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Hay años mejores y años peores, faltaría más. También para los partidos políticos. Los últimos doce meses, los transcurridos desde octubre de 2021 hasta la actualidad, podrían considerarse como los peores de la historia reciente de Compromís. Un 'annus horribilis', un descenso a los infiernos ... en toda regla que, aún sin conocer el impacto exacto que tendrá en las urnas, sí que ha puesto de manifiesto que el proyecto político fundado en 2010 y que en 2015 se convirtió en determinante para que la izquierda recuperara la hegemonía electoral en la Comunitat atraviesa justo ahora uno de sus peores momentos.
¿Por qué hace un año? Hace exactamente doce meses la (entonces) vicepresidenta del Consell y líder de Compromís, Mónica Oltra, anunciaba un acto conjunto en Valencia junto a la vicepresidenta segunda del Gobierno Yolanda Díaz, la alcaldesa de Barcelona Ada Colau, Mónica García de Mas Madrid y Fátima Hamed Hossai. Un elenco de primeras figuras en femenino de la política española, germen entonces (y aún ahora) de ese nuevo proyecto político que ha acabado conociéndose como 'Sumar' y que tiene en Díaz a su más claro referente.
El proyecto, reimpulsar a la izquierda política española a la vista del creciente deterioro de Podemos, vivía y vive de la magnífica valoración política de la que goza la vicepresidenta del Gobierno. Y contaba como uno de sus referentes clave a la dirigente valenciana, entonces algo menos asidua en las televisiones nacionales que unos meses antes, pero todavía con buen cartel político.
El acto en sí, en el teatro Olympia de la capital valenciana, sirvió para 'testar' el estado de salud del proyecto. Las impulsoras de la idea consideraron que era bueno -tenía que serlo a la fuerza, porque Podemos ya se desmoronaba- y pactaron futuros encuentros y procesos de escucha.
Compromís, a la luz de aquel proyecto, abría ya un debate respecto a su futuro político. Sumarse o no a la idea, volver a coincidir con Íñigo Errejón, apostar por una propuesta de confluencia, tan en línea con su proyecto político... Había margen de maniobra, había cantera y había votos.
Empezaba un periodo de reflexión en la coalición que... sólo unas semanas después se llevó la primera sorpresa. Fran Ferri, hasta entonces síndic del grupo parlamentario en Les Corts, decidía abandonar el escaño y poner distancia con la actividad política. Ferri no se fue con un portazo, pero su marcha dejó un sabor amargo en la coalición, porque no acabó de entenderse cómo un joven con un presente y un futuro político tan interesante optaba por apartarse del primer plano del debate.
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M. Hortelano Burguera .
Ferri se fue el 17 de diciembre. La coalición le sustituyó por Papi Robles, no sin los habituales empujones internos en este tipo de procesos. Para entonces, lo que avanzaba con preocupación era el proceso abierto por un juzgado de Instrucción y que ponía el foco en la actuación de la conselleria de Igualdad, dirigida por la propia Oltra, en relación con el caso de los abusos a una menor tutelada por la Generalitat.
Un asunto que había derivado ya en la condena a cinco años de cárcel del exmarido de Oltra, y que tras atrapar primero a la vicepresidenta por la evidente vinculación personal con el condenado y por tratarse de un asunto de máxima sensibilidad, acabaría derivando también en la imputación de la dirigente de Compromís. A mediados de junio, el TSJ valenciano atendía la solicitud del juzgado de instrucción y solicitaba la declaración como imputada de la vicepresidenta del Consell.
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La caída a los infiernos de la coalición guarda una incuestionable relación con este hecho. Vicent Marzà ya le había enseñado unas semanas antes la puerta de salida a la vicepresidenta del Consell al presentar él mismo su dimisión como conseller de Educación. Una decisión muy aplaudida desde el PSPV, que entendió la maniobra del conseller como uno de esos pasos atrás -a Les Corts como diputado- que se dan en ocasiones para coger más impulso. Y de paso, para hacer ver a Oltra que estaba llegando tarde a su propia renuncia.
Oltra acabó cediendo y presentando su dimisión el 21 de junio. Una comparecencia desde la sede de Compromís, tras una comida con sus más estrechos colaboradores en la que se comprobó lo insoportable que sería la presión para que dejara el cargo. «Hay que reflexionar y tomar decisiones», había proclamado el president Puig sólo unos días antes. La decisión fue apartarse, primero, renunciar al aforamiento, después y, en último lugar, proponer a Aitana Mas como sustituta.
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A Mas la eligió Oltra. Y ese hecho cierto es el que ayuda a que en el seno de la coalición se extienda el convencimiento de que la salida ahora de Mireia Mollà, propuesta por Mas, haya sido en cierto modo propuesta también por Oltra. Pasado el verano y los cien días de la nueva vicepresidenta en el cargo, Mas decidía este pasado martes destituir a su compañera de partido -las dos son de Iniciativa, como la propia Oltra- como consellera de Agricultura y hacía referencia a cómo los «personalismos» pueden perjudicar un proyecto político.
Sean o no los personalismos, a Mollà le han acompañado ya otros dos cargos de la conselleria, que han decidido presentar su renuncia en desacuerdo con la decisión de Mas. La vicepresidenta ha dado un golpe de autoridad, aunque el precio a pagar a poco más de cinco meses para la disolución de Les Corts puede ser elevado.
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Baldoví, autoproclamado candidato de la coalición a la presidencia de la Generalitat -a la vista de que el horizonte judicial de Oltra la deja sin opciones de volver a presentarse- ya ha dicho que le parece bien el relevo de Isaura Navarro por Mireia Mollà. Lo cierto es que el temor a que el suelo se abra a los pies de los dirigentes de Compromís crece. Y sin el tirón electoral de Oltra, con la exlíder sentada ante la justicia, la fuga de referentes del partido y los ajustes de cuenta internos, la coalición comprueba la angustia de una convocatoria electoral en la que, además, el centro derecha recupera espacio a marchas forzadas.
Ha pasado solo un año desde aquel acto de Oltra con Yolanda Díaz en el Olympia. De 'Sumar' a restar. De #otraspolíticas a los navajeos internos de siempre. De mirar con ambición a la política nacional a buscar ahora cómo taponar las heridas. El reloj electoral avanza y Compromís pierde todo su perfil gamberro, se desprende de dos de sus históricas referentes, y se encamina hacia un precipicio sin saber muy bien cómo evitarlo.
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