Es una de las obras más peculiares de Joaquín Sorolla. Tanto que casi es una reareza. No son muchas las pinturas de tema religioso que salieron de su paleta. Por ese motivo, y también por otros, el fotoperiodista Víctor Gutiérrez se queda con 'Yo soy el pan de la vida' ante la invitación a poner título a este Lunes de Sorolla con una obra del artista.
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Hace poco, con motivo de la festividad del Corpus, el tapiz de flores que se instaló en la plaza de la Virgen reproducía esta pintura que viene como anillo al dedo para esa celebración. Recuerda el fotoperiodista que su trabajo le situó ante ese homenaje de flores al pintor. La imagen le impactó despertando en él el interés por saber más de esta rara avis en la trayectoria de «un artista que no tiene demasiadas obras religiosas».
Víctor Gutiérrez es fotoperiodista de la Agencia AVAN del Arzobispado de Valencia. También es educador, actividad que desarrolló durante varios años y que ahora mantiene como instructor de aikido.
Ya ante el cuadro, fechado en 1897 aunque encargado en 1896, Víctor Gutiérrez empieza a descubrir los detalles que acercaron al pintor a la técnica fotográfica. El guía de hoy, experto en el arte de la cámara, explica que 'Yo soy el pan de la vida' es un buen ejemplo de la «composición fotográfica» trasladada al lienzo. Y tanto se ha detenido Víctor Gutiérrez a mirar este cuadro que le maravilla, que con sus palabras saca a la luz la observación de que la disposición de los personajes sobre el lienzo traza una diagonal perfecta que permite contemplar con claridad a cada uno de ellos con la imagen de Jesucristo en el centro.
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Cómo se descubren a la mirada del espectador los distintos personajes de una pieza que podría recibir la calificación de coral, conduce al fotoperiodista a observar la figura del niño que aparece en la esquina izquierda «de una obra enmarcada en sí misma». Advierte Gutiérrez que ese joven está fuera del cuadro, como un observador del mismo en un momento pictórico que no puede evitar que el guía de este Lunes de Sorolla refiera la mirada «a Velázquez, uno de los grandes maestros al que admiraba el artista valenciano» y a quien parece regalar un homenaje.
Y todavía hay más que mirar para poder seguir viendo claves de la obra que Sorolla realizó por encargo del diplomático chileno Rafael Errázuriz y que en la actualidad forma parte de la colección del Museo de Bellas Artes de Valencia tras la adquisición por la Generalitat de la colección Lladró.
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Ahora es el entorno, el paisaje de la escena, el que ocupa la conversación para llamar la atención de un apunte de innegable factura costumbrista valenciana. La barca es «una embarcación de vela latina propia del paisaje de la Albufera», rasgo que añade peculiaridad a esta pintura cuyo entorno, conforme al relato que refleja, conduciría al mar de Galilea. Pero Sorolla quiso que la escena se inscribiera en la Historia del Arte con el acento creativo del valenciano universal.
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