hacer negocio de la desgracia». Analú Soler, agente inmobiliaria que lleva años trabajando en la zona, lo reitera: «Se están intentando aprovechar de la desgracia».
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Torrens, que las primeras semanas convirtió su negocio en un punto de entrega de ayuda humanitaria, que aclara que quienes se aprovechan son una minoría, explica que el mercado inmobiliario en la zona dana se ha resentido: «Nosotros teníamos en marcha seis operaciones y cinco se han caído». Cree que va a haber una bajada de los precios porque es difícil que gente de fuera quiera instalarse en uno de los municipios afectados por la dana, al menos en los próximos meses. «Seguirá habiendo demanda, está claro, pero sobre todo por el arraigo de quienes ya viven en la zona», explica Torrens. De hecho, la presión inmobiliaria en la zona antes del 29 de octubre era tan intensa que se habían reformado bajos para alquilar por habitaciones. «Ahora se han ido todos inquilinos», explica Analú Soler.
El miedo a vivir en un bajo es muy real, y faltará por ver cómo afecta al precio y a la demanda. «Mi vecina tiene mucho miedo, ya no quiere vivir en un bajo porque salvó la vida de milagro», asegura Luisa Fernández, vecina de Paiporta. Juanjo Torres explica que le ofrecieron un bajo por 45.000 euros, pero dijo que no. «Mi mujer tiene pánico».
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Lo que está claro es que una visita virtual por los portales de compra venta de viviendas muestra una ventana bastante alejada de la realidad que se vive en estos municipios. Es decir, hay inmuebles que se han visto muy afectados a precios muy elevados, e incluso casas con fotografías anteriores al 29 de octubre que no reflejan el estado actual de la propiedad.
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