Vitrina donde el Avenida 2.0 despliega toda su artillería. LP

Los almuerzos del electricista que no quería ser cocinero

Jairo Varas relanzó el restaurante Avenida 2.0 en Massamagrell con una sofisticada propuesta gastronómica sin perder la tradición heredada de sus padres

Vicente Agudo

Valencia

Viernes, 19 de noviembre 2021, 00:33

Heredó el negocio familiar de manos de sus padres Arturo y Maricarmen. Tapas y bocadillos eran la única oferta del menú durante 28 años hasta que Jairo Varas tomó las riendas de la cocina. Tiempo después, el Avenida 2.0 conserva esa esencia tradicional ... mientras juguetea con recetas más sofisticadas. Por las mañanas, los almuerzos ocupan por completo el local, mientras que a la hora de comer se suceden los arroces, santo y seña de la casa, con platos como la panceta glaseada con hoisin.

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La infancia de Jairo está ligada a este restaurante de Massamagrell. Cuando volvía del colegio ayudaba a sus padres. «Como no llegaba, me subía a un cajón y preparaba los cafés», explica. Pero no veía su futuro vinculado al negocio familiar, así que trabajó como electricista al mismo tiempo que echaba una mano en el bar. Ni por asomo pensaba en ser cocinero.

Con 26 años entró en el mundo de la hostelería como camarero. Era de los buenos y varios hoteles querían contratarlo, pero le faltaba el inglés. «Quise estudiarlo, pero para el nivel que pedían necesitaba mucho tiempo de estudio, así que decidí formarme como cocinero», apunta. Superó las pruebas para entrar en el CDT y pronto despuntó entre el resto de los alumnos. «Sabía lo que quería y fui directo a por ello», explica Varas.

En bocadillo o en el plato, pero siempre con un 'cremaet', el final que todo almuerzo merece. LP

Sus siguientes pasos le llevaron como jefe de cocina pese a su inexperiencia, pero lo superó con nota. Después pasó a Comer, beber y amar, un restaurante en el que aprendió mucho y, sobre todo, se impregnó de la importancia de tratar el producto de primera. Fue ganando pericia y recaló en una cadena hotelera en la que disfrutó, pero de la que salió huyendo porque al final las directrices que recibía iban en contra de sus principios más básicos. «Me tumbaron la carta, querían más productos congelados y yo prefería más calidad», indica.

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En este 'impasse', su padre, con tres décadas a su espalda detrás de la barra, ya mostraba signos de cansancio. Los tiempos demandaban otra cosa pero él se mostraba reacio a cambiar. Así que le dijo a Jairo que si quería montar un restaurante ahí tenía el bar. Mucho trabajo, pero, sobre todo, muchos euros después nació Avenida 2.0, con un guiño en el nombre a la actualización que había experimentado el local. «Le dije a mi padre que quería innovar, que mi objetivo no era sobrevivir sólo de los almuerzos, sino darle un vuelco a la cocina y al local». Y vaya si lo consiguió.

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Las puertas del Avenida 2.0 se abren a las nueve de la mañana, pero las sartenes y cazuelas ya humean horas antes en este local de Massamagrell. Jairo quiere que todo esté hecho en el día, salvo esos guisos que se cocinan lentamente y realzan su sabor con un buen reposo, como las manitas de cerdo ligeramente picantes que se muestran tras la enorme vitrina que, a modo de carta, anuncia a los clientes el menú de almuerzos del día. Porque ese expositor es al que se dirigen los clientes nada más entrar. Como un automatismo, dirigen su pasos hasta allí para contemplar todo lo que ha salido de la cocina: tortillas, magro con tomate, embutido, chipirones en su tinta, lomo, pimiento y un innumerable menú de platos típicamente valencianos. «Pero si ese día al cliente le apetece otra cosa, nosotros se lo hacemos al momento», explica Jairo.

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Desde hace un tiempo, el Avenida 2.0 adquirió un horno de brasa con el que dar rienda suelta a los platos de la carta pero, sobre todo, catapultar los almuerzos. «Todos los viernes y sábados, el fuego se enciende y los clientes pueden degustar sus bocadillos de embutidos o carne hecha sobre las ascuas», comenta Jairo, quien decidió tras la pandemia dar un paso al lado y dejar al frente del restaurante a su hermano Aitor, que se formó con él. «El confinamiento y las restricciones nos lo quitó todo, incluso la ilusión, así que ahora quiero dedicar más tiempo a la familia», explica. Sigue conectado con el Avenida 2.0. porque no quiere que se pierda ese espíritu que insufló al sueño que ya rondaba su cabeza cuando estudiaba cocina. Pero ahora busca otro ritmo en su vida.

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Los comienzos no fueron nada fáciles. Con los almuerzos lo tuvo claro, ya que no quería perder la esencia del bar de sus padre, pero los platos para las comidas y cenas no fueron bien acogidos. Costaba un mundo sacar a los clientes del plato de carne a la plancha con patatas y pimiento. «La gente no entendía que les presentáramos recetas con muchas elaboraciones», indica.

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Pero su tesón pudo más y al tiempo los clientes fueron llegando. La voz se corrió y pronto se convirtió en un restaurante de referencia por su cocina de mercado bien elaborada, pero también por esos almuerzos herencia de sus padres. No sólo obtuvo clientes, sino también premios, porque Jairo le cogió el gusto a los concursos y ganó unos cuantos, sobre todo de arroces. Ahora el Avenida 2.0 está en manos de Aitor Varas, aunque su hermano Jairo acude con frecuencia y juntos tienen previsto darle un vuelco a la carta a partir de enero. La saga continúa, pero completamente renovada.

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