![La encordadora valenciana que todos quieren en los Grand Slam](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/09/10/Imagen%20virginiaalcaraz-RisRr4QpDxVVuXa1Mv5bu9I-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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Virginia Straatsmann es una pionera en un oficio como el de encordador profesional, que bien entrado el siglo XXI sigue siendo mayoritariamente de hombres. «Voy a los torneos y soy la única mujer», comenta con la sonrisa que le acompaña durante toda la conversación. En cuanto Juan Carlos Ferrero atisbó su cabellera rubia al llegar a All England Club en julio, la abordó: «¡Virginia! ¿También tú aquí? Ya sabes las raquetas de quién vas a encordar». Porque ella es talismán para Carlos Alcaraz: lo había demostrado en los dos Open 1.000 de Madrid anteriores (2022 y 2023, ambos ganados por el murciano) y lo constataría dos semanas después en Wimbledon, segundo Grand Slam del emergente tenista tras su éxito en el US Open de 2022.
Ir a Nueva York es el 25% del sueño de Virginia. «Me gustaría trabajar como encordadora en los cuatro Grand Slam», precisa. Ella se inició en este trabajo en 2003, en el Open 250 que entonces se celebraba en el CT Valencia. El año siguiente fue a Roland Garros y en este 2023 ha cumplido el sueño de Wimbledon. «Australia es posible si trabajas con Yonex (la marca japonesa que firmó como encordador del torneo en 2016) y en el US Open es Wilson, pero tienen un equipo bastante cerrado y principalmente de norteamericanos. Es difícil, pero también lo era Wimbledon», desliza.
No pierde el optimismo porque disfruta de una actividad que le viene de familia. Cuenta su historia mientras encuerda una raqueta en la tienda de Valencia de Tennis Point, donde trabaja en la actualidad. «Ahora porque estamos charlando, pero en un torneo tienes que hacer tres a la hora, y clónicas. Hay un aparato que marca la tensión dinámica y debe ser la misma. Eso es difícil, hay que estar concentrada, y más cuando son raquetas de partido y de jugadores top», indica.
Pero a decir verdad, tiene la pulcritud por bandera porque lo aprendió de jovenzuela en Deportes Fernando. En la tienda que regentó su padre, natural de Foios pero de origen alemán y que fue futbolista profesional. Lateral derecho, militó en el Valencia entre 1957 y 1959 y, tras su retirada, fundó el negocio en la calle Sorní, conocido en toda la ciudad por su especialización en el tenis.
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«Entonces se pensaba que el de encordador era un trabajo de hombres porque hacía falta fuerza. La tienda era un negocio familiar y mi padre no tenía hijos sino hijas, así que nos enseñó a nosotros. También a nuestro abuelo, a su suegro, porque había mucha faena», recuerda Virginia Straatsmann: «Mi padre era muy buen encordador, aunque usaba técnicas que ahora yo ya no utilizo».
Pero los clientes lo buscaban, sobre todo los que eran muy meticulosos y no se fiaban de Virginia Straatsmann por su condición de mujer: «Fernando, pero házmela tú». Cuando el dueño de la raqueta se marchaba, él se la entregaba inmediatamente a su hija. «A mí se me llevaban los demonios, sobre todo cuando venía a recogerla, la observaba y le decía: 'Fernando, ¡cómo se nota que la has encordado tú!'. Al principio lo pasé muy mal, pero después aquello me ayudó a ganar confianza en mí misma».
Tanta que ha aprendido a trabajar bajo presión y en una labor más dura de lo que en principio pueda parecer: «Madrugas, estás muchas horas de pie y acaban doliéndote las manos, los dedos...». Y eso no impide que mantenga la ilusión de cuando empezó de joven y de aquel primer torneo en el CT Valencia. Le ha encordado a Juan Carlos Ferrero o a Nadal. «Cuando vas a un torneo no sólo trabajas en las raquetas de un tenista. Te asignan una máquina y llevas a varios mientras van avanzando en la competición», especifica. «El 80% de los jugadores usan el servicio del torneo, aunque hay algunos que tienen su propio encordador, como Zverev, Djokovic... Federer también llevaba el suyo», relata Virginia.
Su 'flechazo' con Alcaraz fue en el Madrid Open de 2022. «Se dio la situación de que sólo quedaba mi máquina activa», recuerda. Claro está, Djokovic, rival de semifinales y Zverev, el de la final, llevaban su propio encordador. «Creía que difícilmente me iba a ir mejor en otro torneo», subraya. Pero tras el resultado del año pasado, este le volvieron a asignar a Alcaraz. «Y a Sabalenka, que le ganó en la final a Swiatek, que llegaba como número uno... ¡así que hice doblete!», bromea Virginia Straatsmann. Claro está, el comentario estaba servido: «Se creó el bulo de que le doy suerte, pero es que el chaval juega muy bien. Los clientes vienen y me dicen que soy talismán para Carlos Alcaraz».
Pero ella dice que no hace nada especial: «Cada maestrillo tiene su librillo, pero al final el tenista te deja sus raquetas, su bobina y te deja las especificaciones. Alcaraz pide 25 kilos de presión en verticales y 23 en horizontales. En Madrid pidió subir un kilo más para poder controlar la bola, por la altura». Aquello le costó un disgusto a Virginia: «Es que yo soy muy emocional y se vio por la tele cómo tiraba la raqueta en un partido en el que iba perdiendo. Me lo tomé como algo personal».
Rápidamente, Alcaraz pidió que le cambiasen la presión y el runner llevó las raquetas para que se las encordasen en pleno partido. El resultado ya lo saben. Virginia Straatsmann repitió semanas después en Wimbledon y Ferrero no tuvo dudas. «Sólo lo llevé hasta cuartos, porque fui para diez días. Cuando lo vi ganar desde Valencia me dio rabia no estar allí», admite. Al mismo tiempo, sintió que ella había tejido un trocito de aquella gesta.
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