Gobernar es complicado. En coalición, más. Siempre hay roces. Si chocan dirigentes de un mismo partido, cuando proceden de distintas siglas, peor. El tripartito que firmó el pacto del Botánico en 2015 ha registrado numerosos encontronazos. Uno de ellos es recurrente: a la hora de ... elaborar las cuentas de la Generalitat para el año siguiente. El Consell lo salva, cada vez con más dificultades, hasta sumar siete consensos presupuestarios. Sin embargo, en este Ejecutivo hay un choque igual de cíclico que el propiciado por el reparto del dinero. Es el que protagonizan la vicepresidenta, Mónica Oltra, y la consellera de Justicia, Gabriela Bravo. Este mes de mayo está siendo glorioso, en términos de disputa: cuando no es el requisito lingüístico, es una potencial dimisión o qué hacer con la prostitución. Sus desencuentros, en realidad, son un símbolo extremo de la difícil relación política y personal que se puede producir en un Gobierno coaligado, en este caso, en el Consell. Por cuestiones de fondo y de forma, por asuntos conceptuales y y de personalidad. En las tres semanas que llevamos de este mes, el choque entre las dos evidencia la existencia de un conflicto que les trasciende. Por lo que dicen, hacen y piensan como personas y, también, como personajes políticos.
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Bravo y Oltra son dos personas de carácter fuerte. No son perfiles técnicos que estén cómodas en un segundo plano. Les gusta ser escuchadas y tenidas en cuenta. Coinciden, también, en su amor propio y en un buen concepto de sí mismas, exigentes y meticulosas. Han peleado en terrenos hostiles para alcanzar su actual estatus. Divergen en asuntos capitales, tanto en trayectoria vital y profesional como en fuentes políticas. Su trato con el interlocutor es radicalemente distinto. Sus órbitas apenas coinciden y no solo son conscientes de que la otra piensa políticamente muy distinto, es que en lo personal tampoco da la sensación de que confíe la una en la otra.
Más sobre Bravo y Oltra
JC. Ferriol Moya
Burguera .
Sin embargo, el problema entre la vicepresidenta y la consellera va más allá de incompatibilidades personales. Sería erróneo (y machista) enfocar el asunto como una pelea entre dos señoras muy mandonas y malvadas. La cuestión de fondo es política. Con aderezos, pero política. Tiene que ver con la rivalidad de Compromís y PSPV dentro del Consell en términos competenciales y con sus diferencias políticas de un calado profundo. Porque desde lo más centrado del socialismo (donde está Bravo) hasta la izquierda con pasado comunista (de donde proviene Oltra) hay mucho trecho. Si Bravo y Oltra están distanciadas en lo ideológico, no es muy distinta a la opinión que algunos diputados de Compromís tienen del modo en que los socialistas conciben la colaboración público-privada en distintos sectores. Igualmente, en el PSPV no entienden la beligerancia de los nacionalistas frente a asuntos como el puerto de Valencia y, en general, en materia económica.
Oltra y Bravo no piensan igual sobre asuntos capitales que el Consell se lleva entre manos. Discrepancias que se arrastran desde el inicio de la primera legislatura del tripartito y que amenazan con mantenerse sin resolver cuando finalice la segunda en 2023. El asunto de la lengua autóctona es un gran ejemplo de ello. Bravo, por ser la consellera de Administración Pública, tiene la competencia principal en lo relacionado con implantar el requisito lingüístico a los funcionarios de la Generalitat. Para Bravo, el valenciano no es un asunto capital, pero para Compromís vaya si lo es. De tal modo que la Ley de Función Pública se ha atascado durante años y la implementación del reglamento sobre la exigencia del valenciano a la plantilla de la Generalitat late con fuerza en el corazón de las discrepancias entre PSPV y Compromís.
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En todo lo relacionado con asuntos sociales, especialmente al respecto de la figura de la mujer, las disputas entre Bravo y Oltra (ya sea por la prostitución como por el modo de abordar la violencia de género, así como la custodia compartida) simbolizan también la profunda brecha existente entre PSPV y Compromís. La discrepancia e intransigencia respecto a la política lingüística y de género ha provocado que de manera reiterada salten chispas. Pero hay más.
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El modo de negociar con los sindicatos, las subvenciones públicas a los partidos políticos, la manera de enfrentarse a sentencias contrarias al criterio del Consell, la manera de entender la confidencialidad de las negociaciones o de preservar la lealtad institucional, la implementación del teletrabajo de los funcionarios, el uso de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, la oportunidad o falta de oportunidad en las subidas de impuestos, la regulación o abolición de la prostitución, el último asunto que ha evidenciado una confrontación de alto voltaje entre dos maneras de abordar el mismo problema social... si el PSPV y Compromís fueran lo mismo no defenderían siglas diferentes, pero cuando, además, hay una imposibilidad de entendimiento personal (o se cruzan sugerencias sobre la conveniencia de que una u otra salga de Consell a causa de la posible imputación de Oltra por el caso de su exmarido, lo que deriva en ataques machistas a Bravo, según denunció ella misma), el mestizaje se convierte en una entelequia y, como mucho, tienen que conformarse con soportarse.
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Año a año
Reproches a la falta de paridad en la comisión de expertos para modificar la Ley de Función Pública y discrepancias ante la idoneidad de la custodia compartida.
Discrepancias en la gestión de los equipos del Gobierno valenciano cuando se registran ceses, en las negociaciones con los sindicatos o a la hora de criticar sentencias del TSJ por parte de Compromís.
Acusaciones de Oltra por invasión de competencias y de falta de coordinación en materia de violencia de género. La vicepresidenta exige reunirse con Puig y advierte de que si se repiten esos problemas «habrá consecuencias».
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Reproches de Bravo por falta de lealtad institucional y de respeto entre compañeros del Consell. Y respecto a la relación entre miembros del gobierno valenciano: «Sintonía tengo con todos los consellers porque hace falta, pero a mis amigos los elijo yo».
Bloqueo de la ley de Función Pública desacuerdo en el requisito lingüístico, diferencias de criterio en la aplicación del teletrabajo o ante el modo en que la ciudadanía debía actuar si alguien incumplía el confinamiento. Bravo, ante la disputa por los presupuestos sugiere: «Aportas o te apartas».
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Oltra advierte de que el Consell puede quedarse sin presupuestos. Bravo le resta importancia y admite tener una opinión sobre el caso del exmarido de la vicepresidenta: «Pero no la daré».
Oltra discrepa con la propuesta sobre el requisito lingüístico de Bravo, que sugiere a su vez que la vicepresidenta debería plantearse dimitir. Oltra arremete contra el abolicionismo de la prostitucion que defiende Bravo.
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