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Como aquella vez un lustro atrás, este sábado no se me hizo un mundo ir de L'Eliana a Valencia sólo por recoger un pedazo de papel. Ese folio tamaño cuartilla con tres números impresos en negro era mi tesoro. Tampoco he protestado, como suelo ... hacerlo, cuando este domingo ha sonado el despertador. Me he presentado en Maestro Rodrigo, con mi dorsal para la primera oleada de la primera carrera desde el inicio de la pandemia. Con la excusa de que tenía que grabar para el periódico, he conseguido que me lo cambiaran para la segunda, la de aquellos que corren por debajo de 5 minutos el kilómetro. Cuando he visto al periodista y amigo Álex Heras asumir el rol de cola de león, lo reconozco, he sentido cierta vergüenza por mi falta de arrojo.
Pero lo cierto es que, como pretendía, ir al final -que sí, que no he salido como cabeza de ratón, sino como cola del roedor...-, me ha permitido observar cómo ha sido esta primera ola en el regreso de la 'Ciudad del Running'. Y además, sin presión alguna, correr con mascarilla en todo momento, como le había prometido a Maggie, mi pareja, como condición sine qua non para ponerme un dorsal a la primera de cambio. Y lo cierto es que lo agradezco, ahora os cuento.
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Tras grabar la partida de las gacelas, charlar un rato con Rafa Puerto, de Cárnicas Serrano, saludar a José Antonio Redolat, Paco Borao y Pilar Bernabé, me he encaminado al control de acceso. He de decir que debajo de todas esas mascarillas se adivinaba una sonrisa nerviosa: la de ese punto de partida en el que has hecho bien todo lo que está en tu mano, pero que te dirige hacia lo desconocido.
Antes de adentrarme a la salida, control de temperatura y gol. En el asfalto, un punto para que cada corredor se colocase con metro y medio de distancia con respecto a quienes le rodean. Al que más cerca tengo es a mi amigo Vicent García San Rafael, impulsor del Circuito de Carreras de Valencia, que vuelve en junio pandemia mediante con la de Marta Fernández de Castro. Un honor, no podía tener mejor compañía en este regreso.
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A los 100 metros de la salida puedes retirarte la mascarilla. Yo no lo he hecho porque lo había prometido. Así de sencillo, no voy a dármelas de más precavido que nadie. También me he acordado de mi madre, trasplantada de hígado, a la que le habría encantado correr, pero que debe apostar por la cautela por su salud. «Me he hecho ocho kilómetros por L'Eliana, pensando en que estaba allí», me ha dicho por teléfono después, cuando me ha llamado para preguntarme cómo había ido. Ojalá ella y todos los que aún no se fían puedan regresar y pronto seamos los 8.000 que estábamos inscritos al Circuito antes de esta pesadilla.
En 5.700 metros, la verdad, es que en muchos tramos no manteníamos metro y medio de distancia. El respeto entre los corredores ha sido máximo, pero resulta difícil, en carrera, estar pendiente de forma escrupulosa de la separación. En eso la organización debe fiarse de cada uno de nosotros, y creo que debemos anotárnoslo como asignatura pendiente de cara al 5K de dentro de dos semanas y la carrera de Marta Fernández de Castro de dentro de dos semanas.
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Luego está la desesperante minoría que avanza a contracorriente, como esos dos corredores que, sin mascarilla, no tenían otro sitio por donde entrenar que por el lugar donde se desarrollaba la carrera. ¿Estamos preparados para que acabe el estado de alarma? No lo sé, espero que sí, pero a veces, en los momentos de bajón, temo que depende más de la evolución del virus que de nosotros como especie. Confiemos, por el bien de la vuelta de las carreras, como ejemplo de todo lo demás.
Escuchar a Joxe saludarme al alcanzar la meta era una sensación que echaba mucho de menos. Con la mascarilla empapada, sin apenas poder hablar tras el esfuerzo final -sí, he esprintado como cuando Laura Méndez logró la mínima olímpica pero sin opción de billete alguno a Tokio-, me he fijado en el dispositivo de llegada. Un par de voluntarios te insisten en que no te retires la mencionada mascarilla, y tienen varias quirúrgicas para quien pueda haberlas perdido. Pido una porque la mía está, evidentemente para cambiar. Los voluntarios insisten en que no nos quedemos hablando en la zona de meta.
La consigna es cero aglomeraciones. La lluvia, de repente y en un corto espacio de tiempo, hace de elemento disuasorio. El chaparrón disuelve el post meta. Antes de las 10, el final de Maestro Rodrígo está como si no hubiera ocurrido nada. Pero sí ha sucedió: una carrera que, si los corredores somos responsables, será histórica. 'Tornem': ese era el lema y más que de nuestras piernas, de nuestra cabeza depende que la 'Ciudad del Running' vuelva a latir como hace un año, allá por febrero de 2020.
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