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Tierra arrasada por las llamas del incendio en Bejís. IVÁN ARLANDIS

Así se origina un gran incendio forestal: tierra abandonada, tierra quemada

Las causas de una catástrofe. La falta de agricultura y ganadería, el poco cuidado del monte, el exceso de influencia humana o la climatología adversa son la receta perfecta para un gran incendio forestal. Es hora de reflexionar

ÁLEX SERRANO | ELENA GARCÍA

Sábado, 20 de agosto 2022

Se asienta la ceniza, adiós a los atardeceres naranjas. Los grandes incendios parecen sofocarse y llega ahora el tiempo de la reflexión, de preguntarse qué ha fallado tan catastróficamente como para que dos de los grandes pulmones verdes de la Comunitat hayan desaparecido en ... dos semanas de fuego y dolor. De aquellos barros, estos lodos: del barro del abandono, la falta de sector primario, una climatología adversa y un exceso de transformación de la tierra, los lodos del agua sucia, las casas desalojadas, las rutas turísticas desaparecidas y la tristeza que campa a sus anchas por el Alto Palancia y la Marina. Expertos y alcaldes de pueblos afectados que llevan, en muchos casos, meses clamando analizan el peor verano de la última década para los montes valencianos.

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Incertidumbre, miedo y dolor son las emociones que se han ido asentando lentamente como una nube de ceniza en las comarcas abrasadas, heridas durante décadas hasta que el monte se recupere. Y enfado, claro. La sensación de que lo que ha pasado podía haberse evitado. «A ver si se propone de forma más seguida trabajar en el cuidado de estas zonas», pide Vicente Tomás, alcalde de Castell de Castells, en la Marina Alta, que cree que cuidar el monte «es cosa de todo el año». José Vicente Andreu, presidente de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja) de Alicante, apunta hacia el abandono del medio rural. «Ha sido un rayo, pero podría haber sido un pirómano o un cigarro. Las políticas que se han ido desarrollando desde la conselleria han favorecido este abandono que ha servido de combustible para el incendio», explica Andreu.

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Esa es la palabra que más se repite entre los expertos cuando se habla de lo que ha ocurrido: abandono. Montes dejados crecer sin ninguna vigilancia, como ocurre, por ejemplo, en la Devesa de El Saler, donde el propio Ayuntamiento de Valencia reconoce que se dejan los árboles muertos para que el propio ecosistema se regenere. Y es cierto: los incendios forestales provocados por rayos han existido desde, literalmente, el amanecer de los tiempos, pero lo que no ha existido desde entonces son dos circunstancias más: la presión del hombre en el medio rural y, por supuesto, el cambio climático. Con los montes cada vez más transformados, cobran gravedad sucesos como el ocurrido en Petrer, donde la Guardia Civil investiga a un hombre por presuntamente lanzar las brasas de una barbacoa en una finca privada y provocar un incendio forestal que arrasó cien hectáreas de la sierra del Caballo. Siete de cada diez incendios que se desatan en la Comunitat provienen de imprudencias humanas en la interacción con el medio forestal.

Pero más allá de eso, hay que buscar 'culpables'. El profesor de Geografía de la Universidad de Alicante (UA) Enric Moltó cree que las políticas agroforestales no son las correctas. En algunas zonas ha sido por la «sobreexplotación» y por «demasiada actividad agraria de regadío escalonado», pero en otras zonas del interior es por el «abandono» de las actividades tradicionales lo que ha supuesto este problema.

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«Si queremos tener un paisaje que aporte a la sociedad hay que cuidarlo. Por eso me indigna cuando se achacan las causas de los incendios al cambio climático. Puede hacer más calor, pero si tenemos los bosques bien cuidados, limpios y con cortafuegos no se darán incendios», recalca Andreu. Es completamente opuesta la posición que toman desde la Comisión Forestal de Acción Ecologista Agró. «Nosotros estamos totalmente en contra del concepto de limpieza forestal, los vegetales no son suciedad que se tenga que limpiar», explica Ferran Gandía Navarro, miembro de la comisión. Según ellos, la propagación intensa del fuego de la Vall d'Ebo ha sido provocada por las condiciones meteorológicas tan desfavorables que se han dado. «Cuando la temperatura es muy elevada, la humedad relativa del aire es baja y hay viento, la propagación del incendio es rapidísima», aseguran. El problema, según Navarro, es que han construido casas en zonas forestales y como consecuencia estas urbanizaciones antes o después acabarán afectadas por el fuego. La solución entonces estaría en crear una barrera clara entre las zonas habitadas y la naturaleza. «Nuestros ecosistemas están perfectamente acostumbrados al fuego y se regenararán como han hecho tantas otras veces», indica Navarro.

Claro que para regenerarse tienen que arder 35.000 hectáreas en poco más de dos semanas en el que ya es el peor verano desde 2012, cuando se perdieron casi 60.000, sobre todo en dos grandes incendios en Andilla y Cortes de Pallás. Los alcaldes de las localidades afectadas parecen ver la rápida propagación del incendio como la suma de un cúmulo de motivos. «La despoblación y el envejecimiento de los agricultores es la causa principal», comenta Leonor Jiménez, alcaldesa de Vall d'Ebo, una localidad que cuenta con 216 habitantes. Además, la edil quiere destacar que los trozos de tierra cultivados no se han quemado y que ahora son de lo poco verde que queda en la zona. El alcalde de Vall d'Alcalá, Pablo Martínez, entiende que los componentes han sido los ideales para el fuego. «El calor, la hierba seca, el lugar y la hora a la que cayó el rayo son todas circunstancias que han favorecido el incendio», expresa.

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Martínez añade a las causas de la propagación del fuego el peso que el viento ha tenido con sus rachas variables. «Todo lo que se ha podido hacer se ha hecho, es una zona con mucha vegetación y el abandono del territorio nos lleva a estas cosas», detalla el primer edil. Si esto fuera una investigación criminal, el culpable estaría entre unos pocos sospechosos. Y todas las papeletas las tendría, precisamente, el abandono de los cultivos y de la ganadería. La Unió de Llauradors ya lamentó hace unas semanas «la falta de políticas efectivas para proteger la actividad rural y agraria en nuestras zonas más despobladas, pues las 172 poblaciones en riesgo de despoblamiento en la Comunitat Valenciana han perdido a lo largo de los últimos veinte años unas 12.300 explotaciones». Esto supone un 45% menos, y casi 47.000 hectáreas de cultivo, un 22% menos. Desde Asaja apuntan hacia «la falta de rentabilidad en nuestra sociedad de libre mercado en la que siempre se van a encontrar lugares donde la producción sea más barata que en el monte». Al final, «no se puede competir y el pequeño comerciante se ve obligado a abandonar su cultivo, el cual se convierte en matorral», detalla su presidente en Alicante. El problema en los incendios lo suponen las zonas del monte que no están cuidadas, aquí crece el matorral bajo y se seca con el calor del verano, lo que luego causa que el fuego se expanda a una velocidad muy alta. «Donde ha habido olivos o cultivos el incendio se ha frenado, porque ahí no hay hierbas secas», explica Andreu, quien recuerda que en la Marina se eliminaron casi 180.000 almendros por la presencia de una bacteria, lo que termina por crear zonas abandonadas donde la maleza, casi hojarasca que arde con facilidad, crece a su antojo.

Y sobre todo tras una primavera tan lluviosa como la de 2022. La tormenta perfecta ha llegado este año, con mucha vegetación en los montes, temperaturas altísimas, ola de calor tras ola de calor, y tormentas secas que han descargado cientos de rayos sobre los polvorines en que se habían convertido los pulmones verdes de la Comunitat. Los incendios se han encontrado con falta de planes contra fuegos forestales en muchos municipios de la autonomía, pese a la indicación de la Fiscalía General del Estado que en mayo avisó a los departamentos de Medio Ambiente de las distintas fiscalías autonómicas de que debían controlar que los ayuntamientos pusieran en marcha estos planes, en vista del verano tórrido que iba a llegar. El caso es que, unos por otros, la casa sin barrer o el monte sin limpiar, o sin desbrozar (los ecologistas y Moltó insisten en que los bosques no están sucios, sino salvajes). Ahora tocará limpiar el hollín y reforestar las lomas de la Marina y el Alto Palancia. Y sobre todo cambiar algo para que lo que ha ocurrido no se vuelva a repetir.

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