
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Te acaban de decir que ha muerto Antonio Vergara y te quedas de piedra, porque precisamente aguardabas a saber qué escribiría para mañana, como solía cada fin de semana. Sí, te dijeron que se había caído días atrás, pero seguro que iba a ser algo pasajero y que nos deleitaría de nuevo con unas cuantas perlas cultivadas sobre la actualidad política y la gastronómica, tan apasionantes, que él solía aprisionar con su sabia vara de medir, su larga experiencia y su espíritu crítico que emanaba de los muchos conocimientos.
Ha sido un traicionero derrame cerebral. Lo iban a operar de una lesión en las vértebras. Tenía 76 años.
Creías que sabías tanto de Antonio y ahora a la hora de la verdad, cuando quieres decir lo mucho que lo apreciabas, descubres que es cierto lo que tantos dijeron en tantas ocasiones similares: que dejamos pasar ocasiones, que no se aprovechó el tiempo para disfrutar de verdad de Antonio y de lo mucho que sabía.
María José, su mujer, recordaba ayer una frase que dijo su amigo Manuel Vázquez Montalbán, compañero de pasiones políticas y gastronómicas, y que se quedó como un lema que resume una vida, una actitud: «Antonio Vergara habla poco, observa mucho y come lo justo».
Su 'buen paladar' quedó sin duda depurado por la labor de dos grandes cocineras a su lado, como fueron su madre y su suegra. Y de ahí le quedó como indeleble su capacidad de diferenciar lo bien hecho de lo mediocre o lo prescindible. Valoraba por igual la sencillez de un huevo frito y la complejidad de un plato muy elaborado, pero la condición había de ser que cada cosa estuviera en su sitio y fuera lo que era, no otra cosa. Despreciaba los trampantojos, las sofisticaciones engañosas, y alababa la excelencia, aunque sólo se expresara en unas patatas fritas, pero tenían que estar muy bien fritas, ser las mejores. Y como sabía de todo y había estado tantas veces con los mejores cocineros –también con los que se escudan en lo mediático– estaba muy capacitado para ejercer de crítico y ser muy respetado y reconocido en su labor.
La primera ocupación laboral de Antonio fue la de empleado de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia. Y ligado con la posterior evolución de esta entidad, tiempo después se ocuparía de tareas culturales de la Fundación Bancaixa.
Si sus conocimientos culinarios y gastronómicos eran apabullantes, no lo eran menos los relacionados con el cine y el jazz, sus otras grandes pasiones. Sabía de cine lo que no está escrito; de cine clásico sobre todo, sacando a colación con frecuencia diálogos y secuencias de las que extraía lecciones aplicables al momento. Y era también un enorme experto en jazz; conocía al dedillo una retahíla inabarcable de bandas, instrumentistas... y no solo los más afamados o que alcanzaron posiciones de éxito, sino también muchos músicos realmente buenos que no llegaron a tener grandes reconocimientos. Pero le bastaba que fueran buenos, no afamados; que le hubieran hecho disfrutar. Como hacía con los asuntos de la cocina. Valoraba el rigor y la profesionalidad.
Su faceta periodística se desarrolló durante largos años en la Cartelera Turia, donde popularizó el seudónimo Ibn Razin, de donde pasaría a la Cartelera del diario Levante, para recalar finalmente en LAS PROVINCIAS, donde era obligada cita cada sábado, en la última página, bajo el epígrafe 'Menús variados', con su crítica gastronómica que solía variar entre lo más actual y los recuerdos acumulados, y cada domingo con su crítica sobre la actualidad política bajo el sugerente '¡Salve y usted lo pase bien..!' Y en ambos casos deleitaba con sus virtudes de crítico por excelencia, su ingenio, su sentido del humor y sus frecuentes dardos que lanzaba para aguijonear con agudeza.
Su dedicación gastronómica comenzó a decantarse hacia una labor más intensa y de alguna manera más atenta, conocedora o 'profesionalizada', en 1976. María José lo recordaba ayer: «Fue cuando empezamos de novios. Antonio ya había viajado mucho por toda España y muchos países del resto de Europa, y de repente me dijo un día: voy a hacer crítica gastronómica, y comenzó a visitar restaurantes y a escribir sobre ellos».
Los primeros sitios de Valencia de los que escribió fueron el restaurante 'Lionel' y el pub 'Barro', que estaba en el barrio del Carmen y le gustaba por la buena música que ponían.
Conforme se fue ampliando su actividad en medios gastronómicos y se reconocía su acreditada solvencia e imparcialidad le fueron requiriendo también para que colaborara en publicaciones especializadas, como la revista 'Sobremesa'. De igual modo formó parte de repetidamente de innumerables jurados de cocina, como se pueden destacar los certámenes de San Sebastián Gastronómica y Madrid Fusión. Porque su rigurosidad y franqueza le habían hecho acreedor del reconocimiento y la amistad de un sinfín de cocineros de primerísimo nivel, como también de tantísimos profesionales que no alcanzaron el relumbrón de estar en primera fila pero valoraban su interés por ellos, asumían sus críticas y aplaudían sus consejos.
Apabulla la larguísima nómina de condolencias y el sentir unánime por una personalidad de prestigio como la de Antonio, que se había hecho acreedor del cariño de tantos a base de exhibir sinceridad y conocimientos, además de saber contar lo que quería con suma claridad y mucho sentido del humor. Porque Antonio, parapetado bajo su sombrero –obligada protección por una vieja afección cutánea– tenía mucho sentido del humor, reconocible virtud paralela a la inteligencia.
En medio del dolor, que dejaba momentáneamente aparcado «porque hemos de despedirle como se merece», María José reafirmaba, como muestra de la sincera labor de Antonio, su intensa dedicación a través de su Blog Gastronómico, donde lo compartía todo y se podía apreciar su evolución desde su primera fascinación por todo lo que fuera 'nueva cocina' para deslindar lo fatuo de lo realmente bien hecho. Porque era además amigo y un hombre bueno. Para que quede constancia eterna.
La capilla ardiente con los restos de Antonio Vergara se encuentra en el Tanatorio de la Avenida Serrería de Valencia, donde hoy sábado tendrá lugar el funeral a las 13,30 horas.
LAS PROVINCIAS publica hoy sábado en su edición de papel el último artículo escrito por nuestro compañero. Descanse en paz.
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