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Adela Cortina llegó un día para ponerte un espejo delante y que contemplaras cómo eres de verdad. Quiso que te dieras cuenta de que no hay tanta bondad en ti como creías, que no basta con dejar una moneda en la mano abierta de quien se acerca a tu ventanilla en el semáforo de la avenida de Cataluña. Que tampoco se trata de ayudar a tu amigo arquitecto a conseguir un nuevo proyecto. Adela Cortina se inventó una palabra, 'aporofobia', que significa miedo al pobre y vimos que tenía razón. Que sentirnos bien por soltar un euro y subir rápido la ventanilla, o ayudar a alguien en nuestra misma posición a cambio de que nos devuelvan el favor en el futuro, va a ser que no es lo mismo.
Cuando una joven Adela Cortina tuvo que decidir a qué carrera universitaria iba a encaminar sus siguientes años (y décadas), no lo tenía claro. En una entrevista a LAS PROVINCIAS decía hace unos años: «Me gustaban muchas cosas, era difícil elegir». Incluso había cursado el Bachiller de Ciencias y se planteó estudiar Químicas. Pero no tuvo problemas con la decisión final, influenciada por un profesor, Fernando Cubells, que le daba clases de filosofía griega los sábados. Qué día para motivar. Y no se ha arrepentido de la decisión, aunque cree que si hubiera elegido Farmacia, como le sugirió su padre, psiquiatra de profesión, «también me habría gustado». Adela Cortina ríe, rememorando sus recuerdos de juventud, ahora que se encuentra ya jubilada de su puesto como catedrática en la Universitat de València, donde ha desarrollado el grueso de su carrera profesional.
Hablar de filosofía, explicarla al común de los mortales, no es fácil. Adela Cortina se ha convertido en los últimos años en una gran divulgadora, que alerta de las derivas que como sociedad venimos padeciendo. Que habla de aporofobia, pero en este último año también de 'gerontofobia', de cómo hemos apartado a los mayores porque son quienes enferman y mueren con el virus. Y que augura que hasta que los abuelos no vuelvan a llevar a sus nietos al colegio no habrá normalidad en nuestras vidas. Los mayores, quienes han jugado un papel esencial en la conciliación familiar, quienes salvaron a tantas familias con sus pensiones de la crisis de 2008. Adela Cortina nos pone ante el espejo para que veamos quiénes somos.
Adela Cortina se ha convertido en la voz que alerta de las derivas que padecemos como humanidad, y alerta de que una sociedad «demuestra su calidad ética y moral cuando acompaña a su gente hasta el final de sus días». Su voz se escucha más que nunca para no perder el rumbo.
A la filósofa que habla de derechos humanos, a la que le horrorizan palabras como nacionalismo, le han llovido los premios. Primera mujer en acceder a la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, tiene la Alta Distinción de la Generalitat Valenciana, es Premio Nacional de Ensayo y doctora Honoris Causa por varias universidades. Se ha involucrado no sólo en la enseñanza y la investigación, también en la forma de aplicar todo aquello que sabía. Es presidenta de la Fundación Etnor, una entidad que tiene como objetivo la ética en los negocios, y en la que animó a participar a la Asociación Valenciana de Empresarios. Para cambiar las cosas en primera línea y no sólo desde las aulas o los libros.
La carrera de Adela Cortina no se entiende sin su marido, Jesús Conill. Y no por un concepto machista de la mujer y del hombre, sino porque le conoció estudiando Filosofía en la universidad y desde entonces su carrera profesional ha ido paralela... Aunque la de Adela ha brillado mucho más. Y él la ha apoyado en ese papel, el de la brillante filósofa que ha venido a poner su nombre en los manuales de Ética. Aunque ella le quite importancia a todo lo que ha conseguido. «Decía mi padre siempre: 'Uno, en su modestia'... Nunca es para tanto».
De Jesús Conill le queda el camino que han transitado juntos. Desde la universidad, pasando por Alemania, adonde llegaron «con un Seiscientos a esas autopistas donde en los años setenta se veían Mercedes o BMW», y de donde volvieron, pese al ambiente académico tan propicio porque echaban de menos Valencia. «Soy muy mediterránea, me gusta el mar, la huerta, el clima... Y estar cerca de mi familia». Estuvieron en Murcia, dando clases en centros de enseñanza media, también a las primeras promociones de la facultad de Filosofía de Murcia, y cuando pudieron regresaron a Valencia, a la facultad en la que estudiaron. Al olor a azahar que tanto le gusta en primavera, y que en una entrevista confesó que echó de menos durante el confinamiento.
A pesar de todas las alertas que nos manda como sociedad, Adela Cortina siempre ha sido una persona optimista. «No estamos tan mal como pensamos», dice siempre, que solo se trata de repetirnos a nosotros mismos qué es justo y bueno. Así y todo, recuerda que de incoherencias estamos llenos y que las personas engreídas, que ven la paja en el ojo ajeno, mejor lejos.
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