![Vacuna Covid niños | «Ha sido como el picotazo de una avispa»](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202112/15/media/cortadas/image0-R1FZmNz1VPm3j7fNmrfQkOJ-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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«¡Carlos!, ¿duele?», pregunta un alumno de Primaria desde la fila donde espera para entrar al vacunódromo educativo instalado en el colegio Santa María de Valencia, unos de los primeros de la Comunitat en iniciar la la campaña de inmunización. «¡No duele!» responde el niño mientras se dirige a la sala de espera,, que es el gimnasio, donde permanece 15 minutos junto a sus compañeros, acompañados tanto por familiares como por personal docente. Hay revuelo y curiosidad, pero pesa más la disciplina propia de un centro educativo.
La primera en recibir la dosis pediátrica de Pfizer es Carla, de 4º. «Estoy bien, ha sido fácil», explica con una sonrisa tímida que se intuye bajo la mascarilla. Al poco llegan otros alumnos, entre ellos su melliza, María, que no lleva tan bien lo de las agujas. Lo explica Tomás, su padre. «Se pone un poco nerviosa cuando le tienen que vacunar o sacar sangre, pero han sido más los nervios de antes que el pinchazo, ya puedes ver que están bien, se están riendo», explica mientras les acompaña en la zona de espera.
Los familiares, citados por franjas horarias, aguardan en la calle y acceden al patio por una puerta lateral cuando baja la clase, y hacen fila con sus niños antes de entrar al vacunódromo. Están con los suyos en el momento del pinchazo y durante los 15 minutos posteriores, y salen por un itinerario ideado para que cuando bajen otros niños al patio no se puedan juntar.
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«Ha transcurrido con normalidad, con una organización con educación y disciplina, como estamos acostumbrados en los colegios», explica la directora, Vicenta Rodríguez. La única incidencia es informática, pues se retrasa un poco el arranque por un problema informático de los equipos de los sanitarios.
Tras el contratiempo todo va como la seda: el primer grupo, de 4º de Primaria, pasa por la sala en diez minutos. La gran mayoría de los niños van acompañados, y los que no tienen a un docente siempre pendiente.
El hijo de Verónica también es de los primeros. Ella acude al centro porque el niño lo pidió. «El dispositivo funciona muy bien, en este colegio lo tienen todo muy bien organizado. Y los sanitarios también son muy profesionales», señala. «Antes de vacunarme estaba muy nervioso, pero ha sido sólo el susto», describe el alumno.
La primera clase, transcurrida la espera tras el pinchazo, ya juega en el patio antes de subir al aula. Y cuando ven la grabadora se arremolinan en torno a ella para contar la experiencia. «Ha sido como el picotazo de una avispa», describe una de las niñas. «Como un mosquito», o «como un pellizco», añaden otras compañeras. «A mi lo que molesta es el esparadrapo y me lo quiero quitar», tercia un chico.
En la improvisada conversación surgen las molestias típicas -«me encuentro bien pero cuando muevo el brazo me duele»- y también la sinceridad infantil. «Estaba nervioso, he llorado mucho», explica un niño que sin embargo ya sonríe. «La enfermera me ha dicho que lo he hecho muy bien», presume, con justicia, otra alumna, mientras su compañera reconoce que «no ha sido para tanto».
El último en hablar, rubiete, hace una declaración cuajada de sensatez. De adulto pese a sus nueve o diez años. «Espero que algún día nos vacunen a todos y que el Covid se vaya, lo pasemos muy bien, nos quiten la mascarilla por favor y volvamos a la normalidad». Que así sea.
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