Hace ahora un año, Pablo Casado, aún presidente del PP, acusó a Sánchez de «jugar al Risk» con los gobiernos autonómicos. El Risk, el clásico juego de estrategia en el que más, tarde o más temprano, llega un momento en que se produce una gran ... batalla. Si este domingo, a partir de las 16 horas, Argentina y Francia no logran imponerse en el tiempo reglamentario, llegarán los penaltis, el cara o cruz. La Comunitat se ha convertido en esa tanda definitiva de penas máximas, el territorio del Risk donde Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo van a librar en mayo una batalla definitoria que supondrá un trampolín o un mal auguro tanto para uno como para el otro. De ahí que ambos, el presidente del Gobierno y el presidente del PP, se marquen el paso.
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Y si uno viene a la Comunitat, el otro también. Y si el uno busca el voto de los alicantinos, el otro igual. De este modo, en menos de 24 horas, Feijóo y Sánchez cogieron el AVE y el Falcón, respectivamente, y se vinieron a Valencia a decir la suya y vigilar la de aquel.
Lo que ocurra en la Comunitat en las próximas elecciones autonómicas servirá de guía y estado de ánimo político para el presidente del Gobierno y el que aspira a serlo, el que pretende retener el cinturón de campeón y el aspirante que busca el KO.
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De haber viajado en autobús, como la gente más ahorradora o con menos posibles, Feijóo y Sanchez hubieran cogido el mismo pero a distinta hora y dirección contraria. El gallego, de vuelta nocturna de Valencia a Madrid, tras citarse con empresarios y la militancia del PP; y el dirigente socialista, de madrugada matinal, para llegar a tiempo a Valencia y así visitar La Fe y encontrarse con los alcaldes y aspirantes a las alcaldías de los socialistas. No es casual la coincidencia y los trayectos cruzados. La Comunitat se ha convertido en un espacio troncal, definitivo para el PP y el PSOE, algo que reconocen fuentes vinculadas a la cocina electoral de ambas formaciones.
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Feijóo reconoció el viernes a Carlos Mazón y María José Catalá que «no pueden fallar». Sánchez sabe que, sin la Comunitat, el socialismo habrá dejado de pintar algo a nivel autonómico y municipal.
Perdidas Madrid, Cataluña y Andalucía, lejísimos de la capital y con pocas expectativas en Barcelona o Bilbao, no hay más alternativa para el PSOE que intentar hacer algo en Valencia y Alicante. Es una cuestión de masa crítica electoral. De ahí que sea perfectamente lógico que Sánchez se quisiera acompañado en el acto en la Ciudad de las Artes y las Ciencias por Ximo Puig, líder del PSPV, y Sandra Gómez, candidata a la Alcaldía de Valencia.
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En términos municipales, el PSOE dispone de Sevilla y gracias. También cuenta con A Coruña. Y esas habas contadas, precisamente, han sido las primeras en beneficiarse de la descentralización de agencias estatales. No es casual. Como estrategia para satisfacer a los vecinos ya gobernados por alcaldes socialistas, es acertada. Sin embargo, entre las grandes perjudicadas por esa decisión está Alicante y Elche. Contentó a 900.000 y defraudó a 550.000.
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El PSPV tiene poco margen para festejar en las grandes ciudades valencianas. Gobierna en Valencia junto a Ribó, y ha situado a Ana Barceló al frente de la candidatura alicantina como quien planta una flor en mitad de un erial, a ver si la exconsellera de Sanidad florece. La probable comunión de citas electorales, la municipal y la autonómica, podría servir de tirón para las aspiraciones locales de los socialistas si es que Puig logra un tercer mandato al frente de la Generalitat, ya que un presidente con tirón afianza el voto en los consistorios.
Una derrota en la Comunitat supondría para que los socialistas ejercerían la oposición en las cuatro autonomías más pobladas de España: Andalucía, Cataluña, Madrid y Valencia. Más de la mitad de toda la población española. Y eso sin contar otros territorios con el PP en el ADN electoral, como Galicia o Murcia. La derrota supondría, de facto, que el Gobierno central tendría de uñas al poder autonómico, que es el que ejerce las competencias en los asuntos capitales para el ciudadano: Sanidad, Educación y Bienestar Social.
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Sería, además, el anticipo de lo malo por venir. Sánchez necesita la victoria del PSPV porque la Comunitat suele anunciar la tendencia electoral a nivel nacional. Rita Barberá fue la primera alcaldesa del PP en una ciudad grande del país. Zaplana llegó a la Generalitat un año antes que Aznar a la Moncloa y Puig anticipó las coaliciones gubernamentales que han permitido a Pedro Sánchez ser quien es. Si la izquierda aguantase al frente de la Generalitat, el Gobierno central podría contar todavía con un aliado territorial de peso demográfico real, y se lanzaría una mensaje de pervivencia de un modelo de gestión muy similar al de Sánchez, que necesita emitir señales positivas en medio de la ofensiva del PP.
Precisamente, los populares, también buscan en la Comunitat un refrendo, una señal de cara a las elecciones nacionales. Si Catalá gana Valencia, Barcala se impone en Alicante... y Mazón preside la Generalitat se producirá un anticipo de una victoria popular similar al ocurrido en los años 90.
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Ganar las elecciones en la Comunitat, recuperar capitales como Valencia, implicaría afianzar la pujanza de Feijóo como alternativa a Sánchez. Los populares tienen pocas expectativas respecto a Cataluña, pero ya lideran los gobiernos de la Comunidad de Madrid y, con mayoría absoluta, Andalucía. Así pues, y ante el boquete electoral catalán, para sumar votos y afianzar una hegemonía autonómica, los populares precisan de una victoria en la Comunitat. Y cuanto más contundente mejor, especialmente después de ver lo que ha pasado con los presupuestos de Isabel Díaz Ayuso, la presidenta madrileña, reina de la efervescencia del PP, pero sin cuentas aprobadas para el año que viene.
La llegada de Alberto Núñez Feijóo a Génova para sustituir a Casado propició un efecto alcista en la cotización de las acciones del PP de cara a conquistar el Gobierno central. Pero en política el tiempo pasa rápido, y actualmente aún más, y la ola en la que se subió el dirigente gallego se ha calmado.
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Las encuestas le sitúan en buena posición pero sin un favoritismo claro. Una victoria del PP en la Comunitat y en los ayuntamientos significaría un nuevo empujón para Feijóo, que en la oposición siempre está obligado a remar contracorriente y carece de un instrumento político del calibre del BOE.
La percepción es un factor determinante en política. Los estados de ánimo arrastran votos, movilizan al electorado o lo lastran. El PP precisa captar a los indecisos que se han quedado huérfanos tras la debacle de Cs y mientras Vox se define al alza o a la baja. Ganar o vencer en la Comunitat se interpreta en el PP y el PSOE como un anticipo de lo que vendrá para Feijóo y Sánchez.
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