
REDACCIÓN
VALENCIA
Viernes, 19 de noviembre 2021, 16:50
Es 200 veces más dulce que el azúcar y apenas tiene calorías. En Europa está autorizado para su uso como aditivo alimentario en bebidas, postres, dulces, lácteos (yogures), chicles, productos para reducir controlar el peso y como edulcorante de mesa. Y ha estado durante años en medio de una intensa polémica que cerró la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria), al concluir que no tiene efectos cancerígenos, pero limitando al mismo tiempo su consumo. Es el aspartamo y en las etiquetas de los alimentos aparece como E-951.
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Este aditivo fue descubierto por casualidad en 1965 por James M. Schlatter, un químico de la multinacional farmacéutica G. D. Searle and Company que estaba trabajando sobre una droga contra las úlceras y al que se le derramó por accidente algo de aspartamo sobre su mano. Cuando se lamió el dedo, se dio cuenta de que tenía un sabor dulce y, tras investigar, se dieron cuenta de que además no tenía apenas calorías, al contrario de lo que sucede con el azúcar. Todo un descubrimiento.
El aspartamo es un polvo blanco, cristalino, sin olor, que se deriva de dos aminoácidos: el ácido aspártico y la fenilalanina. Su nombre químico es L-alfa-aspartil-L-fenilalanina metil éster, su fórmula química es C14H18N2O5 y se comercializa bajo varias marcas. Pero este edulcorante intenso se ha visto durante 30 años envuelto en la polémica porque estudios hechos en animales revelaron que podía tener efectos cancerígenos. En el año 2013 la EFSA publicó su primera evaluación del riesgo completa sobre el aspartamo y concluyó que el aspartamo y sus productos de degradación son seguros para la población general (incluidos los lactantes, los niños y las mujeres embarazadas).
Superalimentos
Sin embargo, su uso está autorizado en productos alimenticios y como edulcorante de mesa pero con una limitación: el Comité Científico de la Alimentación Humana estableció en 1984 una ingesta diaria admisible (IDA) para el aspartamo de 40 mg/kg de peso corporal.
Para superar la IDA, el consumo tendría que ser excepcionalmente alto y regular a lo largo de la vida de una persona. Por ejemplo, para alcanzar la IDA del aspartamo (40 mg/kg de peso corporal), un adulto que pese 60 kg tendría que beber 12 latas (330 ml) de un refresco dietético (que contenga aspartamo en los niveles máximos de uso permitidos), todos los días durante el resto de su vida. No obstante, en realidad, el aspartamo se utiliza en niveles más bajos y las cantidades que se encuentran en los refrescos pueden ser entre 3 y 6 veces menores que los límites máximos permitidos; esto aumentaría el número de latas necesarias para llegar a la IDA hasta 36 latas o más.
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La Comisión Técnica también confirmó que la IDA, aunque protege a la población en general (incluidos lactantes, niños y mujeres embarazadas), no es aplicable a las personas que padecen PKU, ya que deben cumplir estrictamente una dieta baja en fenilalanina (la PKU es un trastorno hereditario que aumenta las concentraciones sanguíneas de fenilalanina a niveles tóxicos para el cerebro en desarrollo).
En 2005, Morando Soffritti, de la Fundación Ramazzini, reavivó la polémica sobre lo peligroso del aspartamo. Después de un estudio con 1800 ratas durante ocho años, el equipo de investigadores que él lideró en la ciudad italiana de Bolonia concluyó que el aspartamo podría tener efectos cancerígenos.
La EFSA revisó este estudio en 2010 y los científicos llegaron a la conclusión de que, basándose en la información disponible en la publicación, no se puede evaluar la validez del estudio ni su enfoque estadístico y no pueden interpretarse sus resultados.
Por lo que respecta al diseño del estudio, y en consonancia con el consenso científico mundial, la EFSA advirtió de que los estudios experimentales realizados a lo largo de toda la vida de los animales pueden dar lugar a conclusiones erróneas. Por ejemplo, los animales de más edad son más propensos a las enfermedades y, cuando se prolonga un estudio de carcinogenicidad en ratones más allá de las 104 semanas recomendadas, pueden aparecer cambios patológicos relacionados con la edad (como tumores espontáneos) que podrían inducir a confusión en la interpretación de cualquier efecto relacionado con el compuesto.
Por otra parte, la EFSA señaló que se sabe que los ratones suizos (utilizados en este estudio) tienen una incidencia elevada de tumores hepáticos y pulmonares espontáneos y que la mayor incidencia de estos tumores notificada en el estudio se encuentra dentro del intervalo de control histórico registrado en este laboratorio para estos tumores en estos ratones.
Las conclusiones de la Comisión Técnica en relación con posibles problemas de seguridad en seres humanos son las siguientes:
• Los estudios no indican un aumento del riesgo asociado al consumo de aspartamo para el parto prematuro en mujeres embarazadas, leucemia, tumores cerebrales o diversos cánceres, incluidos los cerebrales, linfáticos y hematopoyéticos (de la sangre).
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• La ponderación de las pruebas indica que la ingesta de aspartamo no afecta a la conducta ni a la función cognitiva.
• No hay pruebas de que el consumo de aspartamo cause convulsiones.
• No hay pruebas convincentes de que el consumo de aspartamo cause cefaleas.
• La ponderación de las pruebas indica que el aspartamo no está asociado a reacciones de tipo alérgico.
• El metanol derivado del aspartamo es una pequeña parte de la exposición total al metanol procedente de todas las fuentes.
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• La contribución de los productos de degradación del aspartamo (fenilalanina, metanol y ácido aspártico) a la exposición alimentaria global a estas sustancias es baja.
• Los datos disponibles no indican un problema genotóxico del aspartamo (es decir, no afecta al ADN, el material genético de las células).
Tras la ingesta, el aspartamo se descompone en el intestino en sus tres partes constituyentes: ácido aspártico, fenilalanina y metanol. El aspartamo no penetra en el torrente sanguíneo ni se acumula en el organismo. Aunque no tiene el sabor amargo que deja la sacarina, su inconveniente es que podría no saber exactamente igual que el azúcar porque reacciona con otros sabores de la comida.
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El ácido aspártico, la fenilalanina y el metanol también están presentes de forma natural en otros alimentos, como las frutas y las verduras y, en los alimentos que contienen aspartamo, son procesados por el organismo de la misma forma que los derivados de otras fuentes dietéticas. En comparación, las cantidades de estos componentes ingeridas a través de los alimentos y bebidas que contienen aspartamo son pequeñas. Por ejemplo, una porción de leche desnatada aporta unas seis veces más fenilalanina y 13 veces más ácido aspártico que una cantidad equivalente de una bebida dietética edulcorada únicamente con aspartamo.
El ácido aspártico es un aminoácido que se encuentra en las proteínas. El cuerpo puede convertir el ácido aspártico en el neurotransmisor, el cual, a niveles muy elevados, puede tener efectos nocivos sobre el sistema nervioso. No obstante, los expertos de la EFSA no observaron indicios de neurotoxicidad asociada al aspartamo, por lo que llegaron a la conclusión de que el ácido aspártico derivado del aspartamo no plantea problemas de seguridad para los consumidores.
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El metanol está presente en alimentos, como las frutas y las verduras, o puede liberarse de ellos, y también lo produce de forma natural el organismo. Es tóxico cuando la exposición es extremadamente elevada, por ejemplo del consumo de algunas bebidas alcohólicas destiladas a domicilio. El metanol derivado del aspartamo es una pequeña parte de la exposición total al metanol procedente de todas las fuentes.
Sobre la base de los datos científicos disponibles, los expertos de la EFSA llegaron a la conclusión de que la exposición alimentaria al metanol procedente del aspartamo no plantea problemas de seguridad. Lo mismo se aplica al formaldehído, un metabolito del metanol.
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La fenilalanina es un aminoácido que constituye una proteína presente en muchos alimentos. El organismo también puede convertirla en tirosina, que es otro aminoácido utilizado en la síntesis de proteínas y en la formación de algunas hormonas y neurotransmisores. La fenilalanina es un aminoácido esencial que el organismo no puede producir y que debe suministrarse a través de la dieta.
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