Batacazo sin excusas en la Copa

Los equipos grandes no lo son sólo por presupuesto. Si así fuera, el deporte sería tan aburrido como previsible. El orgullo también alimenta victorias. El Real Madrid llegó a la Copa de 2021, que se juega en su casa, con muchas dudas en su juego y con problemas físicos (Taylor y Garuba lesionados y Llull al límite) que llevaron a que en las previas, y en las encuestas, toda la balanza del favoritismo fuera para el Barça. «Para mí el favorito siempre es el Real Madrid» soltó Laso en la previa de la Copa. Sonó un poco fuera de tiesto pero el hombre que ayer cumplió 735 partidos en el banquillo blanco, el que más de su historia, 'picó' a sus jugadores y le salió bien.

El Valencia Basket no supo leer el partido, las debilidades del rival y sus puntos fuertes. Le faltó colmillo y es ahí donde su participación en la Copa, que terminó ayer, tiene que ser tildada como algo más que decepcionante. La sensación en la pista, más allá del resultado final, es que nunca tuvo opciones reales de victoria. Nunca. Por sensaciones. Un pecado ante un equipo con orgullo (Deck y Thompkins lideraron ese barco) que marcó el territorio. Tras el batacazo, perder de forma contundente siempre lo debe ser para un equipo que aspira a los títulos, ahora le toca al bando taronja sacar el orgullo. El próximo partido será ante el Real Madrid en la Euroliga. Una nueva final para el Top 8.

Ponsarnau tampoco tuvo su mejor noche. Nadie se salvó ayer en el bando naranja. Nadie. El único momento donde el Valencia Basket soñó con el milagro (cuando vas perdiendo 59-38 así se afronta la realidad) llegó con un parcial de 0-15 liderado por Van Rossom con siete puntos. Con el 59-53 el de Tàrrega decidió sentar al belga. El Real Madrid lo agradeció para salvar el conato de remontada con un 63-55 al final del tercer cuarto. El último fue un querer y no poder para un equipo que acabó frustrado.

Al conjunto taronja no le salió nada en la primera parte. El único clavo al que pudo agarrarse para no ondear la bandera blanca fueron las faltas personales del juego interior de Laso, que llegaba mermado por la baja por lesión de Garuba. El símbolo fue Tavares. El caboverdiano hizo la primera a los 21 segundos de partido. Al banco. Cuando volvió hizo la segunda a los 23. Al banco. Sumó 44 segundos en la primera parte... pero su equipo se marchó 49-34 gracias al acierto en el triple (7 de 17) y a un Valencia Basket que se desquició intentando igualar el partido con esa arma (1 de 12) cuando era en la pintura donde tenía que haber encontrado la vía de agua (Felipe Reyes con tres faltas y Deck y Thompkins). Todo mal.

El Real Madrid se quitó el susto de las faltas en el primer cuarto a base de triples. Ponsarnau arriesgó estirando la primera unidad y sin parar el partido con algún tiempo muerto y le salió mal. Cuando la tele paró el partido el marcador ya reflejaba un 21-11. Al final del primer cuarto era de 29-17. Una sangría defensiva que lastró al Valencia Basket en el arranque del segundo cuarto, en el que llegó una máxima renta blanca tras canasta de Deck (38-22). Restaban siete minutos para el final de la primera parte pero el partido peligraba con romperse de forma definitiva. Ahí sacó el orgullo el bando taronja, con un parcial de 2-11 culminado por Kalinic (40-33). Otros tres minutos muy irregulares, culminamos con una falta clara a Prepelic de tres tiros que terminó en técnica al esloveno por protestar, llevaron el -15 al descanso. «Tenemos que cambiar la castaña de partido que estamos haciendo, sacarnos la caraja», declaró Ponsarnau antes de comenzar la segunda parte. El problema es que ese sentimiento no desapareció. El Valencia Basket culminó uno de sus partidos más decepcionantes del curso, donde el juego colectivo dejó paso a las guerras individuales. El técnico se declaró «responsable».