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El ecosistema hostelero del centro de Valencia -definido centro como ese círculo concéntrico que se sitúa alrededor de la plaza del Ayuntamiento- es bastante particular. Negocios enfocados al turista, franquicias varias, terrazas con precios acordes a la ubicación y locales 'instagrameables' de tostada de semillas ... y aguacate. ¿Qué pueden hacer los curritos que no llevan uniforme de traje y corbata para alimentarse por la zona?
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Medio escondido tras el glamur del Only You, donde quienes atienden van mejor vestidos que tú, eso seguro, hay un bar que se llama Trànsits, que toma el nombre de la calle donde se ubica, y que es la definición exacta de lugar sin pretensiones. Comida correcta y precio barato, que tal y como están los alquileres es todo un logro. Y puede que sea en esta zona el único bar donde te puedes sentar a almorzar y comerte el bocadillo que te has preparado en casa sin que desenvolver el papel de aluminio con el pan aceitado del atún de lata con olivas sea motivo de expulsión. A la posibilidad de consumir sólo la bebida, los cacaus y olivas y el café se llama el gasto, y es mucho más habitual en los bares de polígonos o de los pueblos de l'Horta, donde los agricultores todavía se detienen a media mañana para tomar fuerzas después de estar en el campo desde que sale el sol. Por supuesto, es una opción muy democrática, porque parar a media mañana y poder sentarse en una terraza sin tener que dejarse medio sueldo no está pagado.
En el bar Trànsits atienden rápido y sin salseos innecesarios. La barra de la mañana, con lo esencial: tortilla de patatas, dos tipos de revueltos, carne, embutido, sepia. Lo que tiene el local es que apenas hay transición entre los almuerzos y las tapas, con bravas y ensaladilla rusa a cinco euros, donde te avisan de que el calamar es patagónico y donde las excentricidades llegan con unas habitas con foie y crujiente de huevo. Lo mejor, los caracoles en salsa, que los guiris miran con esa cara que puede ir desde la curiosidad hasta el asco.
El menú ha subido de precio, no ha quedado otra, pero todavía se puede comer por once euros a elegir entre cinco primeros como paella valenciana o lacón con humus y un segundo de codillo, pastel de carne o bacaladito con pisto. Bebida, pan y postre incluido. Para ser el centro, donde te pueden cobrar casi hasta por respirar, no se puede pedir más. Eso sí, aquí la sobremesa no da para mucha tertulia, porque lo que no ganan en precio lo ganan en rotación de mesas. Sin complicarse, pase corto y al pie, que en la vida ya hay demasiado por lo que preocuparse.
Y así se lo valoran los clientes. «Es un bar en el que se puede comer barato y con un buen servicio sin más pretensiones». «La comida muy buena. El precio el mejor de la zona y el servicio y trato exquisito. Ideal para comer de menú a diario». «Es un restaurante para menús diarios y dentro de ese rango es más que excelente, con variedad de platos, comida casera y precio ajustado. Vale la pena reservar porque suele estar lleno (por algo será)».
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