Varias personas hacen cola para esperar ser atendidos en una sucursal bancaria. D. Torres

La pérdida de 3.000 bancos deja en la estacada a miles de valencianos

La imparable reducción de la red se une a la digitalización de los procesos que deja atrás a una parte de la población

Domingo, 30 de enero 2022, 01:15

Ha sido un lento goteo que se percibía en las calles con cierres individuales a los que no se les daba mucha importancia pero ha arrasado poco a poco con un sistema que ha acompañado a la sociedad durante décadas. La red bancaria valenciana ... ha retrocedido a pasos agigantados hasta el punto de que, en 13 años, se han perdido más de la mitad de las oficinas y se ha pasado de un pico que se situaba en algo más de 5.000 sucursales a apenas 2.000. Una situación que, unida a un proceso de digitalización que ha deshumanizado la mayor parte de las gestiones, ha dejado en la estacada a miles de valencianos.

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Esta reducción del 60% comenzó con la llegada de la crisis económica y las cifras actuales se sitúan en niveles de 1977. Tal y como muestra el gráfico que recopila los datos del Banco de España, la caída fue en picado y eso se debe también a que los datos estaban inflados por la burbuja inmobiliaria. Pero lo cierto es que este proceso no se ha detenido y con la pandemia ha vuelto a coger carrerilla.

Es una realidad que la población más joven y de mediana edad utiliza mucho menos los bancos tradicionales ya que muchas gestiones se pueden hacer de forma remota y eso justifica parte de los cierres pero de la misma forma ha habido otros factores como la mayor concentración del mercado. Con el Covid se inauguró una nueva etapa de fusiones y absorciones que, sin llegar a ser tan destacada como la que tuvo lugar a partir de 2008, sí ha sido importante.

El mayor ejemplo de este proceso ha sido la desaparición de Bankia, que se ha integrado en Caixabank. Esto ha conllevado que en la recta final del ejercicio pasado y en estas primeras semanas de 2022 se hayan materializado los ERE que han llevado a la salida de miles de trabajadores y al cierre de un sinfín de sucursales. Y la Comunitat Valenciana ha sufrido de forma particular ya que estos dos bancos eran los herederos de los ya extintos Bancaja y Banco de Valencia.

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Si la desaparición de la mayor parte de las oficinas bancarias se nota en las principales ciudades, en los pueblos, en especial los que menos población tienen, el drama es mucho mayor. Según un estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie), 249 municipios de la Comunitat no cuentan con ninguna sucursal. Esto significa que nada menos que 140.000 personas no tienen acceso a un servicio tan básico como este y el problema es aún mayor ya que la mayor parte de la población de estas zonas necesita más que nadie una atención física.

Es cierto que hay iniciativas como las sucursales móviles que acuden en determinados días o la iniciativa de la Generalitat de instalar cajeros automáticos públicos que cubren parte del hueco pero ante un problema de estas características son actuaciones que para muchos usuarios son más que insuficientes.

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Un problema añadido es que el número de entidades que permanecen abiertas va a continuar disminuyendo. Los últimos datos facilitados por el Banco de España hacen referencia a septiembre de 2021 pero desde entonces se han intensificado muchos cierres y la realidad es que ese número va a continuar descendiendo.

Y se va a peor. Los cierres más significativos son los ya comentados de Caixabank tras la fusión pero Sabadell también ha realizado importantes recortes en las últimas semanas mientras que Santander y BBVA los hicieron hace unos meses. Por norma general todos los grandes bancos han hecho procesos similares y ninguno se atreve a descartar que no tengan que seguir retrocediendo, lo que no despeja el fantasma de más despidos.

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La brecha digital

Todo este movimiento de cierres ha ido de la mano de una gigantesca digitalización de los procedimientos. Cada vez es más habitual que cuando una persona acude a un banco a preguntar por cualquier gestión se le diga que o bien la tiene que hacer a través del ordenador o desde el cajero.

Esto supone un obstáculo para las personas más mayores, acostumbradas a que las plantillas les acompañen y les ayuden, que ahora tienen que enfrentarse a cajeros que se han convertido en máquinas de gran complejidad que les cuesta entender. Además, cada vez es más complicado que un empleado pueda salir a explicarles por la mayor carga de trabajo. La realidad es que es más que habitual que nunca que cualquier mañana se vean largas colas en muchas sucursales, lo que evidencia un problema.

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Este proceso ha llegado hasta tal punto que a veces se puede rozar el absurdo. Los consumidores denuncian situaciones tan surrealistas como el hecho de que cuando un ciudadano acude a un banco a las 12 de la mañana a ingresar varios billetes de 200 euros directamente no puede hacer esa gestión. En los cajeros no se admiten billetes de importes tan grandes y, en la oficina, la denominada 'caja' cierra a las 11, así que lo máximo que se puede hacer es pedir cita previa para ingresar dinero otro día.

Hartazgo

Ha sido justo en la Comunitat Valenciana donde se ha dicho basta a una tendencia que se da en toda España y de forma especial en los municipios en riesgo de despoblación. Carlos San Juan, un valenciano de 78 años, se ha convertido en la imagen del descontento al haber iniciado una campaña que ya ha recogido 460.000 firmas. ¿Qué pide? Pues algo tan simple como que no se deje abandonada a una parte fundamental de la población.

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Su campaña le ha convertido en el anciano más popular del momento y sus apariciones en todo tipo de medios han dado sus frutos. Ha llamado la atención del Ministerio de Economía que encabeza Nadia Calviño, que ha contactado con él para tomar nota de estos problemas, y esta semana ha mantenido una conversación telefónica con el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos.

Carlos San Juan ha sido convincente porque en tres semanas se van a reunir el gobernador del Banco de España y la ministra de Economía con representantes de la banca para escuchar qué medidas correctoras va a tomar el sector. Las demandas ciudadanas ya han sido puestas encima de la mesa y han evidenciado un problema que la sociedad reclama atajar. Ahora es el momento de que haya soluciones.

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