Almorzar. Ese verbo que los valencianos conjugamos sin parar. Nosotros, que somos tan cainitas a veces, nos sentimos orgullosos de enseñarle a quien quiera comprobarlo que a las diez o diez y media de la mañana el mundo se detiene. No hace falta dar ... más explicaciones, aunque sea un día entre semana y vayamos a tope de trabajo. En ocasiones el almuerzo puede tener, además, un punto de excepcionalidad. Nos hemos ido a Canet a comprobar si es verdad lo que nos han contado: cerca de la playa, un bar de almuerzos llamado Tito prepara unos bocadillos pantagruélicos rellenos de carne de potro que merecen esos kilómetros de más.
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Hay que fijarse como primer indicador de que un lugar cuida los almuerzos en el número de mesas ocupadas a media mañana y si se trata de trabajadores. Prueba superada: el local está a reventar, tanto dentro como fuera, donde tienen una terraza muy agradable que por una vez no ocupa aceras ni espacio público.
Es un local recién reformado, y nos cuentan que ha sido uno de los dueños quien lo ha hecho con sus propias manos, poco a poco, porque parece que se da maña. Moderno sin pasarse y con una atención rápida y exquisita. Hay una camarera que sabe lo que hace y eso se agradece porque los almuerzos son una prueba en la sala; hay que ir rápido porque no hay tiempo y hay mucha rotación.
En su web tienen todo un listado de bocadillos, a cual más apetitoso, a unos precios que oscilan entre los 4 y los 7,50 euros; a quien le parezca caro tendrá que tener en cuenta que los bocatas son tamaño XXL, y que a la barra de cuarto le quitan una de las puntitas. Nada más. El resto, bien relleno. Hay que probar la brascada de carne de potro, la especialidad de la casa, con o sin gorgonzola, que le da un punto especial. También hay que probar el 'chenchachione', que lleva pechuga, bacon, cebolla caramelizada y salsa mozapín, que no es otra cosa que una mezcla de mayonesa y mostaza. O el 'guarro', de sobrasada, queso, huevo, pimiento, bacon y cebolla. Para los más clásicos, bocadillo de lomo, bacon y queso, de tortilla de patatas -con la posibilidad de incluirle longanizas- o chivito, además de los bocatas con chipirones, puntilla o calamares. Para terminar, hay que pedir un cremaet.
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María José Carchano
Los clientes destacan precisamente los almuerzos en este local. «Me pusieron el pincho de tortilla más grande que había visto jamás, y los medio bocadillos son media barra», decía Alba. «El sitio donde te cobran como bar pero la comida es de restaurante», dice Iván. Porque, además de los almuerzos, en este bar se puede comer de menú a mediodía de lunes a viernes. Por diez euros, un arroz de embutido con habitas y una cazuela de pescado, por ejemplo, con varios platos a elegir.
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