![La mayoría de pasajeros del metro de Valencia llevan la mascarilla](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202302/08/media/cortadas/SINMASCARILLA_02-Rsikk0vn8bKUv43sPoSfyUM-624x385@Las%20Provincias.jpg)
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BELÉN HERNÁNDEZ
Miércoles, 8 de febrero 2023, 13:43
La imagen del primer día en el que se levanta la obligatoriedad de llevar la mascarilla en el transporte público poco dista a la que se observaba en jornadas anteriores. Una mirada por la boca del metro de Xàtiva y de las paradas de autobús de la plaza de San Agustín dejan claro que los valencianos no se fían de quitarse la mascarilla en los lugares con aglomeraciones. Pocos son los rostros que se ven al descubierto. Mucha gente joven que estaba a favor de que se eliminara la normativa no se desprenden de la mascarilla en el transporte público.
Joan acaba de cumplir 40 años. Al preguntarle su edad responde con «treinta...» y luego rectifica. Sale del metro en la parada de Xàtiva y se retira una mascarilla de color azul que llevaba puesta durante todo el trayecto. «Estoy de acuerdo con que cada uno pueda decidir si se la pone o no, pero yo la voy a seguir usando de momento», cuenta Joan. No sólo la usa como prevención contra el Covid. «Ahora hay mucha gente constipada o con gripe y así evito contagiarme», desvela el hombre.
Es una mañana lluviosa. Los viajeros se resguardan debajo de la marquesina de la parada de autobús. Algunos de ellos llevan puesta la mascarilla de antemano antes de subir al vehículo, arriesgándose a que se moje y se adhiera al rostro. Entre las personas que se abrazan a sí mismas para tratar de ponerle un parche al frío está Teresa. Tiene 48 años. Ya lleva puesto el cubrebocas aunque a su medio de transporte todavía le queden varios minutos para llegar. Teresa tiene miedo. Y es que se ha contagiado de coronavirus dos veces. Conoce los síntomas de primera mano. El aislamiento que supone no poder abrazar a tus seres queridos hasta que el test de antígenos sólo marque una raya. Quiere evitar a toda costa volver a pasar por aquel mal trago. «Se han excedido quitándolas aunque también era un sin sentido porque luego vas a un bar y está todo el mundo en piña», lamenta la mujer de 48 años.
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Hay quien ansiaba librarse de las mascarillas pero, como Teresa, también hay personas más críticas que consideran que las medidas de contención del virus deberían haber perdurado en el tiempo. Aquellos que se niegan a darle la espalda al Covid. Que todavía no bajan la guardia. Pero un sentimiento compartido por los valencianos es el respeto a la decisión individual de cada uno. Aquellos que reniegan de llevar su rostro al descubierto no se sienten inseguros. La frase más compartida es: «Yo la voy a usar y el resto que haga lo que quiera».
Isabel espera el autobús junto a su nieta Alba. La mujer de 67 años rebusca con insistencia en sus bolsillos. Se le suele olvidar, aunque es fiel defensora de usarla. Alba, de 18 años, no opina igual que su abuela. «Yo ya me la he quitado. Me parece bien que no sea obligatorio porque en ningún sitio la llevamos», cuenta la joven. Isabel se sorprende al escuchar la respuesta de su nieta y se coloca bien su FPP2. No piensa prescindir de ella en las aglomeraciones del transporte público.
Paqui tiene que coger todos los días el autobús. Para la mujer de 37 años, tener que cubrirse nariz y boca durante el trayecto suponía todo un infierno. «Tengo mucha alergia y me molestaba muchísimo ponérmela», dice aliviada de haberse librado de la incomodidad que suponía para ella llevarla. Ahora sus días serán un poco más amenos. Paqui tampoco le veía sentido a tener que llevar mascarilla en el transporte público. Aquellos espacios que se convirtieron en los únicos recuerdos vivos de la pandemia. Aun así, opina: «Lo que sí que veo bien es que en los centros sanitarios sea obligatorio llevarla para prevenir los contagios».
Lo que más chocaba a los jóvenes era tener que llevar la mascarilla en el trayecto de ida a locales de ocio. Protegerse del coronavirus durante unos minutos para después estar rodeados hasta la madrugada de cientos de personas apelotonadas, bailando y cantando. Una vida nocturna que recuerda a la realidad que conocíamos antes de aquel fatídico mes de marzo de 2020.
La vuelta a las formas de socialización de siempre ha hecho que para algunos el Covid sea sólo un mal sueño del que han logrado despertar. A Marta, de 20 años, la mascarilla siempre se le olvidaba. «Muchas veces que he tenido que coger el metro no llevaba encima y he tenido que ir a un supermercado cercano a comprar una», cuenta la joven. Imaginarla retrotrae a una escena que ha sido muy común en los meses anteriores al fin de la obligatoriedad. Personas que esperaban en la boca del metro o se paseaban por los alrededores pidiendo: «¿Tienes una mascarilla de sobra?»
Aunque parezca mentira, en las marquesinas de la EMT no todo vale. En el reglamento pone que queda prohibido fumar incluso en las paradas de los autobuses. Una norma que pasa desapercibida para los valencianos, que no temen sacar la cajetilla de tabaco de sus bolsillos y encenderse un cigarro para amenizar la espera.
Las prohibiciones no se limitan al tabaco. Van más allá. Si quieres esperar al autobús mientras escuchas música pero te has dejado en casa los auriculares y piensas reproducir una canción en voz alta, olvídate. Tampoco está permitido consumir bebidas alcohólicas o estupefacientes. Como recoge el reglamento de la EMT, no se puede escupir o pintar las marquesinas ni pegar adhesivos. Sin olvidar que no está permitido tirar envoltorios de comida o de basura al suelo.
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