Tal y como se ha podido ver este verano en toda España y también en la Comunitat los incendios forestales están siendo ya un ... problema pero aún lo serán más en un futuro inmediato como consecuencia del cambio climático. Este es el sentir común de los expertos.
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Hasta este verano y durante los últimos años se había registrado un importante descenso en el número de siniestros forestales en la Comunitat. En el periodo 2011-2020, según el informe 'Estado del Medio Ambiente', en la autonomía se han quemado 81.335 hectáreas, una cifra lejana a las más de 250.000 que ardieron en la última década del siglo pasado cuando se alcanzó el máximo.
Pero estos datos positivos se ven empañados por el hecho de que seis de cada diez incendios forestales declarados en la Comunitat durante este periodo tiene una causa humana, bien sea por una negligencia o bien por ser directamente provocado por un pirómano.
Unas quemas agrícolas mal controladas, una colilla abandonada, unos trabajos forestales u otras causas similares pueden desencadenar, ya lo han hecho, una tragedia sin precedentes. Por todo ello, se está pidiendo máxima precaución y se han arbitrado medidas para paliar estas cifras que son muy preocupantes.
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Los dos grandes incendios que este verano han asolado la Comunitat han sido provocados por causas naturales. Un rayo fue el origen del de Bejís que asoló casi 20.000 hectáreas y también el de la Vall d'Ebo que arrasó más de 10.000 hectáreas, tal y como se recoge en el último boletín Espurna publicado por la Conselleria de Emergencia Climática.
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Según el informe, los incendios forestales son una de las principales amenazas sobre el medio natural de la Comunitat tanto por su impacto directo (casi 800.000 hectáreas se han quemando en la Comunitat en el último medio siglo) como por los procesos irreversibles de degradación que pueden inducir. En especial desde el documento se llama la atención sobre fenómenos como la pérdida de suelo.
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Además, algunos incendios, sobre todo los considerados como megaincendios (por su velocidad, extensión e intensidad), «ponen en grave riesgo a infraestructuras y vidas humanas por lo que han pasado de ser una amenaza forestal para convertirse en una emergencia de seguridad».
Se da la circunstancia, según el informe, de que el número de grandes incendios se ha visto reducido durante los últimos años pero aún así siguen concentrando la mayor parte de la superficie quemada.
Al margen de su impacto directo sobre la superficie se da la circunstancia de que los grandes incendios son propenso a volverse a quemar. Según las estadísticas, más del 11% de la superficie arrasada en grandes incendios en el periodo 1993-2021 ha ardido más de una vez.
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La Comunitat, por otra parte, presenta unas condiciones biogeográficas «que la hacen especialmente propensa a la ocurrencia de megaincendios». Desde fines de los años 60, en tierras valencianas se han registrado seis incendios de más de 20.000 hectáreas y once de más de 15.000. Estos suponen el 29% de la superficie total quemada en la autonomía.
Entre estas condiciones favorables a los incendios se encuentra la accidentada orografía. También se tiene en cuenta el factor de que existe un gran continuo forestal en el centro de la Comunitat que puede encadenar un megaincendio.
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Otro de los problemas que presenta el bosque valenciano, y que ha denunciado en numerosas ocasiones el sector, es la falta de una política de gestión forestal en el monte. De esta forma, según las mismas fuentes, en los montes existe un continuo repleto de maleza y árboles caídos que pueden favorecer la rápida expansión de uno de estos siniestros.
Muestra de este abandono es que en numerosos puntos de la Comunitat todavía permanecen sin recoger los árboles caídos por el fuerte temporal de enero de 2017. Esta vegetación se convierte fácilmente en combustible forestal además de ser un factor que provoca la expansión de plagas.
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Esta situación de abandono del monte valenciano ha venido propiciada también por el fenómeno de la despoblación que afecta a numerosas localidades del interior de la Comunitat.
De esta forma, sus habitantes han dejado de lado las prácticas forestales tradicionales y han abandonado campos de cultivo que han sido ocupados por la fuerte expansión de la superficie forestal y se ha convertido de esta forma en terrenos capaces de avivar el fuego.
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