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ALBA SANTOS CLOUX
Jueves, 20 de enero 2022, 00:29
Manolo Gómez es un agricultor valenciano que desde hace años cultiva aguacates. Cada mes de abril recoge esta fruta que, tras un año sembrada, está lista para ser vendida. Sin embargo este ejercicio será distinto ya que, cuatro meses antes de la recolecta, todo su cultivo fue robado. «Llegué a mi campo y faltaban la mitad de los aguacates. Llamé a la Guardia Civil y lo denuncié, pero cuando volví al día siguiente ya no quedaba nada, habían vuelto y se habían llevado el resto», contó la víctima a LAS PROVINCIAS.
Los robos, que empezaron a producirse hace algunos años de manera puntual, se han convertido en la plaga que más afecta a las plantaciones de aguacates. Prácticamente cada semana se producen hurtos y la vigilancia dedicada a prevenir estos delitos es muy reducida. «Aparte de este robo también he sufrido algunos pequeños, hay quien se pasa con una bolsa y quien aparece con varias cajas», explicó Gómez.
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«Acabaron en dos tardes con todo mi trabajo del año, me quedé sin nada», afirmó el agricultor. «En total este robo me ha supuesto unas pérdidas de ocho mil euros», añadió.
Con la intención de mejorar el control dedicado a estos delitos y fomentar la vigilancia en los campos y en los mercados donde podrían venderse los productos robados, Gómez ha participado junto a la Asociación de Productores de Aguacate (Asoproa) en reuniones con ayuntamientos de pueblos valencianos y con policías y guardias rurales. «Si en los mercadillos los cuerpos de seguridad llevaran a cabo controles de trazabilidad de la fruta que se está vendiendo se podrían identificar los productos robados. Esto no supondría un gran esfuerzo, el inconveniente es que no hay suficientes agentes dedicados a este tipo de problemas, la vigilancia es mínima a nivel estatal, autonómico y local», afirmó Gómez.
Asimismo la víctima hizo hincapié en por qué la venta de los aguacates hurtados suponía un conflicto: «Al no haber pasado el tiempo necesario plantado y, por lo tanto, no tener la grasa suficiente, no madurará». De esta forma el comprador que adquiere este fruto sin saber que es robado pensará que es de mala calidad, lo que según Gómez podría suponer «muy mala propaganda para el aguacate valenciano», además de «un desperdicio de comida».
A día de hoy, dos meses después del robo, Manolo Gómez todavía se siente indefenso: «No paro de pensar en qué hubiera pasado si hubiera estado paseando por el campo ese día. Igual me hubieran pegado una paliza». Por ello el agricultor prefirió no ser fotografiado para el artículo. «Me da miedo lo que pueda pasar», dijo.
Para evitar volver a ser víctima de otro robo Gómez se ha visto obligado a vallar su campo e instalar cámaras de vigilancia. «Se trata de una gran inversión que me supondrá pérdidas importantes, pero no existe otra solución, al menos por ahora», aseguró el agricultor, que seguidamente denunció los «pocos medios» que él y sus compañeros tienen para hacer frente a esta situación. «No recibimos ninguna ayuda», dijo rotundamente.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Lucía Palacios | Madrid
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