Tiene 35 años y pisa fuerte en el territorio del cómic. Pese a su juventud ha escrito muchas historias cortas. Ahora César Sebastián acaba de aterrizar en las librerías con 'Ronson', su primera novela gráfica larga, que se ha hecho merecedora del premio 'El ojo crítico'. Las páginas de 'Ronson' transcurren por Sinarcas, –pueblo de su familia– en los años sesenta. El nombre de la localidad no aparece, pero sí la esencia del modo de vida, que es el del mundo rural que reivindica César Sebastián con los dibujos y el argumento que ofrece. Es memoria familiar y escenario de un universo no siempre dulce, es más complejo que la escena de un fin de semana en el campo. Enfoque innovador y punto de vista ajeno a convencionalismos. Hay nostalgia para provocar la reflexión. El dibujante y guionista habla de su obra con LAS PROVINCIAS y defiende la necesidad de que la creatividad preste atención a ese mundo vaciado que conserva «gran parte de nuestro patrimonio cultural» y donde también nacen artistas.
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–Su novela gráfica viaja a Sinarcas, ¿es una manera de reivindicar el mundo rural?
–En cierto modo, sí. No me lo planteé exactamente así cuando empecé, lo pensé como un ejercicio de memoria familiar, pero inevitablemente pasaba por hablar de mi pueblo y por el camino de todos los pueblos. Toda mi familia procede del mundo rural de aquella zona. Es un recorrido por la infancia transcurrida en los años sesenta por aquella zona era inevitable. La novela está basada en los recuerdos de mi padre.
–¿Los pueblos necesitan que la creatividad, el arte, les mire para mostrar las circunstancias de vacío en las que se encuentran?
–Sí. De hecho, en los últimos años hay una tendencia a mirar al mundo rural, sobre todo desde la literatura, quizás en el cómic no se había abordado apenas. Creo que es una tendencia natural. Como sociedad nos hemos dado cuenta del abandono al que han sido sometidos los pueblos y de que gran parte de nuestro patrimonio cultural se encuentra en ellos. Casi todos los que hoy viven en grandes ciudades tienen sus raíces en algún pueblo de España. Sí es necesario hablar del mundo rural desde el arte y la creatividad, y en el caso del cómic permite un gran nivel de intimidad para abordar estos temas.
–¿Su libro puede venir bien a esos urbanitas que pisan un pueblo y se asombran de todo porque no han pisado uno nunca y que así realmente conozcan la vida rural?
–Con 'Ronson' he intentado dar una visión fidedigna de la vida rural, tal como me la contaron de aquella época, además yo también he vivido en ese ámbito. Hay cosas que son muy bonitas, sobre todo cuando se mira la infancia. Pero no quería huir de las cosas que son feas. He querido contar lo bueno y lo malo, he intentado huir de la visión bucólica de la que tienen los urbanitas.
–¿'Ronson' es su primera novela gráfica?
–Sí. Me dedico a la ilustración desde hace años, He hecho cómics cortos, pero este es la primera novela gráfica larga que escribo.
–¿Cómo ve la situación del cómic en la Comunitat Valenciana, que es un territorio muy fructífero para este género?
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–Estamos en una tierra muy fecunda para el cómic. Hay muchísimos creadores trabajando en este género, con una gran diversidad de voces, tanto gente que hace cómic alternativo u obra para mercados extranjeros. Lo veo desde el punto de vista creativo con muy buena salud. Si acaso, los problemas que tenemos en el ámbito de la ilustración, que son los endémicos del universo de la cultura, parten de que existe muchísima producción y un mercado muy saturado sobre todo de obras extranjeras. Muchas veces es difícil hacerse ver, hacerse leer, competir en un mundo tan atiborrado de novedades en las librerías. Pero, sí, observo buen estado de salud, con gente hablando de cosas que nunca hasta ahora se habían abordado desde las páginas del cómic.
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Laura Garcés
–¿Quién lee cómic, mucha gente joven o también público adulto?
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–Hay de todo. Durante mucho tiempo, el cómic se veía como puerta de entrada a la gran literatura, como si la ilustración fuera un arte menor para pasar a cosas más serias. Pero ese es un prejuicio que por fortuna ya se ha superado, el cómic ha demostrado que puede hablar de tú a tú a la literatura y apelar a todo tipo de públicos. No es un medio juvenil o infantil, sino que llama a todos los públicos, todos los gustos y todas las edades. Mi obra paradójicamente –yo puedo estar en un perfil de lector y autor joven– creo que la está leyendo gente de mayor edad. La impresión que tengo es que con la historia que relato se identifica gente de edad más avanzada que la mía, quizás de la generación de mis padres.
–¿Qué le pide al público y al mercado editorial de las viñetas? ¿Qué echa en falta, a qué cree que debería prestarse mayor atención?
–Se tiende a abarrotar las librerías con novedades. A las editoriales les sale a cuenta, pero a los autores menos. Con tantas novedades y compitiendo con tantísimas traducciones extranjeras el cómic autóctono lo tiene más difícil. Sería interesante impulsar políticas que favoreciesen que estos se publicasen más porque hay autores que empiezan y lo tienen que abandonar pronto. Es un medio que requiere mucho esfuerzo y rara vez se obtiene una recompensa. Los lectores son escasos y es interesante fomentar la lectura y la obra propia, de lo contrario el cómic se convierte en medio en el que sólo se expresan voces extranjeras a gusto de grandes editoriales. Creo que hay que generar obra que hable de nosotros, el arte tiene que dar testimonio de una sociedad y de un momento. Hay que facilitar a los creadores que puedan desarrollar su carrera y llevarla a largo plazo.
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