Javier Urra, psicólogo
«A los niños de la zona cero hay que darles seguridad: ya saben que son vulnerables»Javier Urra, psicólogo
«A los niños de la zona cero hay que darles seguridad: ya saben que son vulnerables»El psicólogo Javier Urra (Estella, 1957) contesta a LAS PROVINCIAS por teléfono, en plena gira de promoción de su más reciente obra, de sugerente título: ' ... Hijos, prevención de riesgos'. Es un enfoque muy pertinente por cierto al respecto de la tragedia vivida en Valencia y de su punto de vista sobre cómo afectó, con especial incidencia, a los menores. Defensor del Menor en Madrid entre 1996 y 2001, es una voz muy autorizada para saber, precisamente, cómo prevenir entre los más pequeños de la zona cero los efectos de la DANA en la psique de ese colectivo.
Publicidad
- Se calcula que casi 50.000 menores residen en los municipios más castigados por la DANA. Si fuera usted el padre de uno de ellos y viera que flaquea después de lo sucedido, ¿qué le diría? ¿O qué haría?
- Lo tengo muy claro. Les daría amor, estaría con ellos, les acompañaría. Y les trasladaría seguridad. Les diría que esto no va a volver a pasar, que esto nos ha pasado una vez pero que no estaba previsto y que ya no volverá a pasar.
- ¿Y cómo se lo diría? ¿Cómo sería su tono? ¿Afectivo, serio?
- Le hablaría con toda la seriedad que tiene el tema y con toda la seriedad que tiene un niño, porque a los niños hay que hablarles con seriedad. Un niño con siete años ya entiende perfectamente lo que le explicas y más si va a pasar por un hecho tan traumático. Si fuera su familia, le diría que esto ha sido dramático pero que nosotros estamos vivos, nos queremos mucho y nos vamos a seguir queriendo mucho precisamente porque hemos visto la tragedia tan de cerca.
Publicidad
- ¿Incluso si han perdido a algún ser querido?
- Bueno, entonces estaríamos hablando de otra cosa. Del duelo, del sufrimiento… En esos casos buscaría normalizar.
- ¿Normalizar?
- Sí, normalizar. Que un día esté jugando, otro día se echa a llorar, al otro esté un poco deprimido y callado... Eso es normal en estas circunstancias. Y lo que haría sería observar, observar mucho, para saber si hay un cambio cognitivo y conductual sorpresivo.
- ¿Por ejemplo?
- Pues por ejemplo si el menor era muy optimista y muy esperanzador, muy simpático, y ahora deja de reír. O que tenga conductas un tanto compulsivas, como lavarse muchos las manos, que no consiga conciliar el sueño, que tenga una alimentación o excesiva o muy reducida en comparación con la de antes. Esos cambios sí serían sintomáticos de algo más profundo. Y otra cuestión muy importante con los niños de corta edad: dejarles lápices de colores y papel que dibujen, sin hablarles ni interrumpirles. Que hagan sus dibujos con lo que les viene a la cabeza y lo que muchas veces no verbalizan, porque eso sirve para que se expliquen.
Publicidad
- El dibujo como terapia.
- Sí, porque no se trata de estar preguntándole a ver qué nos explica, como si fuera un adulto. Porque en esos casos un niño puede no querer decepcionarnos y, sin embargo, de pronto vemos que dibuja una figura y que esa figura es algo relativo a la muerte. O hace el dibujo del desbordamiento de un río. Hay que dejarle en paz, que lo haga. Y luego ya sí, ya le preguntaría de dónde sale eso, dónde lo ha visto. Y que conteste si lo vio en la realidad o es que sueña con eso.
Publicidad
- ¿Y cuál es el rango de edad que pueda ser más preocupante? Entiendo por lo que me dice que hay que planificar estrategias distintas según sean más mayores o más pequeños.
- Depende de las edades, claro. Una cosa es un niño hasta los siete años hasta los catorce, que es un bloque de edad clarísimo, y otro bloque de edad que ya está por los catorce. A los primeros les insistiría con lo que digo, el tema de los dibujos: que se expresen en el papel y del papel pasemos a las explicaciones. Y hablarles con mucha claridad. Decirles por qué los papás estamos tristes, si has perdido al abuelo o a un ser querido, si has perdido tu empresa, tu negocio… Decirlo a los hijos, decirles: 'Oye, tú estás triste pero yo también y hay veces que me voy a la cama y lloro'. Y decirles que, pese a todo, nos vamos a levantar, vamos a mirar al futuro. Y que la vida continúa pero que la vida no es justa. Ellos lo entienden porque son muy inteligentes. Y entienden también si les decimos que vamos a intentar que esto no suceda nunca más y que vamos intentar ayudar a otros. Este es un concepto esencial para los niños: que sepan que la sociedad, en estas situaciones, se moviliza y ayuda. Y que ayudan también los más jóvenes.
- Ese es un factor que ha llamado la atención, la movilización de los más jóvenes. ¿Le parece que puede ayudar a alimentar también la moral de los menores?
- Bueno, a mí me llama mucho la atención que la sociedad española pareciera sorprendida de que los jóvenes ayudasen. ¿Es que esperaban que no lo hicieran? Verá, a mí me han hecho no cientos, sino miles de entrevistas colegas suyos sobre los jóvenes. Y siempre, siempre, siempre, sobre cuestiones negativas. La droga, la violencia paterno-filial, la adicción a las pantallas… Nunca sobre cuestiones positivas. Es como que nos sorprenda que los jóvenes hagan cosas positivas.
Publicidad
- Pues rompo el hielo. Explique cuál es su visión sobre los jóvenes en clave positiva.
- Es sencillo. Los jóvenes están muy, muy, muy implicados. No son tan egoístas como se les dice. Si pueden, van a ayudar aunque tengan 16 años. Si ven a alguien que está compungido, le van a ayudar. Si ven a alguien mayor que no puede cruzar una calle porque está embarrada, le cogerán en brazos y le ayudarán. Y ese es el camino a seguir. Una lección de solidaridad, de compromiso, de respeto generacional. Mire, cuando nos golpeó la covid, hubo gente que sabe poco y habla mucho que dijo que los más golpeados iban a ser los ancianos. Y yo entonces dije que no, que los ancianos puede que no se manejen bien en un entorno digital, pero están como más endurecidos, saben más de cómo se vive en soledad, están acostumbrados a sufrir. En cambio, los jóvenes que sí se manejan por internet y lo que queramos, tuvieron grandes problemas. ¿Por qué? Porque estaban encerrados, porque no podían hacer nada, Porque no habían perdido el contacto con su entorno escolar, sus amigos.
En su último libro, 'Hijos: prevención de riesgos', Javier Urra propone al lector una especie de guía práctica sobre cómo prevenir y abordar de la mejor manera posible los riesgos que amenazan la educación de niños y adolescentes. Su faceta pedagógica se despliega a través de esta clase de publicaciones donde despliega la idea que tiene de su oficio, aplicables al caso de la Valencia postsDANA: «Los psicólogos tenemos que hacer las cosas con mucha humildad, con mucha sencillez». Y apunta en sus palabras hacia una analogía de la tragedia del 29-O con otra fecha fatal: los atentados del 11-M en Madrid. «Entonces aprendimos mucho», afirma. ¿Por ejemplo? «Por ejemplo, que una profesión como la nuestra tiene que ayudar a la gente que no tiene esa capacidad en situaciones que son dramáticas. Luego llegas a casa y te rompes a llorar pero sabiendo que no todo el mundo vale para ser cirujano ni para ayudar a la gente cuando está hundida y destrozada».
- Esa comparación con esta coyuntura de la DANA es muy interesante. ¿Se puede aplicar alguna lección de aquellos días de pandemia para ayudar hoy a los menores de la zona cero?
Noticia Patrocinada
- Es que es distinto porque ahora pasa algo esencial. En Valencia, los menores sí han podido ayudar. Y esto es importante. Otra cosa es la tragedia, que es brutal, imprevisible, y que ha generado en todos, en niños, en adolescentes, en jóvenes y en mayores, un sentimiento de alta vulnerabilidad. Al fondo del cerebro hay algo que nos dice si esto puede volver a pasa, se pregunta qué nos ha pasado... Es un reconocimiento de que somos muy vulnerables.
- Por eso mencionaba usted que hay que transmitir seguridad a los más pequeños.
- Exacto. Hay que transmitir a los niños seguridad y amor, mucho amor, mucho. Decirles que en la familia todos nos queremos mucho, que los papás también están tristes pero van a poner su mejor sonrisa. Y algo muy importante, sobre todo para los adolescentes: es vital la presencia en los colegios, abrir de nuevo las aulas. Que vean a sus compañeros, a sus profesores, que vuelva la normalidad, porque ellos, a diferencia de los adultos, viven siempre en el presente. Nosotros estamos pensando en lo que fue nuestra vida pero ellos no y eso nos hace difícil entenderlos. Tenemos que pensar que el niño puede estar muy triste por una situación y sin embargo de repente se pone a jugar y se olvida de todo. Para un adulto eso es mucho más difícil.
Publicidad
- Y por eso se complica tanto para nosotros entenderles. Y ayudarles en un contexto como el que trajo la DANA.
- Claro, por eso digo que hay que hablares con la misma seriedad y el mismo rigor que hablamos entre nosotros. Hay que hablarles con psicología, sabiendo que la psicología ha demostrado que las malas noticias no son recibidas por el ser humano. Nos negamos a ellas. El ser humano no está preparado para eso, siempre se sorprende, porque cree que tiene todo controlado. Porque necesita creerlo.
- Habrá visto que hasta Valencia han llegado efectivos de emergencia de toda índole para ayudar en la reconstrucción. ¿Se necesitaría también una especie de batallón de psicólogos y otros expertos para ayudar a mejorar el ánimo colectivo, incluido el de los menores?
Publicidad
- No, al contrario. Necesitamos normalizar. Soy amigo del decano del Colegio de Psicología, Francisco Santolaya, y sé que en Valencia hay muy buenos profesionales que lo van a hacer estupendamente bien. Ver en acción a ese batallón de psicólogos que menciona generaría alarma y una psicologización excesiva. Hay que tratar la tragedia con los menores con cierta naturalidad. Decirles que es normal que estemos mal. Es decir, si has visto la muerte de cerca, a tu padre llorar... O que si tu mamá se desespera porque todo lo que tenía se ha estropeado, lo normal es que te encuentres mal. Y, claro, en ese momento al menor hay que acompañarlo, pero teniendo en cuenta que cada uno es distinto. Que por sus características de temperamento o porque tengan tendencia personal a la soledad, puede que el día de mañana se detecte en ellos un atisbo de estrés postraumático. Y eso hay que tratarlo, sí, pero serán solo unos casos. Pensar que todos los niños van a sufrir porque están ante una situación que les desborda, que les va a marcar para siempre y les va a traumatizar… No, no, no.
- Porque cada ser humano reacciona de manera distinta y también ocurre en el caso de los menores.
- Es que hay que saber que la psicología es una ciencia muy difícil. Ya se lo dijo Einstein a Freud: 'Lo suyo es más difícil que lo mío'. Yo he trabajado con gente que que ha sido agredida, maltratada. Con mucha gente que ha sido violada. Y le digo que eso se supera. Y que hay también un porcentaje que no, que no lo supera, que llega a mi consulta con escuelas de ansiedad, de nerviosismo, de estrés, de dificultad para dormir... Y hay otro porcentaje de gente que no sufre ese trauma, dependiendo del carácter, de la ayuda de la familia o del entorno... ¿Cómo? Porque se les acompaña. Por eso digo que en el caso concreto de quienes han sufrido la DANA en Valencia, especialmente entre los menores, es muy importante que no se sientan olvidados. La fraternidad entre seres humanos es esencial y si notas que estás en una situación de injusticia, que es algo distinto al azar, se genera un sentimiento de indefensión, de impotencia. Y se vuelca en otro sentimiento: el de rabia, la rabia de buscar culpables.
Publicidad
- Hubo de hecho, como recordará, un estallido de rabia popular en Paiporta, durante la primera visita de los Reyes.
- Pero yo creo que la gente valora mucho esa presencia. Que una institución como son los Reyes, a veces inalcanzable por su jerarquía, se les vea llorando… Eso la gente lo valora mucho, sea o no sea monárquica, no es un tema de ideología política. Es eso que aconsejamos los psicólogos: algo hay que hacer. Escuchar y no intentar imponer.
- Hay otra clase de ayudas. Usted ha citado el apoyo familiar, pero entiendo que también debería movilizarse la ayuda que prestan los profesionales. Incluso la farmacopea.
- Sí, de hecho habrá que valorar mejor con el paso del tiempo cómo sube por Valencia la prescripción de psicofármacos como antidepresivos y ansiolíticos. Porque cuando hay circunstancia como ésta, ayudando a los padres también ayudas a los niños. Sin estigmatizar la salud mental. Si me rompo un diente porque me caigo al caminar entre el barro, voy al odontólogo. Y si me chocó contra una pared y se me rompe la cabeza del húmero, voy al traumatólogo. Pues si tú te encuentras mal emocionalmente y ves que no consigues superar la pena, el sufrimiento o la pérdida de un ser humano, también necesitas a un profesional.. Porque además va a surgir otro elemento preocupante, el del sentimiento de culpabilidad.
Publicidad
-¿A qué se refiere?
- A gente que va a sentirse culpable aunque no tenga la culpa de nada. No es un sentimiento contradictorio pero sí una sensación horrorosa. Hay muchas personas que se van a hacer preguntas de por qué estaba ese día en tal sitio y no se le ocurrió subir al tejado…. Y eso se puede transformar en un discurso obsesivo, que si se hace compulsivo nos está enviando un SOS.
- ¿Y qué se hace entonces? Se lo pregunto si hubiera casos de menores entre quienes sufran esas conductas.
- Hay que tratarlos, claro, pero porque veamos que realmente están empezando a iniciar una deriva que requiere tratamiento. Tratar a todos sería hacer enfermar a una gente que es normal, sólo que está sufriendo porque la situación general es de sufrimiento. Lo que sería anormal sería encontrar a alguien que no sufre nada, que no ha llorado nada, que no le importó nada lo que pasó. Eso sería anormal y muy significativo de una patología determinada.
- ¿Una patología que se puede prolongar en el tiempo? Lo pregunto porque he leído casos de quienes sufrieron el 11S en Nueva York siendo menores y que ven que pasa el tiempo y ellos siguen convalecientes. Incluso se van de casa esos días para no tener que recordar el horror cuando se hacen homenajes a las víctimas.
- Ahí hay una diferencia respecto a Valencia que tiene que ver con el tratamiento entre los medios de comunicación. En las Torres Gemelas veíamos aquellos puntitos negros caer al vacío y sabíamos que eran personas. Ese aspecto icónico no concurre en Valencia. Los medios han transmitido el dolor, el sufrimiento, la desolación que se ha generado… Hemos visto el agua y el barro, pero no hemos visto imagen de un puntito cayendo, sabiendo que eso que se cae es una persona.
Publicidad
- ¿Y eso ayuda? Hay quien opina que es mejor publicar la verdad cruda, desnuda. Aunque sea dolorosa.
- Ayuda porque la noción de imagen es muy poderosa. Lo que se ve no existe.
- ¿Y eso es un consuelo?
- Es un consuelo sobre todo porque en Valencia hay una circunstancia que hace que la devastación haya sido mayor y el dolor, incalculable: es la situación de indefensión. Valencia se vio absolutamente sorprendida Y esto es algo muy importante para el ser humano, que sufre cuando se siente absolutamente indefenso y sin ayuda. Cuando ves que no llega nadie, que nadie te lo arregla, que pasa un día, que pasan dos… Esa sensación no ya de impotencia, sino de indefensión, es muy difícil de elaborar, de aceptar. No estamos preparados para pensar que nada ni nadie puede venir desde el exterior a ayudarnos.
- ¿Y teme que el día de mañana, dentro de veinte años, los menores de hoy sigan sintiendo un escalofrío ante cada 29 de octubre, como ocurre en Nueva York?
- No se puede saber concluyentemente. Habrá gente que sí, que va a quedar traumatizada y en esos casos habrá que minimizar el trauma. Lo que no se puede es decir esa frase hecha que no es verdad: lo de que el tiempo lo cura todo. No, no es verdad, no es verdad que el tiempo lo cura todo porque habrá casos que nunca se podrán resolver. Igual que no es verdad eso de decirle a una víctima que te pones en su lugar. Es una frase hecha pero no sentida. Y hay que tener mucho cuidado porque la víctima se puede sentir muy engañada si cree que son frases huecas.
- ¿Y entonces? ¿Qué se les puede decir?
- Sólo puedes decirles lo que sientas de corazón. Aunque lo mejor que puedes hacer es escuchar. Escuchar lo que tienes que escuchar.
- Un consejo que supongo que vale tanto para los adultos como para los menores.
Publicidad
- Sí. Y para los menores, poner cuanto antes a funcionar de nuevo el mejor fonendoscopio que tenemos: tu profesora, tu profesor. Los que tienen que gestionar a veinte alumnos y saben cómo decirles que todo cuesta, que hay que organizarse. El que te dice que hay un chaval que lo está pasando mal, que tiene unos cambios de humor muy sorpresivos y que hay que hablar con él pero sin sacarlo de la escuela ni hacer una situación clínica. El que sabe decirle que tiene que hablar y que tiene que llorar.
Suscríbete a Las Provincias al mejor precio: 3 meses por 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.