![Fábrica abandonada de Benimaclet | «No temo morir. En África aún es más duro»](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202211/21/media/cortadas/pobreza-RSYP5ciWU5xduRwSeF1Zg1N-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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Es la miseria en Valencia en su máximo exponente. La fábrica abandonada en la que han muerto tres indigentes este año, el último el sábado, esconde un submundo formado por escombros, maleza desbordada, habitaciones que son 'favelas', colonias de gatos que hurgan entre platos ... sin fregar o paredes que amenazan con desplomarse.
Allí se mueven y subsisten a diario entre 30 y 40 africanos, mayoritariamente, y algún que otro español o europeo para los que la vida ha puesto tanta zancadillas y escollos que ya no tienen «ni un centimo en el bolsillo». Lo confiesa Charles Kume Mensah, un ghanés de 56 años que sigue luchando por lograr trabajo y papeles casi dos décadas después de su llegada a España.
En su país de origen crecen dos hijos a los que no puede ver en persona. Como tantos otros de la fábrica de la miseria, junto al cementerio de Benimaclet, Charles ha trabajado «en la obra, en el campo, en lo que caiga...». Pero desde 2014 no cae nada. «Perdí mi último trabajo y ahora no tengo nada de nada», detalla mientras empuja sus únicas pertenencias: una bicicleta de cuyo manillar cuelga una bolsa con su pasaporte, algunos papeles personales y un zumo de melocotón.
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Trabajadores esporádicos, 'aparcacoches' y buscadores de los contenedores son sus compañeros. Charles, el único que allí chapurrea algo de español, hace de anfitrión para mostrarnos las entrañas de la penuria. El escenario es apocalíptico. En medio de la destrucción y el deterioro, los indigentes que allí se refugian han convertido aquello en una especie de precario bloque de apartamentos en el que las puertas son simples maderas con un candado y las habitaciones, oscuras ratoneras compartidas por parejas. Con alguna que otra cortina o cartón para lograr algo de intimidad. O un hornillo para calentarse la comida.
No hay nada que se parezca a un lavabo. Una uralita, una rueda y varios tablones junto a un pequeño desagüe componen un pequeño habitáculo para asearse. Es de uso colectivo. El agua no llega por conducto alguno. «La traemos con bidones, a mano, con carros o bicicletas», detalla el hombre.
Charles muestra la casa donde pernoctaba Martin F., de 57 años, el último de los 'sin techo' fallecido en la antigua factoría de El Prado. Paradojas del destino, el rostro de uno de los hombres más ricos del planeta, el futbolista Lionel Messi, empapela la fachada de uno de los más desamparados. Hoy, es ya otro muerto entre la miseria que ningún político logra erradicar en las calles de Valencia.
Y mientras, a las puertas de la primera ola de frío invernal, Charles reflexiona: «Yo no tengo miedo a morir. Aquí nos apañamos con el fuego y las mantas. En África, con las guerras, aún es más duro». Insalubridad y hambre como alternativa a las torturas o los disparos. Sólo dos caminos en las vidas más complicadas. «Nos hemos acostumbrado ya, aguantando un día, otro... No hay más».
Pero la resignación no ataja la pena: «Cada día aquí me siento más triste. Pienso y pienso... Pero si pienso demasiado, me deprimo», razona. «Hoy no he desayunado. Comemos lo más barato que encontramos en el mercado de bandejas de carne de pollo. Preparamos una olla y mojamos con pan. Cenar, ya veremos...», detalla al explicar su día a día entre bicicletas, cajas, mesillas plegables y prendas secándose en hilos combados.
¿Quién vela por ellos? Gente como el sacerdote Pedro Miret y los voluntarios de la asociación Divina Misericordia de Valencia. Ellos les llevan algo de sustento tres veces por semana: jabón, mantas, alimentos no perecederos, mudas de ropa... Y también abrazos. «El calor humano es crucial. Ellos necesitan que se les escuche, que alguien esté a su lado».
Los auxilian sin ningún apoyo público. Sólo el que llega de la caridad cristiana. «El que se saca algo no logra más de 15 euros al día aparcando coches o ejerciendo la mendicidad», resume el sacerdote. «Lo más importante es que se les brinde un techo cuanto antes, porque ellos no quieren vivir así», destaca el religioso. «Salvo excepciones, no son de los que rechazan un cobijo. Saben que una casa digna e higiene es un paso para intentar lograr trabajo». Miret reza para que no mueran más desamparados.
«No me atrevo a hablar de las causas de fallecimiento porque en más de una ocasión hemos pensado que era una cosa y luego era otra. Pido prudencia», ha comentado el concejal de Proteción Ciudadana del Ayuntamiento de Valencia, Aarón Cano, que ha apuntado que hay que esperar «a la autopsia» para saber los motivos del fallecimiento de Martin F., que murió este fin de semana.
Por su parte, la concejalía de Servicios Sociales apuntó que ya está todo listo para la operación frío, que no se pondrá en marcha hasta el 1 de diciembre. El Ayuntamiento ofrecerá 673 plazas en diferentes centros, además de la patrulla X4 de la Policía Local, siempre con el apoyo de Cruz Roja y Cáritas Diocesana, según ha explicado la concejalía.
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