El despacho de Pablo González Tornel tiene vistas al río Turia. Deja de revisar el catálogo de obras de la exposición 'Sorolla. Orígenes', que forma parte de los actos del centenario del artista valenciano, para atender a LAS PROVINCIAS. Está trabajando en traer sorollas ... de máximo nivel y nunca vistos en Valencia de cara a 2023, año en el que, como avanza en la entrevista, creará en la pinacoteca una sala Sorolla, para exhibir de forma permanente alrededor de 70 piezas.
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Hace dos años que dirige el Museo de Bellas Artes de Valencia y, confiesa, aspira a un mandato largo. Quizá por eso trabaja en proyectos más allá del pintor de la luz: sobre la mesa tiene, al lado del catálogo de la colección Lladró firmado por Alfonso E. Pérez Sánchez, un dosier sobre una exposición alrededor de María Magdalena a desarrollar en un futuro cercano. González Tornel cree en la pinacoteca, cree en el personal que trabaja en la institución y cree en la voluntad política para fortalecer la cultura en Valencia.
–Cuando tomó las riendas del Bellas Artes habló de una desafección de la ciudadanía hacia el museo. ¿En dos años se ha roto esta tendencia?
–Todavía no. Con el personal y los medios que tenemos, que son limitados y no son los de una súperpinacoteca, hemos hecho bastante. En la primavera de 2021, un señor me paró en la calle Alboraia de Valencia para darme las gracias por mantener el museo abierto en plena pandemia. Este vecino venía todas las semanas a la pinacoteca y eso me resultó muy significativo. Otro ejemplo, una asociación de amas de casa nos pidió el patio del embajador Vich para organizar un club de lectura. Estos casos me llevan a interpretar que estamos en el buen camino. Somos conscientes de que navegamos entre dos conceptos: un museo de la ciudad de Valencia y albergar la segunda colección pictórica del Estado. Procuramos hacer una programación susceptible de atraer a todo el mundo. Revertir la situación de partida con la que me encontré requiere más tiempo y también depende de los recursos (personal y económicos), pero hemos avanzado.
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–Pónga un ejemplo de súperpinacoteca.
–Exceptuando el Prado y el Thyssen de Madrid, el Bellas Artes de Bilbao. El museo vasco es un ecosistema excepcional generado por una persona excepcional. Admiro a Miguel Zugaza, que es un director que ha conseguido posicionar el Bellas Artes de Bilbao y también el Prado. Ha conseguido unas sinergias entre diferentes agentes, que es algo excepcional, y no hubiera sido posible sin su personalidad.
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–¿Por qué al Bellas Artes de Valencia se le resiste un despegue similar al de Bilbao?
–Si un museo tiene todo en contra es imposible con independencia de quien ocupe la dirección museística. A Miguel Zugaza se le reconoce la autoridad para ser la amalgama entre los diferentes factores que son necesarios. Un museo se construye a base de colecciones, investigación y difusión. Esto se entendió muy bien en Bilbao, donde la pinacoteca tiene además una importante aportación de capital privado. También el Gobierno del Principado de Asturias convirtió en buque insignia a su Bellas Artes incluso realizó un acto anómalo, como fue permitir la dación en pago de impuestos de sucesión de buena parte de la colección de Pedro Masaveu. Este hecho, pagar en cuadros en lugar de en efectivo, demuestra una sensibilidad especial hacia el arte y, a su vez, redundó en la autoestima de la ciudadanía, que pasó de tener un museo con un fondo modesto a una colección muy importante con Sorolla, Zurbarán, etcétera.
–Usted me habla de una implicación de las administraciones y aquí llevamos dos legislaturas tratando de buscar una figura jurídica para que el San Pío V sea autónomo. ¿Verá bajo su mandato la autonomía del museo?
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–Me gustaría verlo. Es menos complejo de lo que pudiera parecer pero el problema es que hay que hacerlo bien porque puede ser que lo que suceda en el Bellas Artes de Valencia pueda crear escuela porque resulte mejor que la que otorga la ley de 1984, realizada en plena Transición.
–¿Cuál es su modelo: fundación, consorcio, etcétera?
–Un ente autónomo administrativo, que tiene personalidad jurídica propia, pero que no se convierta en entidad de derecho público. Mi propuesta es que el museo se rija por contratación de tipo funcionarial y esté sujeto a controles de fiscalización previa como parte de la Administración pública. Esta figura garantiza que los trabajadores han de pasar un concurso-oposición y que la Intervención controla a la institución. Esta situación es la que más garantías ofrece para los ciudadanía, aunque tenga la desventaja de ralentizar los procesos de funcionamiento.
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–No es complejo dar autonomía al museo, según sus palabras, pero la Conselleria de Cultura se comprometió en 2015 en resolver la cuestión. ¿No se da esa autonomía al museo porque se quiere tener bajo control o porque no se cree en la independencia de la pinacoteca?
–Yo sólo puedo hablar de los últimos dos años. El primero apenas se abordó la cuestión porque la prioridad fue la pandemia, pero en este último año se está trabajando desde la Conselleria de Cultura. Presidencia de la Generalitat está apostando por este museo, algo que puede hacer que impulse el proceso, y con el Ministerio de Cultura hay una colaboración excelente. Lo que tenemos que hacer es trabajar bien la propuesta desde Conselleria y Presidencia para llevarla al Ministerio. El presidente Ximo Puig y el ministro Miquel Iceta, que ambos han estado en esta pinacoteca, tienen una buena y fluida relación. Estas condiciones se prestan a que si queremos antes de que acabe la legislatura tener puesto en marcha un proceso en marcha de la creación de una figura propia para el Bellas Artes.
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–Con el cambio de fórmula jurídica para el San Pío V, ¿su cargo deberá salir a concurso público?
–En absoluto. Los puestos de dirección son de designación directa, como establece la ley. La modificación del cambio de personalidad jurídica del museo no implica de ninguna manera el cambio de dirección. Para que no haya continuidad en la dirección museística, con independencia de qué figura lo gestione, se me debería destituir.
–Desde 2015 el Bellas Artes ha tenido cinco responsables: Paz Olmos, José Ignacio Casar Pinazo, Margarita Vila, Carlos Reyero y usted. No ha habido estabilidad en la dirección. ¿Usted ha pensado irse en algún momento de estos dos años?
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–Este es uno de los periodos más enriquecedores de mi vida a nivel profesional. Ha habido momentos duros, pero la mayoría de las veces soy capaz de dar un paso atrás y ver que vale la pena. El Bellas Artes es un museo espectacular y dirigirlo es un auténtico privilegio.
–¿Aspira a un mandato largo como el de Fernando Benito?
–Fernando Benito fue el director que hizo el primer cambio de cara del San Pío V. No voy a negar que a mí me gustaría ser el que haga el segundo cambio de cara y eso no se hace en dos años. Los cargos no han de ser vitalicios pero en cultura y en cualquier parte de la Administración los tiempos cortos no existen. Para afianzar un nuevo Museo de Bellas Artes seguramente se necesita una década pero también sé que uno debe analizarse a sí mismo para saber cuándo se le ha pasado el arroz y ceder el testigo. Combinar continuidad y renovación es esencial, pero lo que importa siempre es la pinacoteca.
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–Si hay un vuelco electoral en 2023, ¿teme ser relevado?
–Todo es posible, pero mi cargo es técnico. Antes de llegar la dirección del museo no tenía contacto con la clase política, de ningún tipo de signo. Creo que estoy dirigiendo este museo sin condicionamiento ideológico, me rijo por criterios profesionales y técnicos.
–¿Usted tiene aliados políticos en la Generalitat?
–Evidentemente no puedo gustar a todo el mundo. Cuando gustas o disgustas es porque haces cosas. El Museo de Bellas Artes, no yo, tiene aliados en la Generalitat desde los más altos niveles.
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–En dos años se ha fortalecido el músculo artístico de la pinacoteca. Primero fue la cesión de los fondos del mecenas Gestenmaier, el depósito del Banco Sabadell y la compra de la colección Lladró. ¿Cuándo recibirá el museo las obras de la familia Lladró?
–No puedo dar una fecha concreta porque la mayor parte está todavía en Madrid en condiciones de conservación perfectas. Hasta que no acaben los trámites y se diseñe la manera de integrar y exhibir las piezas, allí están seguras. El museo se tiene que organizarse para poder recibir, por ejemplo, ‘Yo soy el pan de la vida’, que tiene una medidas notables. La colección Lladró tardó 20 años en hacerse, se ha tardado un año en las negociaciones de compra y ahora tenemos que tener paciencia. Los Joan de Joanes, el Ribalta, el Zurbarán, los Vicente López y los bodegones de Margarita Caffi se han de integrar en la colección permanente.
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–¿Los siete sorolla de la colección Lladró no se van a exhibir en 2023, año del centenario del pintor?
–Por supuesto que se verán en el Bellas Artes en 2023. Los siete sorollas de Lladró nos obliga a reformular el espacio donde están ahora las otras piezas del pintor valenciano. El próximo año crearemos una sala Sorolla para exhibir exclusivamente todos los sorolla que ahora conserva el museo más los de la familia Lladró; ‘Cabeza de mujer’, que procede del Banco Sabadell; y los bisontes del extinto Círculo de Bellas Artes. Estará en el edificio Pérez Contiel y se ubica allí por coherencia de discurso y altura de techos. Albergará 50 obras.
–¿La sala Sorolla funcionará más allá de 2023?
–Claro, será permanente. Los museos han de potenciar los nombres que lo singularizan y Sorolla es uno de ellos, pero también lo es Pinazo y Muñoz Degraín. Sorolla refuerza la personalidad del Bellas Artes. Los museos han de pensar en el público y este entiende el discurso artístico a través de espacios monográficos.
–La Conselleria de Cultura cerró en 2019 la sala Sorolla (abierta en 2011) con Margarita Vila como directora provisional del museo. Tres años después usted refuerza la presencia de Sorolla en el centro y reabre de nuevo un espacio propio para el pintor valenciano. En este periodo de tiempo Bancaja se ha posicionado como el centro cultural que siempre incluye al pintor valenciano en su programación, colabora con la Casa Museo Sorolla y tiene a Blanca Pons-Sorolla en su patronato. ¿Bancaja le ha comido el terreno al Bellas Artes?
–Nunca puede considerarse que trabajar es comer terreno. Si alguien come terreno a otra es porque una de ellas no ha hecho lo suficiente. El San Pío V aspira a ser referencia de Sorolla en Valencia sin entrar en competición con ninguna institución. Los museos son instituciones distintas a los centros culturales porque los primeros cuidan y custodian fondos propios, investigan el arte y exponen colecciones.
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–¿Le gustaría tener a algún descendiente de Sorolla en el patronato del museo?
–No decido la composición del patronato, pero me gustaría que Blanca Pons-Sorolla estuviera. La conozco personalmente, la aprecio y la admiro. Con ella voy a trabajar el año que viene.
–¿El Bellas Artes puede funcionar sin apenas conservadores?
–Con mucha dificultad.
–¿Qué se acometerá antes: el plan museológico (una nueva ordenación expositiva de los fondos) o el embellecimiento del entorno del Bellas Artes?
–El entorno. Lo previsible es que en 2023 se acometa la mejora urbanística, pero no es una cuestión que se decida en la pinacoteca.
–¿Por qué no se reabre la cafetería del museo?
–La cafetería se cerró antes de mi llegada a la pinacoteca. Este verano empezaron las obras. No puedo dar una fecha porque no depende del Bellas Artes.
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