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j. Molano
Sábado, 12 de mayo 2018
Las historias de los peleadores suelen ser duras. En muchos casos, los golpes en el octógono o en el cuadrilátero son los que menos daño les provocan. Carne de cañón en barrios marginales o víctimas de familias desestructuradas, se ven obligados a sortear adversidades lejos de las paredes del gimnasio. Vidas complicadas. También de superación. La de Jeanderson Castro es una de ellas. Al quitarse la camiseta, en cada combate se puede ver tatuada en la parte inferior izquierda de su espalda la cara de un niño sonriente. Es su hermano Joel, al que le arrebataron la vida una noche justo antes de que se metiera en la cama. El prometedor luchador de artes marciales mixtas pelea, sobre todo, por él. Le da la fuerza necesaria para encajar cada puñetazo y cada patada. Su pérdida fue dura. Jamás podrá borrar de su memoria aquel fatídico 21 de noviembre de 2011. Lo recuerda como si lo hubiera vivido el día anterior.
Todo ocurrió en el hogar familiar, en Salvador de Bahía, Brasil. Jeanderson regresó de un viaje con amigos y Joel, de 10 años, estaba esperándole como siempre. Estuvieron conversando un rato sobre la escapada hasta que llegó la hora de irse a dormir. «Entonces empezamos a escuchar sonidos de disparos lejanos y me preguntó qué eran esos ruidos. Le contesté que se trataba de fuegos artificiales, que se metiera en la cama, que todo estaba bien. Esa fue la última vez que hablamos», cuenta al diario digital irlandés Independent.
Joel, como siempre, hizo caso a su hermano mayor y volvió a su habitación: «Fue valiente, porque tenía mucho miedo, pero en el momento en el que fue a apagar la luz una bala entró por la ventana desde la calle. Mi padre vino corriendo a mi habitación: 'Jean, Jean, es tu hermano...'. Alguien le había disparado». Ambos se apresuraron a entrar en el dormitorio del pequeño y lo hallaron tirado en el suelo: «La bala entró por su cara y salió por la parte trasera de su cabeza. Aún respiraba». Le llevaron al hospital, pero poco pudieron hacer para salvarle. Falleció de la manera más injusta en una de las ciudades más violentas del planeta. Tanto es así que las autoridades no recaban los datos necesarios para atenuar el problema. La cifra de homicidios en 2015 fue de 2.116 en la urbe y de 5.919 en el estado de Bahía, según el informe anual del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal (CCSPJP) de México.
Aquel episodio marcó la vida de Jeanderson y la de sus padres, quienes siguen reclamando justicia por el asesinato de su hijo pequeño. Hace cuatro años, con el apoyo de su padre, el deportista dejó Salvador y puso rumbo a Irlanda en busca de prosperidad. Lo hizo por su hermano, aunque le costó salir adelante: «Pensé que todo estaba perdido, pero el deporte me demostró que cualquier cosa es posible. Lo uso para traer buenos momentos a mi vida y demostrar a los demás que se pueden superar ciertas situaciones». En Reino Unido se gana el pan como gladiador en el peso ligero de BAMMA, la categoría de plata de las artes marciales mixtas. «He practicado esta disciplina toda mi vida y mi familia la utiliza para ayudar a la gente a salir de las calles. Mi padre enseña capoeira y yo jiu jitsu», recalca el atleta sobre su comienzo desde cero junto a sus progenitores a nueve mil kilómetros de su país.
Este sábado Jeanderson se enfrentará a Akonne Wanliss en el 3Arena de Dublín. Su meta, como la de todo luchador ambicioso, es alcanzar la UFC, donde se baten el cobre los guerreros más prestigiosos. En el intento, sonriente, en su espalda, le compañará Joel.
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