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Helga Schmidt. Txema Rodríguez

Helga Schmidt, una vida entregada a la ópera

Criada entre músicos, se rodeó de las mejores batutas y las figuras más prestigiosas. Fue una de las personalidades más influyentes de la lírica

Carmen Velasco

Valencia

Martes, 1 de octubre 2019, 18:14

«Doña Helga». Todos en Les Arts se dirigían a ella como «Doña Helga». Doña Helga infundía respeto, tanto a los trabajadores del coliseo como a las personalidades de la lírica. Fue todopoderosa dentro el mundo de la ópera, un atributo que se ganó prácticamente desde su nacimiento. Hija de director de orquesta y casada con el barítono italiano Wladimiro Ganzarolli (fallecido en 2010), comenzó su carrera con 21 años como asistente del director general del Festival de Viena, Egon Hilbert. Se dedicó a la gestión artística por consejo de Herbert von Karajan, con quien trabajó durante una década en la Ópera de Viena y quien la rebautizó como Helga Schmidt (prescindió de Pittioni, apellido de nacimiento).

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En Londres, ocupó a mediados de los años 70 el puesto de directora artística del Covent Garden y vio debutar en la Royal Opera House a directores como Riccardo Chailly, Carlos Kleiber, Lorin Maazel, Zubin Mehta, Riccardo Muti, Seiji Ozawa o Georges Prêtre, así como a cantantes como Montserrat Caballé, José Carreras o Luciano Pavarotti. A Valencia llegó de la mano del entonces presidente de la Generalitat Eduardo Zaplana con una agenda de contactos inigualable (al alcance de nadie en España) y después de su paso por la London Symphony Orchestra y la Concertgbow Orchestra.

En Les Arts se rodeó de los mejores sin mirar el presupuesto. Eran otros tiempos. Fichó a Lorin Maazel para crear la Orquesta de la Comunitat, que en poco tiempo se ganó el reconocimiento de «la mejor orquesta de Europa» por parte de la prensa especializada. Zubin Mehta, que dirigió el Festival del Mediterrani, fue otro pilar fundamental del proyecto de Schmidt para Les Arts. Doña Helga también logró la implicación de Plácido Domingo con Les Arts, una relación que dio nombre a la academia de jóvenes talentos (Centre de Perfeccionament Plácido Domingo) y todavía continúa.

Schmidt contribuyó a lanzar la fama internacional del auditorio con una programación donde la excelencia fue el único criterio válido. Bajo su gestión se programó en Valencia algunas de las producciones más reconocidas del mundo con figuras. Su legado continúa vivo en la memoria del público fiel al teatro valenciano.

Lectora de Rilke, Goethe o Baltasar Gracián, su paraíso residía en la casa campestre de Piamonte. En Valencia optó por vivir en hoteles de lujo, ya sea en el centro de la ciudad o a orillas del mar. Aquí hizo amigos, que siempre han sido más discretos que los enemigos que se labró. Tras su salida de la intendencia del Palau de les Arts, mantuvo su vínculo con la capital del Turia. La oncóloga Ana Lluch fue una de las últimas cómplices de Doña Helga, quien dedicó su vida a la ópera.

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