Urgente Un incendio en un bingo desata la alarma en el centro de Valencia
Isabel Bonig tras dar cuenta en la noche electoral de los resultados obtenidos por el PPCV en Les Corts Valencianes. jesús signes

Los casadistas piden la cabeza de Bonig pero no la de Casado

Los críticos agrupados en las listas creen que la presidenta regional carece de relato para levantar al partido

HÉCTOR ESTEBAN

Lunes, 29 de abril 2019

El afilador ya silba por los bajos de la sede del Partido Popular en la plaza de América. Los casadistas quieren la cabeza de Bonig aunque no piden lo mismo para Casado en Madrid a pesar de que los resultados del líder nacional fueron peores. La derrota popular ha sido sin paliativos. El PP perdió la noche del 28-A doce diputados en Les Corts Valencianes, seis en el Congreso, seis representantes en el Senado y desde el inicio de la década casi un millón de votos en la Comunitat Valenciana. Un cataclismo que conduce sin remedio a las trincheras y provoca que el pulso subterráneo de poder aflore en superficie. Es cuestión de tiempo. La presidenta regional, Isabel Bonig, exprimió la noche electoral el único dato positivo si es que lo había: «El PP lidera el bloque de centroderecha». En realidad, una catástrofe. Los casadistas lo tienen claro: Bonig se tiene que ir y la reconversión se debe tutelar desde Madrid con Casado. Un planteamiento que no es compartido por todo el partido. Por primera vez, el PP se enfrenta a un futuro de división intenso que recuerda al PSPV de los peores tiempos.

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La guerra no se ha declarado todavía porque a la vuelta de la esquina hay unas elecciones municipales para tratar de sacar la cabeza. Pero los resultados cosechados en el recuento de la noche del 28-A, tanto en las generales como en las autonómica, invitan a pensar que salvo milagro las urnas ratificarán la debacle de un partido que va sin frenos hacia una profunda renovación. El problema es que los dos bandos, los que están con Casado y los que siguen a Bonig, tiene argumentos para culpar al otro. El resultado de los dos en la Comunitat ha sido paupérrimo, pero hay un empate técnico en el desastre general.

Los partidarios de Pablo Casado en el PP valenciano, que se han sentido en los últimos tiempos apartados y ninguneados por la regional, quieren la cabeza de Isabel Bonig. Los tiempos de la ejecución fluctúan según el ímpetu singular de cada uno de los casadistas, pero todos coinciden en que los resultados son la sentencia de la líder del partido.

La tregua interna en el PP valenciano está firmada hasta las municipales del 26-M

Los argumentos que ponen encima de la mesa son variados y todos terminan en la misma reflexión: ha destrozado al PPCV. Un millón de votos menos, la menor representación de la historia en el hemiciclo autonómico, la brutal caída en el porcentaje de apoyos -el 28-A fue del 19% cuando en 2011, último gobierno de los populares, el partido aglutinó al 50% de los apoyos- y el lastre que ha significado también la Comunitat para el PP de Casado en el Congreso.

El papel de Vox

Los críticos acusan a Bonig de no haber sabido contrarrestar el mensaje de Vox, que se ha llevado diez escaños en la Comunitat Valenciana, de haberse dejado comer el terreno por Ciudadanos con un mensaje que debía de ser propiedad del PP y de no saber mantener la confianza del electorado. Uno de los afines pata negra a Casado acusaba a la presidenta regional de no haber sido capaz de articular un relato propio para el partido, de convencer al votante, al histórico elector de los populares valencianos. Aseguran que Zaplana tenía un relato con el que ganó y que no servía para Camps, por lo que este creó el suyo, con el que también triunfó con una mayoría aplastante. La narración de Camps no servía tampoco para Bonig, pero los críticos aseguran que ella fue incapaz de articular el suyo.

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La duda de los afines a Casado es definir cuándo es el momento de pedir con contundencia la cabeza de la presidenta regional del partido. Hay una tregua mínima hasta las elecciones municipales del 26 de mayo pero el sentir general es que los resultados del pasado domingo hipotecan, por ejemplo, las posibilidades de María José Català en el Ayuntamiento de Valencia. La sensación es que el PSOE -en el PP hay quien ve a Ábalos como el Guerra del siglo XXI- echará el resto para conquistar la plaza de Valencia con la apuesta de Sandra Gómez y que mucho voto del PP, tras el vuelco electoral en la derecha, acabará en el saco de Fernando Giner de Cs. Si las previsiones se cumplen, la guerra está servida en bandeja.

Los críticos apuntan que Bonig ha tenido las manos libres «al ciento por ciento» durante cuatro años para tomar decisiones en el partido. Esa gestión se ha traducido en un 19% de los votos, un porcentaje suficiente para que la presidenta dé un paso al lado y con ella toda la gente de su confianza: Eva Ortiz, José Císcar, Jorge Bellver...

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Con ese argumento en la mano, los partidarios de Bonig defienden que Pablo Casado también tendría que dejar su cargo de presidente del partido porque su porcentaje de votos -un 16,70 por ciento- es todavía peor que el del PP valenciano y los 66 escaños obtenidos es menos de la mitad que los 137 logrados en 2016. Además, los partidarios de la actual líder del partido en la Comunitat Valenciana defienden que el PP ha aportado a Casado el 18,58% en el territorio, casi dos puntos porcentuales más que la media a nivel nacional. El PP en la Comunitat Valenciana ha logrado mantenerse como segunda fuerza política cuando en otras autonomías Ciudadanos se ha convertido en el segundo partido más votado. Los partidarios de Casado defienden que la receta para Bonig no vale para el presidente nacional. La diferencia está en el tiempo. La presidenta del PP valenciano y su equipo han tenido cuatro años para trabajar en un proyecto que no ha resultado. En cambio, Casado sólo ha disfrutado de unos meses y todavía arrastra la herencia de Rajoy y Sáenz de Santamaría, que hubieran sacado peores resultados el 28-A, defienden los fieles al presidente. En la plaza América suenan los tambores.

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