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Rafael Soriano es el guardián del depósito de libros. IVÁN ARLANDIS
Un cementerio de libros en Valencia

Un cementerio de libros en Valencia

Los valencianos se desprenden de 10.000 ejemplares en un año. En lugar de tirarlos al contenedor, descansan en un depósito del Marítimo a la espera de una segunda vida

Carmen Velasco

Valencia

Sábado, 15 de mayo 2021, 19:33

La amenaza real para los libros es que nadie los lea. Que se queden muertos en la estantería de casa o que acaben en el contenedor más cercano. Para combatir estas opciones, Rafael Soriano custodia una especie de cementerio literario en Valencia. Hasta un local del distrito Marítimo se han dirigido decenas de valencianos en el último año y han depositado alrededor de 10.000 ejemplares. Enciclopedias, cómics, clásicos, autores 'best sellers'... reposan en un almacén situado a pocos metros de la playa. Allí duermen todas las historias que ya nadie quiere en sus casas. En el interior del bajo, se suceden los títulos imposibles con los olvidados: una edición en alemán de 'El capital', de Marx, está frente a 'El libro de arena' de Borges; 'Proverbios y cantares', de Antonio Machado, junta su lomo con 'El perfume' de Patrick Süskind; 'Historia de la Senyera al País Valencià', de Pere Mª. Orts i Bosch, comparte mesa con 'Historia oculta de los templarios', de Miguel G. Aracil. Y para encontrar títulos de Carmen Martín Gaite, por ejemplo, es necesario adentrarse en el establecimiento para toparse con 'Caperucita en Manhattan' y 'Entre visillos', pero también con tres ejemplares de 'Irse de casa', algo que han hecho todas las novelas, los ensayos y demás volúmenes que vigila Soriano, quien a los 62 años se dedica a «salvar libros», según sus palabras.

Rafael Soriano es el guardián del depósito. A sus 62 años se dedica a «salvar libros»

En el establecimiento de la calle Fuente de Encarroz, Marie Kondo haría cortocircuito. No se cumple la máxima de la japonesa de acumular «sólo 30 libros», pero el cementerio es la solución para aquellos que quieran tener sólo tres decenas de volúmenes en su vivienda. En este depósito no hay títulos de Marie Kondo a la vista, ni falta que hace. También dejó escrito Richard F. Burton, escritor, militar, agente secreto y viajero, que «hogar es el lugar donde se guardan los libros». Y sí, algunos sobran en las estanterías de casa como evidencia el almacén que gestiona Soriano.

El libro es algo que vive en los márgenes en una sociedad en perpetuo cambio y ligada a las pantallas. El cementerio de libros simboliza la orilla de lo fronterizo del sistema actual pero puede ser el espacio en el que se encuentre aquello que queramos leer. «Por la tarde, vienen los niños después del colegio, se sientan en el suelo y hojean los libros infantiles», explica. Los deshechos de la literatura juvenil se ubican debajo de una gran ventana, justo al lado de la puerta.

Alrededor de 10.000 libros han depositado en el Club de los Libros Libres. En la imagen se ve un ejemplar en alemán de 'El capital', de Marx y también las instrucciones para poder rescatar libros del cementerio. IVÁN ARLANDIS
Imagen principal - Alrededor de 10.000 libros han depositado en el Club de los Libros Libres. En la imagen se ve un ejemplar en alemán de 'El capital', de Marx y también las instrucciones para poder rescatar libros del cementerio.
Imagen secundaria 1 - Alrededor de 10.000 libros han depositado en el Club de los Libros Libres. En la imagen se ve un ejemplar en alemán de 'El capital', de Marx y también las instrucciones para poder rescatar libros del cementerio.
Imagen secundaria 2 - Alrededor de 10.000 libros han depositado en el Club de los Libros Libres. En la imagen se ve un ejemplar en alemán de 'El capital', de Marx y también las instrucciones para poder rescatar libros del cementerio.

Antes de gestionar este singular cementerio, Soriano trabajó como informático y también regentó «un bar con nueve trabajadores en Puerto de Sagunto». Con el dinero del traspaso del negocio de hostelería se fue a conocer mundo, sobre todo América Latina, durante dos años. Regresó a España y con los ahorros decidió alquilar un local para gestionar los libros que nadie quiere. Sucedió en marzo de 2020, en plena pandemia, aunque el depósito literario comenzó a rodar en mayo de 2020. Un año después de embarcarse en esta aventura colaborativa, se siente recompensado e incluso solicita a través de redes sociales ayuda para ampliar su proyecto: «Necesito un local más grande o sucursales en pueblos o barrios». En los últimos doce meses ha recibido decenas de donaciones de personas anónimas y ha satisfecho necesidades ajenas y de desconocidos. «En el Club de los Libros Libres damos una segunda vida a los títulos que ya nadie quiere. Los libros son para quienes los necesitan», explica Soriano, quien bromea con que el suyo «es el único negocio en el que el proveedor no cobra e incluso me da las gracias». Los donantes descargan cajas con libros y se marchan. «Mucha gente viene aquí después de que las bibliotecas públicas les hayan dicho que no», sostiene.

Los libros muertos se pueden rescatar. «Los libros ha de estar donde se les necesita», afirma el responsable del depósito

Cualquiera con cariño bibliófilo acumula en su hogar libros de manera caprichosa, contradictoria, dispar. Hay temas que generan vivo interés en determinadas épocas de nuestra vida y luego, como las certezas, se abandonan por otras materias. ¿Nadie se ha arrepentido de desprenderse de parte de su biblioteca? No, responde sin dudar.

En el bajo del Marítimo, Soriano pasa muchas horas y algunos momentos los aprovecha para leer. Ahora está inmerso en 'Historia de Estados Unidos', de Isaac Asimov, un título, por supuesto, abandonado en el depósito. ¿Imaginaría el autor de ciencia ficción un futuro sin libros? El guardián del cementerio no concibe esta distopía. Cita a Orwell y su novela '1984' para alertarnos de que «la verdad es más manipulable en soporte digital que en papel».Soriano no comulga con el 'e-book', ni con el 'usar y tirar', ni con Amazon. ¿Por qué almacena los volúmenes de los demás? Cual quijote cultural por amor a los libros, dice, pero debajo de este apego se encuentra el intercambio. Los «libros muertos» pueden ser rescatados. Por 11 euros al año, cualquiera se puede hacer miembro del club y tomar prestado ejemplares. «Se lo puede quedar para siempre si es el libro de su vida, o bien, devolverlo», explica. Y repite: «Los libros son para quienes los necesitan».

Desde que empezó con su particular aventura, Soriano ha dado una segunda vida a 2.000 ejemplares. De todo el fondo recibido, los más de 300 socios han mostrado interés por un 20% del total. «Esto no es un negocio», asegura. En un ejercicio de transparencia explica: «El alquiler del local son 350 euros y el ingreso mensual a cargo de los miembros asciende a 200 euros al mes». Las cifras no dan para vivir. «Tengo ahorros», añade.

Disfruta ejerciendo de guardián. «No hago competencia a librerías de viejo ni a las bibliotecas», remarca. Él almacena sin criterio y registra títulos y autores en su ordenador personal conforme su capacidad y tiempo le permiten. «Tengo mucho sin catalogar», admite. También atiende pedidos: «Anoto las necesidades de los socios y si entra el libro que van buscando, se lo comunico». En un cuaderno figuran peticiones como 'Cometas en el cielo', de Khaled Hosseini, y 'Elogio de la locura', de Erasmo de Róterdam. Y avisa: «No están todos los autores». Roberto Bolaño, por ejemplo, no figura ni en el registro ni en las estanterías. Para la legión de lectores del autor de 'Los detectives salvajes' es esperanzador pensar que la obra del chileno no sobra en ninguna casa.

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