José Luis Benlloch
Domingo, 22 de octubre 2023, 01:30
La renovación de líderes (tan necesaria y tan reclamada) nunca fue tarea fácil en ningún orden o actividad de la vida. En el toreo todavía menos, o naces figura o se hace especialmente duro. En este último caso a eso se le llamaba «Romper las ... cadenas del toreo» fue eslogan publicitario y es objetivo perenne nunca (o casi nunca) acabado de lograr. La frase la acuñó un mítico cazatalentos, en realidad un genio del descubrimiento y promoción de nuevos toreros, Rafael Sánchez El Pipo. «Te anunciaremos Espartaco», le espetó a Antonio Ruiz, por aquel entonces un peón en Gómez Cardeña, la finca sevillana de Juan Belmonte, donde el tal Antonio prestaba labores de peonaje con la ilusión, más allá del jornal que necesitaba, de que el maestro, entonces ganadero, le dejase participar en los tentaderos. «Remendao, sal» era la orden que esperaba el joven torerillo cuando los invitados remataban la faena y era entonces cuando el viejo torero, toda una leyenda, le explicaba los secretos de la lidia, especialmente aquel axioma que aseguraba que el toro siempre tenía más cojones que el torero, lo que traducido al roman paladino no significa más que sin inteligencia es imposible imponerse a la fiera.
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José Luis Benlloch
Todas aquellas enseñanzas le sirvieron para que un buen día El Pipo, aficionado y amigo de Manolete, se fijase en él. Y comenzó a apoderarle anunciándolo como Espartaco, seguramente por su semejanza fonética con su tierra de origen, Espartinas, pero sobre todo porque le permitía situarse en el rebufo publicitario del gran éxito por aquellos días de la película de Kirk Douglas, un filme de carácter histórico que narra las aventuras y desventuras de un esclavo rebelde que luchó en el circo para alcanzar la libertad, porque este nuevo Espartaco del siglo XX, como el esclavo del filme, llegaba a las plazas para romper las cadenas del toreo. Cosas de El Pipo, se decía. Cabría decir que no las rompió de primeras, pero sembró la mentalidad para que su hijo, un nuevo Espartaco, acabase rompiéndolas un cuarto de siglo después y para que un tercero, en este caso amigo de la familia, Borja Jiménez se llama, esté a punto de romperlas en este nuevo siglo, aunque todavía ande huérfano de eslóganes triunfantes.
Antes de ahondar en los nuevos «Espartacos» de la actualidad dispuestos a romper cadenas e imponerse a los amarres del sistema, habría que insistir en la figura de El Pipo, el cazatalentos que no necesitó de redes sociales para calar en la sociedad, un bon vivant capaz de lanzar, uno tras otro, toreros de los perfiles artísticos más diferentes. Los elegía, al parecer, sin mucho método, en realidad era una cuestión de intuición personal, seguidamente les adjudicaba un eslogan (eso era imprescindible), empapelaba las ciudades de pasquines (eslogan más retrato del nuevo fenómeno), se atrevía con alguna acción más o menos atrevida que llamaba la atención de los reporteros afines y ¡zas!, se llenaban las plazas a ver cuál era el nuevo torero de El Pipo. Al Espartaco que venía a romper las cadenas del toreo le sucedió El Cordobés, dispuesto a comprarle un piso a su hermana. Era un dilema tremendo, «o te compro un piso o llevaras luto por mi»; a continuación vino el «Linares se lo llevó, Linares nos lo devuelve», en referencia a Manolete con el que apoyó el alumbramiento del elegante José Fuentes; o la genialidad doble de anunciar a Curro Vázquez, «tiene cita con el arte» y a Antonio Porras, «tiene cita con la muerte», frases de mucho calado y desigual cumplimiento porque efectivamente Curro se citó con el arte y consumó un matrimonio que cincuenta años después sigue vigente, mientras que la parca afortunadamente no acudió a la cita con Porras.
El éxito en el toreo actual se antoja más difícil de alcanzar y desde luego depende de algo más que un eslogan, fundamentalmente porque los aficionados son menos y también menos impresionables, pero no es imposible, así que todavía vale la pena asumir el reto de romper cadenas. Una larga cambiada en los tiempos de El Pipo se celebraba como una hazaña de larga resaca que incendiaba a la masa, en la actualidad, un chico se va a la puerta de chiqueros y se celebra con unas palmas que saben a pura cortesía, tanto que como no le recete veinte pases y una buena estocada nadie se acordará. Es solo un ejemplo y hay muchos.
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En la actualidad hay que cortar orejas, hay que abrir la puerta grande, cuantas más veces mejor, son logros necesarios, pero no suficientes, en no pocos casos no basta. Además, hay que tener encanto, gancho, idiosincrasia, misterio, capacidad de conexión social… todo eso o algo de todo eso, en realidad se trata de un no se sabe qué, que va más allá del arte o del valor para que te señalen como elegido y entonces… entonces es muy probable que los aficionados más clásicos lo nieguen, pero ya será tarde, habrá comenzado a romper las cadenas. Casos hay y no señalo por no ofender, que por muchas orejas que se corten no basta para romper las malditas resistencias del sistema.
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José Luis Benlloch
El último que está haciendo crujir los grilletes, el caso más evidente, es Borja Jiménez, que no es un clásico, ni se le puede acomodar en esa corriente última en la que priva la distinción estética que tanto alboroto levanta en el elitismo, pero tiene la actitud de los Espartaco y ese no sé qué que en tiempo de tantas trabas le ha permitido pasar del ostracismo y la desesperación a las primeras líneas de la actualidad, de las plazas de polvareda, favores y poca moneda a la mismísima Ventas y hasta entrar en el festival de más lujo del momento en Sevilla. A mí me gustaría que torease más derecho, por ejemplo, pero si lo han elegido, si tiene el secreto para romper las cadenas, chapó, falta hace.
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