Turno en el juicio para el director financiero de Imelsa, José Enrique Montblanch, otra de las supuestas pieza clave de esta trama alrededor de la empresa pública. Entró en la firma en 2008 de la mano de Marcos Benavent. «Me enteré por un amigo que ... había una vacante». Su objetivo era pagar lo más rápido posible a proveedores o incluso hacerlo con pagarés. «Llevaba un control diario de los gastos para evitar descubiertos», ha recordado.
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Montblanch cobraba productividad, tal y como ha reconocido durante la vista. Pero no había unas tablas sino que ha explicado que en el convenio de la empresa se sustituyó la antigüedad por la productividad. De tal forma que, en esencia, eso dejaba de ser productividad. Recibía entre 90.000 y 100.000 euros al año. «Me lo asignaba el gerente», ha admitido.
«Yo no verificaba que se había prestado un servicio, eso era del órgano de contratación. Cada año nos llegaban como unas 2.000 facturas. Eso era imposible que lo hiciera yo», ha explicado. Y eso ya era así antes de su llegada. No hubo un cambio de protocolo en este sentido, se ha justificado.
El interrogatorio ha tenido momentos de cierta tensión, en especial, con todo el proceso de comprobación de las facturas. «La conformidad me la dio Benavent de palabra», ha terminado por reconocer respecto al polémico evento en el MuVim, ahora bajo sospecha. Montblanch ha subrayado que siguió siempre y en todo momento las instrucciones de la Intervención.
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Finalmente fue despedido. La empresa, al parecer, no estaba contenta con su rendimiento, según ha admitido. Todo esto lo ha achacado a un problema de salud de su hija, que terminó en fallecimiento, y finalmente se cogió la baja. «Colapsé mentalmente. No estaba en plenas facultades». Ese periodo fue, sin embargo, cuando más cobró de productividad, según le ha reprochado el fiscal. «Sería cuestión del gerente, quizá por el sobreesfuerzo que estaba haciendo», ha sugerido.
El acusado, a preguntas de su letrado, ha apuntado hacia Enrique Grau, el entonces director jurídico como el responsable de controlar los expedientes de contratación porque a él sólo le llegaban las facturas. «Es muy fácil decir a posteriori que esa era mi función». Es más, ha recordado que también existía la figura del auditor interno para controlar el funcionamiento de la empresa pública.
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Jaime Úbeda era otro de los testaferros de Marcos Benavent, amigo de la familia del exgerente de Imelsa. Conocía al socio de Benavent, García Barat, porque durante 25 años se ha dedicado al montaje de eventos. “Yo monté sonido y luces para el espectáculo del MuVim". Le contrató Thematica, sin embargo, facturó a Imelsa. “Me habían dicho que para cobrar habría que hacerlo así” algo que ya habían reconocido otros empresarios en este juicio. “Qué culpa tengo yo de que me dijeran eso”, ha lamentado. No ha sabido precisar quién y por qué le dio esta indicación.
Úbeda ha admitido que fue administrador de la empresa Berceo, la firma pantalla del gerente de Imelsa, para hacerle un favor a su amigo. Desempeñaba esta función desde aproximadamente 2005 y la abandonó en 2009 por diferentes problemas económicos y la llegada de un sustituto, José Estarlich. Como anécdota comentó que la madre de Benavent le regaló a su hijo un Porsche Cayenne como regalo de boda. Un automóvil que supera los 80.000 euros. "Era de muy buena familia".
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