Hacer cambios en un Gobierno a escasos doce meses para unas elecciones resulta delicado. El último año de gestión en una legislatura no es real, porque la campaña electoral se come los últimos meses. Además, los nuevos responsables tardan como poco unas semanas en ... tomar las riendas de responsabilidades que les son nuevas, incluso en el caso de que sólo se trate de un cambio de cartera. La impresión que se puede trasladar cuando se hacen este tipo de cambios in extremis es la de que las perspectivas no son buenas y de que se busca una remodelación que permita darle la vuelta a esa situación.
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Ese es el análisis general. El particular, el que afecta al Palau de la Generalitat, dice que los cambios que pretende introducir Ximo Puig no son con un año vista, sino de cara a lo que queda legislatura e incluso la próxima. Un nuevo Gobierno para cinco años de gestión desde la Generalitat. El mensaje que el entorno del president del Consell envía es que los movimientos en el seno del Consell sobre los que trabaja Puig no están planteados como un remiendo en la recta final de la legislatura, sino como un nuevo impulso que va más allá del límite de la actual, y que llegaría hasta la próxima.
Hasta la fecha, el president de la Generalitat ha sido extremadamente inmovilista con su Gobierno. Únicamente situaciones forzadas le han llevado a introducir cambios con la legislatura en marcha. La tesis de que «si las cosas funcionan, para qué tocarlas» que se escucha en las filas socialistas contrasta con la que también pone de manifiesto las dificultades para mover un Gobierno de coalición, que tiene que medir la paridad y los equilibrios geográficos, y que tiene muy en cuenta la voluntad del resto de partidos de la coalición de mover piezas. Si además la dinámica política acompaña, resulta innecesario hacer cambios.
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Puig parece decantarse ahora por una gran remodelación, entendida esta como la idea de introducir más de un relevo en su Ejecutivo. Un nuevo impulso que podría incorporar, según las fuentes consultadas, a lo que en términos futbolísticos se conoce como «fichaje de relumbrón» y que en el caso de la actividad política regional pudiera identificarse como un perfil con un reconocimiento y trayectoria de nivel, que por sí mismo pudiera elevar la valoración de todo un Consell. El famoso «mirlo blanco» con el que se ha especulado en tantas ocasiones, equiparable al impacto que supuso la incorporación en su día al Gobierno valenciano de Gabriela Bravo.
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¿Tiene Puig opciones de incorporar a una figura de ese tipo? Las fuentes consultadas por este diario no dan una respuesta clara para esa pregunta. «Ya conoces a Ximo», se contesta. El líder socialista es poco amigo de las quinielas que se hacen respecto a las decisiones que pretende tomar, e incluso hay quien piensa que algunas de ellas las adopta precisamente para llevar la contraria.
Esa ambigüedad respecto a los movimientos que llevará a cabo el jefe del Consell es el que hace que incluso el que parece más definido, el que lleva a la consellera de Sanidad Ana Barceló a la portavocía del PSPV de Les Corts en sustitución de Manolo Mata, se siga poniendo en modo condicional. Incluso a pesar de que la portavoz adjunta socialista Carmen Martínez, la otra opción que se ha barajado para ocupar el puesto, se borrara este martes de las quinielas al recordar que está «dedicada» a su puesto como alcaldesa de Quart de Poblet y que es su «mayor ilusión» y su vocación como «persona de gestión» que es.
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Al movimiento de Barceló le podrían acompañar -siempre en condicional- los del conseller de Hacienda Vicent Soler y el de la titular de Innovación, Carolina Pascual. Las especulaciones respecto al primero se dispararon este martes por la mañana tras saberse que había acudido a una reunión en el Palau de la Generalitat. Su equipo remarcó, no obstante, que se trataba de un encuentro con el secretario autonómico Andreu Ferrer para hablar de las ayudas a Ucrania.
El área de Soler, una de las más ingratas de todo el Ejecutivo dada la situación financiera de la Generalitat y las siempre complicadas negociaciones del presupuesto con los socios de gobierno, podría pasar a ser ocupada por Arcadi España. El titular de Infraestructuras, junto a la responsable de Justicia, Gabriela Bravo, son los únicos nombres de la 'parte socialista' del Consell cuya continuidad no estaría en discusión. Desde el Palau de la Generalitat se considera poco probable que España pudiera llegar a convertirse en una suerte de superconseller, que asumiera las competencias de otro departamento además de las suyas propias.
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El otro nombre señalado es el de Carolina Pascual, responsable de Innovación y con escaso brillo en su gestión a lo largo de toda la legislatura. La pretendida apuesta de Puig por la innovación y la competitividad como uno de los pilares de la gestión de su Ejecutivo ha venido casando mal con la falta de protagonismo de Pascual, enredada en ocasiones en debates tan absurdos como el de tener o no una sede de su conselleria también en Valencia -y que se sumara a la de Alicante-.
El relevo de Manolo Mata como portavoz de los socialistas se ha acabado convirtiendo en la espita que ha generado la remodelación sobre la que trabaja el presidente de la Generalitat. Un movimiento de réplica que contrasta con los cambios en las portavocías parlamentarias de Compromís y Podemos, que se han llevado a cabo durante la legislatura y que no han abierto procesos como el actual.
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De hecho, Podemos incluso ha cambiado a su vicepresidente -dejó el cargo Martínez Dalmau y se incorporó Héctor Illueca- sin que se abriera un debate como el actual respecto a si la remodelación debe o no afectar en exclusiva a los consellers socialistas-. Una circunstancia añadida a la percepción de que los cambios en los que trabaja el Palau tienen que ver con la percepción de que existe la necesidad de cambiar el paso al Botánico en esta recta final de legislatura.
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