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Ángela valora la educación recibida. «Me han enseñado a hacer siempre lo correcto, a esforzarse, a ser empático».

El álbum de la infancia de Ángela Valero de Palma

Es la pequeña de cinco hermanos y eso ha forjado parte de su carácter. «Mis hermanos mayores jugaban mucho conmigo pero también me chinchaban, lo que me ayudó a saber defenderme y espabilarme rápido»

Domingo, 30 de mayo 2021, 19:00

En la infancia de la periodista y organizadora de eventos Ángela Valero de Palma estuvo muy presente Amparito. «Entró en casa a trabajar cuando yo nací y murió cuando tenía 23 años, rodeada de todos nosotros. Amparito me traía los tebeos de Esther, me ... daba la merienda, me ayudaba con los deberes y jugaba conmigo si me quedaba sola». La casa donde se crió era una de esas fincas señoriales propiedad de la familia. «Allí vivían mis abuelos y mis primos, no teníamos más vecinos que la familia y las puertas estaban abiertas».

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Los veranos los pasaba en Rocafort con todos sus primos. «Éramos 15 y dormíamos en una habitación las niñas y en la otra los niños; en medio mis abuelos. Era una aventura escaparnos al cuarto de los niños, ver la tele escondidos debajo de la mesa de billar o conseguir una Coca Cola de la nevera, porque sólo nos daban los domingos. Allí jugábamos en el jardín y en los campos de naranjos, nos subíamos a nuestra casa árbol y a una higuera gigante».

Recuerda con especial cariño a su abuela. «Todos los jueves nos llevaba a Santa Catalina a merendar, chocolate, leche merengada u horchata y los sábados a jugar a Viveros. Nos enseñó a todos a montar en bici y a las niñas a saltar a la comba, nos hacía un dulce especial todas las semanas y nos llevaba en Navidad al circo. Hacía de todo una tradición. Nos invitó por su 80 cumpleaños de crucero por el Mediterráneo, luego cuando cumplió 90 por las Islas Griegas y a los 93 decidió que con 100 le daría pereza y lo adelantó. Nos fuimos al Báltico. Murió con 101 y con la cabeza perfecta».

Ángela estudió en Esclavas, «un colegio que habían promovido mis tías monjas, las hermanas de mi abuelo, Blanca y Julia Manglano. Allí íbamos todas las primas, así que siempre te tocaba alguna Manglano en clase. Lo recuerdo divertido, pero el cambio que me hizo abrirme al mundo fue hacer COU en USA. Amanecí en un colegio de dos mil adolescentes de todas las religiones y razas, recién salida de un colegio de monjas… Fue muy impactante pero sobre todo muy liberador».

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