«Tenemos el corazón en un puño. Mi prima, embarazada de siete meses, está escondida de las bombas en el metro de Kiev. Toda mi familia está allí y duele mucho. De momento puedo hablar con ellos. ¿Qué pasará después? No se sabe», se ha lamentado Oksana.
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Oksana vive desde hace 15 años en Valencia y aquí tiene a su familia más directa. Ha salido un momento de la iglesia del Pilar para atender una llamada. Es su hijo. Igual que un centenar de miembros de la comunidad ucraniana de Valencia, esta mujer de mediana edad asiste a una misa por la paz en su país celebrada por Vasyl Boyko, el sacerdote que se encarga de la comunidad católica de esta nacionalidad en la Comunitat Valenciana.
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«Estamos rezando por la paz y para que no muera nadie en esta guerra, porque mueren ucranianos y rusos igual y ya ha muerto mucha gente. Y no hay derecho«, se hace entender Oksana chapurreando en castellano.
La misa se ha celebrado por el rito de la iglesia greco católica ucraniana y en ucraniano. Buena parte de la celebración, que se ha prolongado durante una hora larga, el sacerdote ha estado de cara al altar mayor, en esta ocasión presidido por la Virgen del Pilar.
Una veintena de mujeres han rezado el rosario en la penumbra del templo antes de iniciarse la ceremonia. Mientras, los fieles iban entrando muy poco a poco hasta llenar algo más de la mitad del aforo del templo que preside la plaza del Pilar.
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Entre los bancos se han visto caras de circunstancias, ojos vidriosos, ojeras por no haber dormido bien, pendientes de lo que sucedía a 2.700 kilómetros de Valencia, allí en su tierra, a los suyos. E instrospección, silencio y participación en la ceremonia. Ni un murmullo. Ni un saludo discreto de quien acaba de entrar en la iglesia.
«Hemos pedido por la paz en Ucrania, por la situación que pasan estas familias que están desesperadas porque tienen que abandonar sus casas, lo tienen que dejar todo y nadie sabe si van a poder volver a su hogar porque están atacando las casas y todo se puede perder, aunque lo más importante es la vida», ha afirmado el sacerdote celebrante, Vasyl Boyko.
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«Aquí hay muchas personas que tienen a miembros de su familia que están participando en esta guerra como militares y las mujeres que han estudiado medicina están obligadas a alistarse para ayudar. La gente está muy preocupada y pedimos a Dios ánimo para aguantar esta situación que no es fácil y poder seguir adelante, porque lo importante es seguir adelante», ha asegurado el padre Boyko.
Tras hora y cuarto de celebración, la gente ha ido saliendo del templo de manera ordenada y en silencio absoluto. Se han formado algunos corros a la puerta de la iglesia, pero ni una palabra más alta que otra. Pocos besos, ninguna risa y un solo abrazo. Y sobre todo, preocupación.
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Oksana resumía la situación: «Es complicado lo que pasa allí porque estamos muy mezclados ucranianos y rusos. Hemos vivido juntos y nuestros abuelos han luchado juntos en la segunda Guerra Mundial. Y es muy peligroso lo que está pasando allí para el mundo. Rusia es grande y Ucrania pequeña. Rusia tiene un ejército grande y Ucrania no. Rusia tiene bombas nucleares y Ucrania no. Sólo podemos pedir la ayuda de otros países y rezar».
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