La pulsera cashless: un festival de abusos
Los pagos extra ·
Consumiciones a precios altos, devoluciones con comisión y la prohibición de entrar con comida y bebida desde el exteriorLos pagos extra ·
Consumiciones a precios altos, devoluciones con comisión y la prohibición de entrar con comida y bebida desde el exterior«Sacando de nuevo el mínimo común múltiplo para recargar dinero en el FIB y que no me sobre ni un céntimo de mi pulsera». Este mensaje lo escribió una usuaria llamada Adriana en su cuenta de X en plena celebración del Festival en Benicàssim, ... que empezó el jueves 18 de julio y terminó el sábado 20.
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Estos eventos, dominados por unas pocas empresas, se han convertido en máquinas de hacer dinero, con métodos y precios abusivos para los participantes, que se ven obligados a pasar por el aro de la organización si quieren consumir en los festivales. Cualquier movimiento siempre cuesta dinero. A los patrocinadores privados, se suman las subvenciones públicas, la recaudación por entradas, los extras como servicios de autobús, el gasto en el festival y un sinfín de obligaciones y comisiones.
Las pulseras cashless, ese trofeo que todos los festivaleros lucen en su muñeca el resto del verano como un trofeo, es prácticamente un grillete con el que no se para de gastar dinero de manera descontrolada. Además, con obligaciones y precios que provocan que la organización siempre gane.
¿Dónde está el truco? En el FIB, por ejemplo, no había ni un sólo puesto de consumición de bebidas en el que se pudiera pagar con tarjeta de crédito. El único dinero válido era el de la pulsera. A lo largo de todo el recinto había unos puesto con varios cajeros digitales donde la recarga mínima era de 40 euros. Nada por debajo de esa cantidad, aunque uno quisiera consumir sólo un agua.
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La artimaña es que todos los precios de las consumiciones no son múltiplos de 40 –una copa, 11 euros, que es un número primo; al igual que los 17 de un cubalitro de alcohol y los decimales de un refresco a 3,5 euros–. ¿Qué pasa? Que la pulsera nunca se queda a cero, o sobra o falta dinero. Y no se olviden del vaso, a 2,5 euros. Un recipiente que no se puede perder, porque el usuario tendrá que volver a comprar otro al mismo precio.
Una carga de 40 euros da para tres cubalitros de cerveza a 11,5 euros, en total 34,5 euros. En este caso, al fiber, le sobrarán 5,5 euros. Puede comprar agua de 33 cl (2,5 euros), refrescos (3,5) o un chupito (4). O, si quiere recuperar el dinero, que existe la opción, debe poner el código de su pulsera en la página web del festival unos días después de que termine –el plazo del FIB es del 24 de julio al 6 de agosto– y recuperará parte de su dinero. De los 5,5 euros que le sobran, tres euros son para abonar los gastos de gestión y dos, para el usuario. La misma plantilla se repetía en el Festival de Les Arts celebrado en julio en la Ciudad de las Ciencias de Valencia.
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En el Low Festival, que se celebra esta semana, sí que existe la posibilidad de recargar un mínimo con tarjeta de 5 euros –así lo especifica en la web–. En el Zevra, que se acaba de celebrar, es cierto que las consumiciones sí que eran múltiplos de la recarga en algunos casos.
¿Qué es lo que pasa? Pues que muchos de los asistentes a los festivales no reclaman los dos o tres euros que sobran en sus pulseras, porque les cuesta más los gastos de gestión. Al final, es un dinero no consumido y gastado directo a las arcas del organizador. Si en un festival al que acuden 130.000 personas –esa es la estimación– hay 20.000 que se quedan con dos euros en su pulsera, pues 40.000 euros limpios para la organización. Y si de esos 130.000 usuarios, hay 50.000 que piden devolución de dinero, la suma es de 150.000 euros en gastos de gestión. La organización siempre gana.
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A las propias consumiciones hay que añadir otros gastos extra. El simple cambio de nombre de la entrada –es nominativa– ya genera un extra de 20 euros si no se hace en un plazo de veinte días desde la compra.
Los organizadores también se lucran con otros servicios en los festivales como pueden ser desde el traslado –en el Zevra había que pagar 20 euros al día por el servicio del autobús–, la consigna o el uso de duchas, como se da en el festival de Benicàssim. Esta es la realidad a la que se enfrentan miles de personas en cada evento de este tipo.
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Reacceso, pagar para volver a entrar
Una de las prácticas más polémicas es que la pulsera sólo valga para entrar una vez al recinto. Si a un usuario se le ha olvidado algo en el coche y va, ya no puede volver a entrar. Sólo hay una formula para evitarlo: pagar más. Por eso la organización de los festivales ofrece el abono de un suplemento para que una persona pueda acceder al recinto las veces que lo considere oportuno.
En el FIB de Benicàssim, donde hubo colas interminables para poder coger la pulsera, el reacceso se pagó a 11 euros más gastos de gestión. El Low Festival, en cambio, sí que permite entrar y salir del festival si el usuario es VIP o tiene el abono de dos días. En cambio, con la entrada de un día, si entras y sales, ya no puedes volver a acceder. En el Zevra, celebrado en Cullera la semana pasada, el reacceso diario se pagaba a 15 euros y si se quería gozar del servicio durante todo el festival, el precio era de 30 euros. El Medusa ofrece un kit festivalero por 54,95 euros, que incluye el reacceso. Si uno lo quiere para un día, el abono es de 15 euros. Todo cuesta dinero en un festival
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Catarata de denuncias
Los festivales de música siempre traen una oleada de denuncias por los abusos cometidos durante su celebración. Una serie de quejas que recogen organismos con Facua, que ya ha presentado denuncias contra varios festivales. Una de las últimas, contra el Festival de Les Arts, cuyo promotor es Trencadis (The Music Republic) por imponer las pulseras cashless como único método de pago. La única posibilidad de pagar con tarjeta de crédito se daba en las foodtrucks ubicadas en el recinto.
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En los festivales, por regla general, no se permite entrar ni bebida ni comida del exterior. En el último FIB, por ejemplo, la norma era clara y así estaba en la web: «En el recinto de conciertos del festival no se puede introducir ni comida ni bebida. En diferentes espacios del recinto encontrarás puestos de comida y barras en los que podrás adquirir comida y bebida». Sobre el agua gratis, ni mención.
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En el Low Festival de Benidorm, hay excepciones: «No está permitido acceder al recinto con comida o bebida, por motivos de seguridad. Excepciones: botella de agua de 500 ml sin tapón y potitos en recipiente de plástico. Las personas con diabetes o celíacas podrán introducir su propia comida siempre y cuando traigan consigo el certificado médico».
En el Zevra y el Medusa tampoco se puede entrar con bebida del exterior. Las webs de la organización ya indican que dentro del recinto hay comida, cerveza, agua y cubatas además de food trucks.
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