![Bouldini compitiendo por el balón con Duarte, jugador del Alavés.](https://s3.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/06/17/1468009257-RKD27ldJNLTV6Tmx4a9u7JO-1200x840@Las%20Provincias.jpg)
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El guión más tétrico posible. El Levante sigue condenado a la Segunda División por un gol de Villalibre de penalti en el último minuto de la prórroga. Ya en el tiempo añadido, cuando la grada de Orriols estaba prácticamente preparada para invadir el césped y celebrar el retorno a Primera, ocurrió la debacle. Unas dudosas manos de Róber Pier revisadas por el VAR fueron interpretadas como infracción y la pena máxima fue aprovechada por el Alavés de Luis García para hundir a los azulgrana. La delgada línea entre la gloria y el drama se traspasó. Costará reponerse, pero los granotas están obligados a levantarse y buscar ese sitio del que nunca debieron irse.
El empate favorecía los intereses del Levante por haber terminado la temporada regular en una mejor posición en la clasificación. Una ventaja con la que jugaron los de Javier Calleja, que especularon. Tanto en Vitoria como en Valencia, el Alavés apretó más y generó un mayor peligro, pero los granotas nunca perdieron la consistencia y gozaron de oportunidades. Sobre todo en la prórroga, con sendos balones al larguero de De Frutos y de Pepelu.
No iba a haber tanda de penaltis. El empate en la prórroga concedía el billete hacia Primera División al Levante. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, el sueño se convirtió en pesadilla. Caprichos del destino, Luis García, el entrenador que obró el milagro granota en 2010, anoche privó a los azulgrana del premio. El actual preparador del Alavés se ha convertido en un especialista en los ascensos.
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Juan Carlos Valldecabres
Sin el retorno a la élite, el Levante deberá decidir qué entrenador dirige al equipo la próxima temporada, ya que la continuidad de Calleja estaba supeditada al ascenso. Los azulgrana deberán continuar con su travesía por el desierto. La rabia inundó el Ciutat.
El lugar natural del Levante se encuentra en Primera División. Lo ha demostrado durante las dos últimas décadas. El objetivo, o más bien la obligación, pasaba por convertir el descenso de 2022 en un accidente originado por un cúmulo de errores. El ascenso inmediato era mucho más que una cuestión de honor, de orgullo. No volver a la máxima categoría este año conduce, de manera forzosa, a dar un sensible tijeretazo al poderío del club a nivel deportivo, económico e institucional. Por eso, la presente temporada se vivía como un todo o nada en el vestuario, en los despachos y en la grada. Por eso, ayer 23.000 almas azulgrana lloraron de tristeza y decepción tras escuchar el pitido final en el Ciutat de València. La esperada catarsis no pudo llegar a su conclusión.
El Levante deberá esperar para lograr el sexto ascenso de su historia. No ha sido una temporada sencilla. El descenso de 2022 resultó traumático por muchas circunstancias: por el potencial deportivo, por la masa social construida en el siglo XXI, por su estadio, por el talento de su escuela, por su magia... Pero diferentes fallos de gestión desembocaron en el desastre. La Segunda División es un pozo, en ocasiones, sin fondo. La categoría de plata está plagada de recientes ejemplos de ello: el Deportivo de La Coruña, el Málaga, el Sporting, el Tenerife, Zaragoza, Racing de Santander, Oviedo... No resulta fácil adaptarse ni conservar la confianza durante un campeonato tan largo. Y ahora, una vez superado el duelo, la gran preocupación girará en torno al notorio recorte presupuestario que deberá aplicar el club la próxima temporada.
El desafío del Levante comenzó torcido, con la apuesta fallida de Felipe Miñambres por Mehdi Nafti. Con Javier Calleja, el equipo coqueteó con el ascenso directo. Pero llegaron los altibajos, las dudas...
El Levante no estuvo a la altura en partidos cruciales y las bajas de hombres importantes como Brugui, Pablo Martínez y José Campaña pasaron factura. El conjunto azulgrana perdió fluidez en el juego y contundencia. El fútbol se hizo demasiado previsible por momentos. Sin embargo, el Levante tenía una bala guardada en la recámara. Afrontó el play off con entereza e ilusiones renovadas. Volvía a respirarse optimismo. La rotunda victoria ante el Albacete en semifinales anunciaban que la promoción de ascenso tenía color azulgrana.
Este sábado, la atmósfera respirada en Orriols incluso antes del pitido inicial parecía dictar sentencia. Pero el partido se tornó agónico. Y cuando se saboreaba el ascenso, llegó uno de los momentos más dramáticos de la historia del Levante. Toca reflexionar.
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